Pasados varios días de la marcha reivindicativa convocada por la comunidad LGBTI+ en Cuba, después de haber visto, oído y leído opiniones de todos los bandos y bandas, aprovecho que las aguas de mis emociones se han asentado para -quizás, sólo quizás- abordar el hecho y lo ocurrido desde una perspectiva ¿más cerebral?
¡Sí se pudo! Por un lapso de tiempo que a mí me supo a eternidad, el Parque Central, con la estatua de José Martí como testigo, y el Paseo del Prado, con sus árboles profundamente deprimidos a fuerza de abulia, fueron el escenario de un libertad que, como es lógico, terminó a golpes, insultos, apelativos obscenos y detenciones porque la libertad es, para las tiranías, una especie de enfermedad altamente contagiosa cuyos vectores deben ser aislados y aplastados de inmediato.
¿Cómo iba a permitir una dictadura famosa por su sexagenaria homofobia, que los gays y las lesbianas tuvieran iniciativa propia? Sobre todo, después de haberles constitucionalmente despojado de sus aspiraciones a contraer matrimonio y de arrebatarles esa especie zanahoria llamada Conga con que los mantenían entretenidos y que, en honor a la verdad, para mí era sólo una de esas “actividades tácticas” que los vejestorios de polit-buró soportaban como un mal menor por aquello del “qué dirán.”
Pero se equivocaron, la Marcha del pasado 11 de Mayo les dio el golpe en las narices, con la misma fuerza de todas las puertas que se han ido cerrando ellos solitos, por ambiciosos, por brutos y por malos.
En la marcha, apoyando los derechos de una de las minorías más maltratadas por la histeria de la roboilusión, participaron heterosexuales, familias completas, cubanos hombro con hombro, marchando por el respeto a las diferencias, a todas las diferencias.
Eso asusta, ¿verdad, Mariela Castro? De ahí la prisa por culparnos a nosotros, la “escoria de Miami”, acusándonos de ser promotores e instigadores de ese acto sin precedentes por parte de aquellos a quienes subestimaste, creyendo que los tenías domesticados, que nunca se saldrían del guión que les habías escrito, incapaces de tener iniciativas propias y que han demostrado más valor del que han tenido los lacayos del régimen toda su vida.
Esta Marcha de orgullosos humanos, no importa la forma y el contenido de la manipulación que ensayen los expertos en medidas represivas, ha marcado un antes y atraído un después cuyas consecuencias los sesudos del Comité Central no podrán evitar.
Orgullosos humanos han descubierto el sabor de la libertad y han gritado bien alto y bien claro que, sean homosexuales o heterosexuales, ¡con los seres humanos no se juega!