Un corresponsal del diario neoyorquino verificó que la marcha no fue obra de disidentes, sino una respuesta espontánea de cuentapropistas que pedían trabajar sin acoso.
El diario The New York Times reportó este jueves lo que define como “una rara demostración de disidencia pública en la que decenas de artesanos y vendedores cubanos protestaron en la ciudad de Holguín esta semana, marchando hasta las oficinas del gobierno local y exigiendo el derecho a trabajar sin acoso del gobierno”.
Citando a testigos contactados por su corresponsal en Ciudad México, Damien Cave, el Times dice que la marcha del pasado martes fue "una respuesta sorprendente y espontánea a medidas represivas aplicadas en las primeras horas del día en un mercado local".
Precisa que inspectores estatales trataban de hacer cumplir las normas que han prohibido a los trabajadores autónomos vender ropa, artículos para el hogar y otros productos importados o adquiridos en las tiendas del Estado.
Las normas aprobadas en septiembre pasado pusieron fin a la tolerancia asumida por el gobierno por dos años, y afectaron a unos 20.000 pequeños negocios.
En la Plaza Central de Holguín los inspectores retiraron las licencias y confiscaron una variedad de artículos a varios vendedores, lo que motivó a estos y muchos otros a protestar en las calles.
En entrevistas telefónicas con Cave, algunos residentes dijeron que la protesta involucró sólo a un puñado de transgresores de la ley que planteaban quejas sin fundamento. Otros, especialmente aquellos que se identificaron como opositores al gobierno, aseguraron que en la demostración participaron entre 100 y 150 manifestantes, a quienes describieron como "valientes" y "justificadamente enojados".
"El gobierno revocó sus licencias y se llevó sus recursos, su trabajo", dijo al corresponsal del NYT un disidente local que pidió no ser identificado por temor a represalias. Agregó que varios manifestantes fueron golpeados cuando se enfrentaron a las autoridades, y que al menos tres personas fueron detenidas y luego liberadas. "Es una de las cosas más importantes que han ocurrido en Cuba en 54 años", aseveró. "Fue una protesta de los trabajadores, no de los disidentes. Nosotros los apoyamos, pero no fuimos quienes hicimos esto".
El reportaje del diario neoyorquino apunta que hasta holguineros comprometidos con el gobierno -- incluidos un taxista y un empleado de un hospital cercano al mercado-- reconocieron que la protesta ocurrió, y que fue encabezada por personas autorizadas a trabajar por cuenta propia, "como parte de un esfuerzo limitado del gobierno para fomentar el trabajo privado".
Ted Henken, profesor de Baruch College en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, y presidente de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, dijo al Times que cualquier revuelta de los trabajadores en Cuba, por pequeña que sea, refleja una frustración con los intentos de Raúl Castro para mejorar la economía comunista mediante aperturas económicas extremadamente cautelosas y calculadas.
Tras señalar que en los últimos meses han ido en aumento las quejas en torno a una aplicación más estricta de las restricciones al cuentapropismo, Henken señaló que, para el gobierno ha sido mucho más fácil desacreditar y difamar a los disidentes de lo que será controlar y contener a ciudadanos comunes "que no están protestando por la falta de libertades políticas, sino por su creciente frustración con el ritmo intermitente de las llamadas reformas económicas de Raúl (Castro)".
Citando a testigos contactados por su corresponsal en Ciudad México, Damien Cave, el Times dice que la marcha del pasado martes fue "una respuesta sorprendente y espontánea a medidas represivas aplicadas en las primeras horas del día en un mercado local".
Precisa que inspectores estatales trataban de hacer cumplir las normas que han prohibido a los trabajadores autónomos vender ropa, artículos para el hogar y otros productos importados o adquiridos en las tiendas del Estado.
Las normas aprobadas en septiembre pasado pusieron fin a la tolerancia asumida por el gobierno por dos años, y afectaron a unos 20.000 pequeños negocios.
En la Plaza Central de Holguín los inspectores retiraron las licencias y confiscaron una variedad de artículos a varios vendedores, lo que motivó a estos y muchos otros a protestar en las calles.
En entrevistas telefónicas con Cave, algunos residentes dijeron que la protesta involucró sólo a un puñado de transgresores de la ley que planteaban quejas sin fundamento. Otros, especialmente aquellos que se identificaron como opositores al gobierno, aseguraron que en la demostración participaron entre 100 y 150 manifestantes, a quienes describieron como "valientes" y "justificadamente enojados".
"El gobierno revocó sus licencias y se llevó sus recursos, su trabajo", dijo al corresponsal del NYT un disidente local que pidió no ser identificado por temor a represalias. Agregó que varios manifestantes fueron golpeados cuando se enfrentaron a las autoridades, y que al menos tres personas fueron detenidas y luego liberadas. "Es una de las cosas más importantes que han ocurrido en Cuba en 54 años", aseveró. "Fue una protesta de los trabajadores, no de los disidentes. Nosotros los apoyamos, pero no fuimos quienes hicimos esto".
El reportaje del diario neoyorquino apunta que hasta holguineros comprometidos con el gobierno -- incluidos un taxista y un empleado de un hospital cercano al mercado-- reconocieron que la protesta ocurrió, y que fue encabezada por personas autorizadas a trabajar por cuenta propia, "como parte de un esfuerzo limitado del gobierno para fomentar el trabajo privado".
Ted Henken, profesor de Baruch College en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, y presidente de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, dijo al Times que cualquier revuelta de los trabajadores en Cuba, por pequeña que sea, refleja una frustración con los intentos de Raúl Castro para mejorar la economía comunista mediante aperturas económicas extremadamente cautelosas y calculadas.
Tras señalar que en los últimos meses han ido en aumento las quejas en torno a una aplicación más estricta de las restricciones al cuentapropismo, Henken señaló que, para el gobierno ha sido mucho más fácil desacreditar y difamar a los disidentes de lo que será controlar y contener a ciudadanos comunes "que no están protestando por la falta de libertades políticas, sino por su creciente frustración con el ritmo intermitente de las llamadas reformas económicas de Raúl (Castro)".