El escritor cubano Edmundo Desnoes falleció el miércoles en Nueva York a la edad de 93 años, recordado por el gran público cubano a través de la adaptación cinematográfica de su novela Memorias del subdesarrollo (1965).
La película homónima, realizada en 1968 por el director Tomás Gutiérrez Alea, “Titón”, que ofrece una vista panorámica a la sociedad cubana de los primeros años de la revolución de Fidel Castro, está entre los filmes más importantes de la cinematografía cubana y ha sido elegida por expertos, como los del Instituto Británico de Cine, entre las mejores obras de la historia del cine.
El autor de No hay problema (1961), El cataclismo (1965) y Memorias del desarrollo nació en La Habana en 1930, realizó sus estudios en los Estados Unidos y regresó a la isla en 1960, tras la llegada al poder de Fidel Castro. Ese mismo año trabajaría como redactor del diario Revolución y el suplemento Lunes de Revolución hasta que periódico y suplemento fueran personalmente clausurados por Castro.
"Mi contribución a la expresión literaria de los primeros años de la Revolución es evidente y palpable. Memorias… forma parte de esa historia. Soy tan responsable como Fidel y la dirección política de haber contribuido a expresar el sueño y la pesadilla de las dos primeras décadas de la intensa aventura. No creamos un hombre nuevo, descubrimos la poderosa persistencia del pasado. Al principio fueron los intentos idealistas, pero luego empezaron a dominar el oportunismo, el egoísmo y la ciega voluntad de poder de la dirección. Por mi parte, pienso que cometo menos errores literarios en Memorias del subdesarrollo que el Partido Comunista de Cuba ha cometido en la carne y fantasía de la isla. Abandoné físicamente la isla cuando el PCC, en su arrogante ignorancia tanto de la economía como de la cultura, comenzó a decirme lo que debía escribir, lo que podía consumir y, para colmo, a dónde podía viajar", declaró el escritor en entrevista con Hyper Media Magazine.
Desnoes también ha dicho que se marchó de Cuba en 1979, cuando enfrentó críticas tras negarse a asistir a la autoconfesión del escritor Heberto Padilla, que la Seguridad del Estado convirtió en evento un obligado para los intelectuales. Entonces, se asentó en los Estados Unidos, donde alternó su oficio de escritor con el de profesor universitario. De ese periodo destaca su antología Dispositivos en la flor (1982), que causó polémica por la inclusión por igual de escritores cubanos exiliados y aliados al oficialismo de La Habana.
Sobre su exilio en los Estados Unidos confesó en entrevista con La Habana Elegante que había preferido aislarse.
"Yo vivía el trauma del exilio. Tuvieron que pasar 20 años para entender dónde me situaba en los EEUU. No podía venir aquí y seguir escribiendo con el mismo paradigma. Empecé en inglés, pero vuelvo al español. Nosotros tenemos el sentido trágico – que es lo aquí llaman el “looser” – y que yo le digo la “perdedumbre”, el sentido trágico de saber que todo cambia, que todo termina. No tenemos el sentido del éxito como aquí, sino el del fracaso. Aquí lo tienen un poco en el Sur donde perdieron la guerra, pero por lo demás aquí se da más el «happy ending».
Pero yo me he aislado bastante precisamente porque al principio Reinaldo Arenas se apareció en una de mis conferencias con un grupo de amigos y el encuentro fue a puñetazos. Arenas me creó un problema serio porque me acusó de ser agente de Fidel Castro para reclutar a intelectuales norteamericanos en el mundo académico para la Revolución en Nicaragua. Fue una acusación que hizo ante la CIA, y me vino a visitar el FBI porque ellos decían que yo no podía tener la posición expresada en la antología, y que yo estaba haciendo un trabajo a favor de la Revolución. El no haber atacado al régimen era índice de que yo estaba trabajando para la Revolución. Y eso fue una acusación tremenda, porque eso me trajo al FBI cuando todavía de la guerra fría. Arenas escribió un ensayo de setenta páginas en una revista llamada Kosmos donde - en un ejemplo del poder de la imaginación sobre la realidad - me acusaba que yo estaba enamorado de Fidel Castro porque yo era lampiño y admiraba la barba de Fidel. Pero ese no fue un conflicto real. Yo no fui amigo de él, no tuve relaciones con él. Cuando yo estaba trabajando en el instituto del libro facilitamos que él escribiera ensayos y propusimos la publicación de su segunda novela. Pero él me veía como representante del poder, y con un poco del espíritu campesino él me vio con aspecto anglosajón y hay un resentimiento por parte de él. A parte de eso no había razón para su agresividad. Quizás él viera una realidad profunda y lo usó como símbolo en el que mi pasión por Fidel se debía a que yo soy lo opuesto de Fidel. Fidel es un hombre de acción y yo no".
El escritor regresó a la isla como miembro del jurado del premio literario Casa de las Américas en la edición 2003.
Preguntado por la revista La Habana Elegante sobre cómo había encontrado la isla, el autor respondió: "La Revolución causa una ruptura muy profunda y volví a ver a un hermano, a la familia, a los amigos, e inclusive a los viejos militantes, a los más dogmáticos que ya me ven como a uno de aquella época que va desapareciendo".
El independiente Instituto Internacional de Artivismo Hanna Arendt (INSTAR) lamentó el fallecimiento del autor en un post publicado en su cuenta de Facebook: "Con un gran pesar, hemos recibido la noticia del fallecimiento de Edmundo Denoes. Con el orgullo de saberlo uno de los mejores escritores de su generación, cuya novela más reconocida sirvió de guión para una de las películas insignes del cine cubano, INSTAR se despide con respeto y profunda admiración".