Las protestas pacíficas en la isla son cada vez más frecuentes en un país donde el disenso está criminalizado. Los cubanos se manifiestan como expresión de inconformidad por la inseguridad alimentaria, los apagones y otras penurias, pero también para exigir derechos y libertades.
“Lo que se ha convertido en norma es que la gente proteste”, apuntó Omar López Montenegro, presidente del Centro Latinoamericano para la No Violencia.
“Los resultados están ahí, ha estado sucediendo, se ha prolongado en el tiempo y lo que sí es permanente es el quiebre del comportamiento, esta ruptura del mal llamado contrato social entre el régimen y la población, que la gente creía que el régimen está ahí para cubrirle sus necesidades más básicas, lo cual nunca fue verdad pero, ahora, muy poca gente lo cree”, explicó el opositor exiliado.
El Observatorio Cubano de Conflictos (OCC) informó que Cuba registró setecientos dieciséis protestas y denuncias públicas en mayo, casi 12% más que las ocurridas en abril.
El periodista Boris González Arena apuntó por su parte que, si bien el pueblo cubano está cansado de largas horas sin servicio eléctrico y la política económica, lo cierto es que las protestas son muchas, desde expresiones de inconformidad, a demandas de libertad y democracia.
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“No se puede perder de vista la sociedad civil que está movilizada de manera permanente a pesar de la tremenda hostilidad que recibe del régimen comunista”, puntualizó González Arenas.
Según López Montenegro, hay personas que protestan por el desabastecimiento de alimentos, la falta de insumos médicos, los apagones, pero también hay otros que reclaman cambios políticos.
“Los hechos no mienten, pasamos de una situación en la que nadie protestaba a que una protesta sea normal; de hecho, hemos llegado a un momento en que funcionarios del gobierno han reconocido que la gente protesta, cosa que en tiempos anteriores no existían o eran organizadas por el exilio"
"Hasta se ha llegado a decir que el malestar es válido, que el descontento es válido, en un país donde la narrativa era que todo el mundo estaba de acuerdo, así es que, por lo tanto, el descontento no era válido y protestar, mucho menos”, concluyó López Montenegro.
En su informe correspondiente a mayo, el OCC apuntó que ese mes “el régimen intentó contener la efervescencia popular fortaleciendo la represión en todos los órdenes. Ordenó intimidatorios despliegues de la Policía y las fuerzas especiales Boinas Negras en las ciudades, enfatizó las amenazas, castigos, escarmientos y actos de violencia contra opositores, activistas, periodistas independientes y presos políticos, pero también contra sectores diversos de la sociedad civil, lanzando una campaña para censar a los jóvenes que no trabajan ni estudian y condenarlos por ‘Desobediencia’ si se mantienen desocupados”.