Gabriel Escarrer Juliá (Mallorca, 1935), fundador del grupo hotelero español Sol Meliá, hoy Meliá Hotels International, como cualquier empresario exitoso, tiene detractores y partidarios. Ha llovido mucho desde que en 1956, a la edad de 21 años, Escarrer abriera en régimen de alquiler el hotel Altair, su primer hostal en Mallorca. Luego, durante el boom de los 60, creó su propia cadena. En 1984 adquirió 32 establecimientos de la firma Hotasa, comenzando un camino que lo convertiría en el primer grupo hotelero español.
Su expansión internacional se inició en 1985, con la apertura de un hotel en Bali, Indonesia. A Cuba llegó de la mano de Fidel Castro. En una entrevista publicada en El Mundo el 16 de agosto de 2009, Escarrer confesaba que desde el principio tuvo una buena química con el comandante, "congeniamos nada más vernos". En mayo de 1990, con Castro como invitado principal, inauguraba su primer hotel en Varadero, el Sol Palmeras.
Cubanos exiliados en la Florida le piden la cabeza. 'Sinvergüenza', 'Cómplice del castrismo' o 'Implicado en los salarios miserables que ganan los trabajadores en Cuba', son algunos de los calificativos publicables que le dicen a Escarrer.
El mundo de los negocios no es un club de puritanos. Son tipos de colmillo afilado y calculadora en mano, contínuamente oteando el panorama para ganar dinero. Lo mismo puede ser China comunista con obreros ganando dos dólares diarios, que un Estado fallido africano o una dictadura caribeña como la cubana.
Donde quiera que se les abra una puerta y las reglas de juego sean favorables, allá van. Escarrer sabe lidiar con totalitarios y corruptos. En España consolidó su holding en pleno franquismo.
Y en Cuba hoy es el amo y señor del sector hotelero. Administra casi 40 hoteles y mantiene un trato diferenciado con el régimen. Contra viento y marea, ha sabido flotar en un país donde los empresarios capitalistas son observados con lupa.
Las leyes de inversiones y la burocracia siempre resultan complicadas si quieres que tu negocio crezca. Pero Escarrer se las ha agenciado para no caer en desgracia como los hermanos chilenos Marambio o el empresario canadiense Tokmakjian, quien duerme en una celda de la isla, acusado de corrupción por el régimen de Raúl Castro.
Después que en 2008 el gobierno autorizó a los cubanos a hacer turismo en su propia patria y alojarse en hoteles de lujo y no solo en bases de campismo o destruidas casas en la playa, cada año crece el número de turistas nacionales. Según Gilberto, publicista de la cadena Gaviota, en 2014 la cifra puede alcanzar el medio millón.
“No es un segmento de mercado desdeñable. La previsión es que a la vuelta de dos años, el mercado turístico interno supere al de Canadá, el mayor emisor de turistas. Debo hacer una salvedad: un 30% son cubanos residentes en el extranjero, sobre todo en la Florida, o son ellos los que pagan directamente o a través de las remesas, la estadía de sus familiares. El número de cubanos que han tenido éxito en negocios privados también se revierte en una estancia más prolongada. Si hace dos años alquilaban un fin de semana, ahora muchos alquilan una semana”, apunta Gilberto.
El costo de tres noches en un resort de Varadero, Playa Pesquero o Cayo Coco ronda los 380 dólares (no olvidar que el salario promedio en Cuba no supera los 22 dólares). Pero hay quienes optan por pagar calidad en los servicios y prefieren alojarse en hoteles administrados por Meliá.
A un costo de 822 pesos convertibles renté cinco noches en el Meliá Marina Varadero, del 11 al 16 de agosto. En una calle aledaña al Capitolio Nacional, frente a la tabaquería Partagás, a las 10 y media de la mañana, partió el ómnibus rumbo a Varadero.
De los 44 pasajeros, solo 6 éramos negros o mestizos: mi esposa, mi hija y yo; una mulata, novia de un sueco, y un matrimonio de profesionales que trabajan en Angola. Había 11 extranjeros, el resto, cubanos. Pasada las 3 de la tarde del lunes 11 de agosto llegamos al Meliá Marina Varadero.
Fue inaugurado el 15 de agosto de 2013. En el lobby te reciben con un coctel de bienvenida. A los adultos le colocan una manilla verde y una blanca a los niños. Así identifican a los huéspedes de la categoría 'todo incluido'.
Según los parámetros cubanos, es un hotel cinco estrellas. La atención y amabilidad es de primera. Pero el servicio es de un hostal de segunda categoría en una nación con un turismo eficiente.
A veces, a las 2 de la tarde aún no habían hecho las camas. Las normas del hotel señalan que todos los días, en el minibar de la habitación, se deben situar dos cervezas Cristal y dos refrescos de fabricación nacional. Pero si el camarero observa que ha quedado cerveza, no la sitúa.
“Si el huésped se queja, se le pone. Es una forma de 'luchar' (resolver) que tenemos. Al terminar la jornada, pueden sobrar hasta dos cajas de cerveza, que se venden en el mercado negro a 21 cuc la caja. En estos momentos escasea la cerveza, debido a déficit en la producción por falta de materia prima”, señala un empleado.
Por la noche, el hotel es bastante aburrido. Las actividades recreativas son escasas y a las 22 horas terminan. En la marina, los cubanos no pueden alquilar yates u otras embarcaciones.
“Está prohibido por el gobierno. Debes presentar una carta de instancias superiores que te autorice a navegar. Supongo que debe ser para evitar los secuestros de embarcaciones y largarse a la Florida. Ningún bote con motor se le renta a los cubanos”, explica un custodio del hotel.
Los nacidos en la isla solo tienen derecho a alquilar bicicletas acuáticas, catamarán de velas y botes de remos. Cuando oscurece, los mosquitos alejan a los huéspedes de la piscina. “Se fumiga constantemente, pero esta parte de la playa antes era un manglar”, aclara un dependiente de la cafetería al borde de la piscina.
La cerveza que se oferta es dispensada. Los rones y whiskys son de más calidad. La comida está bien elaborada, pero su variedad deja que desear. La carne de res es de segunda. Y frutas criollas como naranjas, mangos o guanábanas no se ofrecen en desayunos y cenas.
Las opiniones y críticas las puedes reflejar en la carta personalizada que un funcionario de Meliá entrega a cada usuario cuando llega al hotel.
La firma española está apostando por el mercado local. Gabriel Escarrer no es tonto. Asesores jurídicos estudian los terrenos donde se van edificar hoteles en la isla, previendo futuros pleitos con cubanos exiliados o ciudadanos extranjeros expropiados por la revolución.
En la década de 1990 supo consolidar su empresa hotelera, actualmente con más de 350 establecimientos en 30 países, es la tercera de Europa y figura entre las doce primeras del mundo. Ahora su proyección de mercado se sitúa en una Cuba sin autocracia verde olivo y sin embargo gringo, del cual ya en esa entrevista de 2009 decía: "El embargo que padece Cuba es uno de los mayores anacronismos del globalizado siglo XXI".
Empresarios como Escarrer saben navegar en aguas turbulentas. De Franco a la democracia española. De los Castro a lo que venga. Pero, para ser honestos, de acuerdo al servicio, a su flamante hotel Meliá Marina Varadero le sobran un par de estrellas.