Cuando entre cubanos se habla “del paquete”, se sabe que la frase alude al condensado de programas televisivos, series, seriales, novelas, musicales, películas e informativos del exterior que semanalmente se compila y se vende entre la población, de forma clandestina, a través de un disco duro portátil o memoria flash.
La adicción al paquete se ha extendido por todo el archipiélago y lo mismo usted puede encontrarlo en la más suntuosa residencia habanera que en los parajes más intrincados de Baracoa.
Pero existe otro paquete, y por partida doble si tenemos en cuenta que en Cuba también se le dice “paquete” a toda obra artística carente de atractivos, densa, pesada o increíble por la facturación de su fábula. Ese paquete por partida doble es la programación de la televisión cubana.
El primer paquete
Recientemente la Dirección Provincial de Trabajo de Guantánamo tomó la decisión de prohibir al casi medio centenar de trabajadores por cuenta propia que se dedican a la actividad denominada “Comprador-vendedor de discos”, el uso de memorias flash como medios transportadores de productos audiovisuales. Según la medida los solicitantes de los servicios de estos trabajadores tendrían que usar CD o DVD.
Tal medida generó inmediatas protestas y la entidad tuvo que dar marcha atrás y declarar que el uso de memorias flash para copiar materiales audiovisuales no estaba prohibido, que sólo constituye violación el uso de tales aditamentos y otros simulares si en ellos se manipulan contenidos que no se ajustan a las políticas aprobadas en el país, refiriéndose a no reproducir materiales donde se violen los derechos de autor, pornográficos u otros que atenten contra la ética, la moral, los hábitos, las costumbres y los principios de la revolución, según apareció en una nota informativa publicada por el periódico Venceremos, órgano oficial del comité provincial del partido comunista, el 19 de junio del 2015.
Sorprende tal afirmación pues lo que más hacen tales trabajadores es violar las leyes de derecho de autor al reproducir materiales audiovisuales sin contar con licencia para ello, y conste, con la anuencia del gobierno cubano, que al adoptar tal actitud complaciente se ha vuelto su cómplice.
El otro paquete
Quien se tome el trabajo de leer la programación semanal de la televisión cubana que todos los domingos publica el periódico Juventud Rebelde comprobará que la gran mayoría de los materiales que transmite son de procedencia capitalista, fundamentalmente norteamericana.
No se trata de un hecho reciente sino de algo que data de la década de los años setenta del pasado siglo cuando comenzó a transmitirse el espacio “La película del sábado”, al que con los años se le fueron sumando otros hasta ocupar gran parte de la programación semanal. Salvo raras excepciones, se trata de películas, series y seriales de escasos méritos artísticos donde la violencia y las historias ramplonas están a la orden del día. Entonces resulta un contrasentido que después de tanta basura televisiva, transmitida por cuarenta años, ahora algunos dirigentes reclamen la formación de un espectador crítico cuando fue el propio gobierno quien fomentó esa gran masa de televidentes adictos a la banalidad y a una forma de ser ideológicamente contraria a la proclamada por él.
Cierto es que no todo lo que transmite la televisión cubana es malo pues hay espacios donde se conjugan el buen gusto con el entretenimiento y los méritos artísticos, pero son muy pocos. La ausencia de una programación nacional de calidad que trabaje los temas que realmente interesan al pueblo y la paranoia del gobierno hacia todo lo que implique mayor libertad e información para los cubanos, como las antenas parabólicas, el acceso a Internet y el actual cine de los países de Europa del Este, son las verdaderas causas de la masiva adicción al paquete miamense.
¿Qué puede pasar con ambos paquetes?
Es obvio que la situación no podrá seguir como hasta ahora una vez reinauguradas las embajadas porque el art. 3 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas establece que una de las funciones de las embajadas consiste en proteger en el estado receptor los intereses del estado acreditante -EUA en La Habana y Cuba en Washington- y los de sus nacionales. Entre esos intereses está velar por la protección a los derechos derivados de la propiedad como lo es el derecho de autor sobre las obras artísticas y literarias, un acápite violado reiteradamente por el gobierno cubano.
Los cuentapropistas que bajo el subterfugio de la figura “comprador-vendedor de discos” se dedican a la reproducción de todo tipo de material audiovisual, si hay una rectificación por parte del gobierno cubano en cuanto a la política de respeto al derecho de autor, comenzarán a ser asediados por los inspectores hasta que entren por el aro o se vean obligados a cerrar sus negocios, pues acá todos sabemos que ellos no se mantienen por la venta de DVD y CD.
En cuanto al “paquete semanal” parece que será muy difícil de erradicar, por no decir imposible, debido a la forma en que entra y a la acción democratizadora de las nuevas tecnologías de la información. No creo exagerado afirmar que este paquete es una de las derrotas ideológicas más fuertes que ha sufrido el castrismo.
Este artículo apareció originalmente en Cubanet, el 22 de julio de 2015.