Los que protestan contra el presidente Maduro aseguran que la que la venta de petróleo en condiciones ventajosas y su contrapartida en médicos, es un regalo intolerable de la riqueza venezolana.
La vida de Judith Faraiz nunca fue fácil. Desde hace más de cinco décadas su familia vive en el cerro de Petare, una ciudad vertical con sus casas apiñadas de paredes sin revocar desafiando la gravedad, sus escaleras empinadas y cuya fama de violenta la hace temible.
Y ahora está preocupada porque teme que el sismo político que vive su país desde febrero le arrebate algo esencial: el tratamiento que los médicos cubanos le están brindando sin costo a su hijo, tras un dramático accidente de moto en agosto que lo dejó al borde de la muerte.
Muchos en los cerros defienden esta colaboración debido a que la atención privada es demasiado cara para los pobres y los hospitales públicos tienen una reputación de ineficiencia.
Según los expertos, los nexos se convirtieron en vitales para los dos gobiernos: La Habana compra petróleo venezolano por unos 3.200 millones de dólares anuales mediante créditos blandos --un bálsamo para la maltrecha economía de la isla--, y Caracas apuntala su apoyo entre los pobres en base a programas sociales como Barrio Adentro, por el cual se provee salud a los sectores más vulnerables.
Los galenos son el símbolo más visible de esa cooperación y un arma arrojadiza en medio de los hechos violentos que sacudieron a Venezuela desde hace tres meses y dejaron al menos 41 muertos.
Los manifestantes opositores en su mayoría de ingresos medios o altos que salieron a las calles para protestar en contra del presidente Nicolás Maduro aseguran que la cooperación es una demostración de que su país va hacia el unipartidismo cubano y consideran que la venta de petróleo en condiciones ventajosas y su contrapartida en médicos es un regalo intolerable de la riqueza venezolana.
Rumores de los cuales nadie presentó pruebas incluso refieren que son asesores militares cubanos los que están ayudando a sus pares venezolanos a combatir a los opositores al gobierno y acusan a los médicos isleños de no estar lo suficientemente capacitados.
Se estima que hay unos 42.000 colaboradores cubanos en Venezuela, de ellos 31.000 son del área de salud, entre los cuales están unos 11.000 médicos.
En los más 10 años desde que arrancó fuerte la colaboración, pasaron por Venezuela unos 100.000 cubanos con profesiones tan disímiles como deportistas, ingenieros o artistas de circo.
Venezuela les paga a los médicos un estipendio pequeño para su manutención y viven en habitaciones junto a las clínicas o consultorios a donde trabajan. Cuba por su parte, les respeta su salario en pesos cubanos (unos 30 dólares al mes) y les deposita además 425 pesos convertibles --igual dólares-- mensualmente, una pequeña fortuna en la isla.
Cuando llegaron los primeros médicos hace más de 10 años había resistencia de la población que los miraba con desconfianza o les cerraban la puerta en la cara, reconoció Varela, de 29 años, tres de los cuales se los pasó en Venezuela atendiendo pacientes de las barriadas pobres: heridos de bala, jóvenes adictos al alcohol y las drogas, gentes que durante años se curaban con hierbas.
Pero afuera de los barrios marginales o las comunidades rurales pobres, los cubanos se convirtieron en un foco para descargar la animadversión al gobierno venezolano.
En febrero, decenas de personas con pancartas que decían "Fuera Cubanos" acosaron a un equipo de béisbol de la isla que viajó a jugar un torneo regional.
En semanas recientes, asaltantes quemaron una clínica en la occidental ciudad de Barquisimeto y aunque ningún galeno salió lastimado ellos sienten tensión.
Y ahora está preocupada porque teme que el sismo político que vive su país desde febrero le arrebate algo esencial: el tratamiento que los médicos cubanos le están brindando sin costo a su hijo, tras un dramático accidente de moto en agosto que lo dejó al borde de la muerte.
Muchos en los cerros defienden esta colaboración debido a que la atención privada es demasiado cara para los pobres y los hospitales públicos tienen una reputación de ineficiencia.
Según los expertos, los nexos se convirtieron en vitales para los dos gobiernos: La Habana compra petróleo venezolano por unos 3.200 millones de dólares anuales mediante créditos blandos --un bálsamo para la maltrecha economía de la isla--, y Caracas apuntala su apoyo entre los pobres en base a programas sociales como Barrio Adentro, por el cual se provee salud a los sectores más vulnerables.
Los galenos son el símbolo más visible de esa cooperación y un arma arrojadiza en medio de los hechos violentos que sacudieron a Venezuela desde hace tres meses y dejaron al menos 41 muertos.
Los manifestantes opositores en su mayoría de ingresos medios o altos que salieron a las calles para protestar en contra del presidente Nicolás Maduro aseguran que la cooperación es una demostración de que su país va hacia el unipartidismo cubano y consideran que la venta de petróleo en condiciones ventajosas y su contrapartida en médicos es un regalo intolerable de la riqueza venezolana.
Rumores de los cuales nadie presentó pruebas incluso refieren que son asesores militares cubanos los que están ayudando a sus pares venezolanos a combatir a los opositores al gobierno y acusan a los médicos isleños de no estar lo suficientemente capacitados.
Se estima que hay unos 42.000 colaboradores cubanos en Venezuela, de ellos 31.000 son del área de salud, entre los cuales están unos 11.000 médicos.
En los más 10 años desde que arrancó fuerte la colaboración, pasaron por Venezuela unos 100.000 cubanos con profesiones tan disímiles como deportistas, ingenieros o artistas de circo.
Venezuela les paga a los médicos un estipendio pequeño para su manutención y viven en habitaciones junto a las clínicas o consultorios a donde trabajan. Cuba por su parte, les respeta su salario en pesos cubanos (unos 30 dólares al mes) y les deposita además 425 pesos convertibles --igual dólares-- mensualmente, una pequeña fortuna en la isla.
Cuando llegaron los primeros médicos hace más de 10 años había resistencia de la población que los miraba con desconfianza o les cerraban la puerta en la cara, reconoció Varela, de 29 años, tres de los cuales se los pasó en Venezuela atendiendo pacientes de las barriadas pobres: heridos de bala, jóvenes adictos al alcohol y las drogas, gentes que durante años se curaban con hierbas.
Pero afuera de los barrios marginales o las comunidades rurales pobres, los cubanos se convirtieron en un foco para descargar la animadversión al gobierno venezolano.
En febrero, decenas de personas con pancartas que decían "Fuera Cubanos" acosaron a un equipo de béisbol de la isla que viajó a jugar un torneo regional.
En semanas recientes, asaltantes quemaron una clínica en la occidental ciudad de Barquisimeto y aunque ningún galeno salió lastimado ellos sienten tensión.