Hablando de propaganda rusa, es importante mencionar un componente como los llamados centros analíticos, que incluyen el Club de Debate Valdai, la Fundación de Investigación de Política Mundial, el Consejo Ruso de Asuntos Internacionales y otros. A diferencia de sus homólogos en Occidente, la tarea de los expertos rusos en política exterior no es comprender la esencia de los procesos internacionales, sino racionalizar las acciones de Moscú, escribe la Fundación Jamestown.
En este sentido, la tarea de los expertos del Kremlin es similar a la de los propagandistas. En esencia, crean su propia realidad ilusoria, diseñada para proporcionar una explicación alternativa a las políticas irracionales de Vladimir Putin. Sin embargo, estos centros son a menudo más peligrosos que la propaganda corriente, porque para racionalizarla no sólo repiten las «libro de tácticas» del Kremlin, sino que crean sus propias teorías e ideologías, que luego forman la base de la política rusa y sirven para seguir justificando la agresión. Hay tres ideologías peligrosas principales creadas en las entrañas de tales centros analíticos y adoptadas por las autoridades.
En primer lugar, es la teoría de que Estados Unidos es responsable de la guerra en Ucrania, ya que el conflicto era la única forma que tenía de mantener su estatus de hegemonía mundial. Según esta teoría, Estados Unidos hoy está perdiendo inexorablemente su influencia en el mundo y no puede aceptar esta pérdida. Por eso supuestamente intenta «frenar a Rusia y al resto del mundo en su desarrollo», porque tras la victoria sobre Moscú, otros países no se atreverán a “ir contra el hegemón”.
Al principio de la invasión a gran escala, los «analistas» rusos aseguraban que, para lograr este objetivo, Occidente «provocó deliberadamente a Moscú para que adoptara una solución militar». Gradualmente, esta narrativa se transformó en el postulado de que el propio Occidente había iniciado la guerra e incluso atacado a Rusia. La consecuencia lógica de este postulado es la conclusión de que sólo Estados Unidos se beneficia del apoyo a Ucrania, y no Europa, y por tanto Europa «no luchará contra Rusia por el bien de Estados Unidos».
A pesar de lo absurdo de esta teoría, se ha convertido en la corriente dominante no sólo a nivel de propaganda, sino también en las declaraciones de altos funcionarios rusos. En particular, a finales del año pasado, el presidente de la Duma Estatal, Viacheslav Volodin, afirmó que «Estados Unidos se esfuerza por frenar el desarrollo de otros Estados para mantener su hegemonía». Es más, en los discursos del jefe de la inteligencia exterior rusa, Sergei Naryshkin, se escucha la narrativa de que «la obstinada falta de voluntad de Occidente, liderado por Estados Unidos, de aceptar la pérdida de su papel como hegemón mundial» está en el centro de las tensiones globales. Por eso, según Naryshkin, la «Gran Eurasia» se ha convertido en «un objetivo prioritario de los ataques de los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos».
El segundo postulado es que tales políticas occidentales son de naturaleza neocolonial y están dirigidas tanto contra Rusia como contra el resto del mundo. Según los ideólogos rusos, Rusia está hoy «a la vanguardia de esta lucha y sirve como una especie de rompehielos que acaba con los témpanos de hielo restantes del sistema neocolonial de dominación occidental».
La tesis de Rusia como buque insignia de la lucha contra el «neocolonialismo» surgió nada más iniciarse la invasión a gran escala de Ucrania y fue recogida inmediatamente al más alto nivel. En particular, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, ha afirmado en repetidas ocasiones que “la operación militar de Rusia en Ucrania contribuye a la liberación del mundo de la opresión neocolonial de Occidente”. El mes pasado, Vladimir Putin también declaró que “el horrible sistema neocolonial ha dejado de existir”.
El tercer postulado es que para Moscú, la guerra en Ucrania es supuestamente existencial, «donde lo que está en juego es la existencia de Rusia«, mientras que para Occidente, sólo es importante obtener el máximo beneficio de la guerra, tras lo cual buscará otras formas de lograr el objetivo.
Es fácil ver que estas tesis son completamente no corresponden con la realidad. Estados Unidos nunca se habría atrevido a aumentar su influencia en el mundo a costa de una desestabilización tan grave de todo el orden mundial, y por ello se esforzó por evitar una guerra en Ucrania. Al mismo tiempo, la toma de territorios extranjeros no es en absoluto una necesidad «existencial» de Rusia, mientras que muchos países europeos, por el contrario, ven la política de Moscú como una amenaza para su propia existencia.
En cuanto a los países del Sur global, es cierto que están experimentando un período de rápido desarrollo, pero no ocultan que les gustaría conservar tanto el mercado ruso como el occidental. La necesidad de elegir entre ambos, que Moscú ha impuesto a sus socios, es contraria a sus intereses económicos. El ex embajador indio en Rusia, Pankaj Saran, afirmó sin rodeos que «para India, el conflicto sobre Ucrania empezó en un momento muy malo«, y como consecuencia, «hubo que ajustar los planes de desarrollo».
El peligro más importante es que el propio Putin y su entorno parecen creer en una «realidad alternativa» creada por los centros analíticos cercanos, una realidad en la que la «mayoría mundial» está incondicionalmente de su lado y Europa está a punto de negociar, «liberándose de los dictados de Estados Unidos». Esta creencia les convence para continuar su agresión, creyendo en la inevitabilidad de su victoria, lo que hace que el régimen de Putin sea completamente incapaz de negociar.
Reproducido con la cortesía de Jamestown Foundation