La decadencia de la Organización de Estados Americanos que se aprecia desde hace varios años, se acentuó a partir de qué José Miguel Insulza, 2005, ocupó la Secretaría General.
Su primera elección fue particularmente reñida. El ex canciller mexicano Luis Derbez, fue un fuerte contrincante y se efectuaron varias votaciones, sin embargo en su aspiración para un segundo mandato, 2010, no tuvo candidatos en contra.
Esta situación se repitió recientemente. Luis Almagro, ex canciller uruguayo, fue en realidad designado y no elegido. La Asamblea General no tenía alternativas, una vez más para tan importante posición había un solo aspirante.
Los países miembros de la OEA deberían alarmarse porque en un continente en el que la mayoría de los líderes políticos se caracterizan por su voracidad por el poder, se postulan para cualquier cargo y acuden a todos los recursos para perpetuarse, solo una persona aspiró a una posición de alta figuración y mucha influencia.
Evidentemente hay muchas dudas sobre cuál puede ser el futuro de una organización que enfrenta serios problemas internos y que esta apresada en la influencia de gobiernos como los de Venezuela, Ecuador y Nicaragua, y paradójicamente por el influjo de un régimen que no es miembro de la organización, pero que tiene asociados a su interior, el cubano.
Es una realidad que el rol de la OEA como mediador y facilitador de soluciones ha ido perdiendo relevancia y que de su Comisión Interamericana de Derechos Humanos, atacada numerosas veces por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, decidió retirarse el gobierno de venezolano que comanda Nicolás Maduro.
Pero retornando a la administración de Insulza en los diez años que dirigió la OEA se apreció su inclinación a favor de los regímenes que formaban parte de la Alianza Bolivariana de las Américas, ALBA, o que coincidían estratégica, ideológica y políticamente con las propuestas de esa entidad.
Insulza pasó por alto las múltiples agresiones de Hugo Chávez a Colombia y su respaldo a las narcoguerrillas de las FARC. Tampoco puso reparo a Chávez cuando este fortaleció su dictadura institucional en Venezuela, ni cuando fundó la constitución de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, una organización que es contraria a la integración continental y a los valores que inspiran a la OEA, porque su cometido principal era excluir de su formación a Estados Unidos y Canadá.
Insulza ha rechazado aplicar a Venezuela la Carta Democrática Interamericana, a pesar de la represión del régimen de Nicolás Maduro contra sus adversarios políticos y la sociedad civil, planteando que ese país tiene el derecho de resolver sus problemas internos sin injerencias externas, una conducta totalmente diferente a la que asumió en el 2009, cuando la crisis interna de Honduras.
La Organización de Estados Americanos tiene como objetivo fundamental fortalecer la paz y la seguridad, consolidar la democracia e impulsar el respeto a los derechos humanos en el hemisferio, entre otros compromisos, pero Insulza no promovió esos valores, su trabajo siempre estuvo a favor de los autócratas que desgobiernan el hemisferio, a la vez que lideró las gestiones para que la dictadura cubana reingresara al organismo sin tener que efectuar cambios institucionales que permitan que en la isla reine la democracia.
El legado de Insulza es nefasto. Le faltó liderazgo y voluntad para trabajar por la democracia, lamentablemente la mayor parte del tiempo de su ejecutoria, independientemente a su militancia política, transcurrió intentando ser el candidato de todos, sin importarle en realidad el fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos en el hemisferio.
Luis Almagro en su nueva condición de Secretario General deberá trabajar fuertemente para que la OEA recupere el prestigio y la influencia perdida, y para lograrlo, deberá caminar por una cuerda floja que de fallarle, le precipitará a los brazos de autocracias institucionalizadas, por demás, depredadoras y carnívoras, o de gobernantes demócratas que salvo contadas excepciones, están lejos de actuar a favor de la democracia y los derechos humanos a escala hemisférica.
Como gestor de la política hemisférica el ex canciller uruguayo tiene al menos dos retos grandes que enfrentar.
La dictadura cubana de la que dijo que quería su inserción en el organismo, sin antes haber expresado su opinión sobre la situación de los derechos humanos en ese país y menos reclamar a la dictadura insular respeto a la libertad de sus ciudadanos. Al menos en este punto sigue la ruta de lo políticamente correcto para la mayoría de los políticos del continente.
El otro desafío es Venezuela. Mediar entre el gobierno de Maduro y la oposición es muy complicado, y si pretende cumplir su promesa de defender los principios internacionales y garantizar el funcionamiento de la democracia, los enemigos no le faltaran.