La Esquina del Pecado cumple 180 años

Intersección de las calles Galiano y San Rafael. A la izquierda, los almacenes "El Encanto".

El autor ofrece el primero de varios artículos dedicados a la intersección habanera.

Una frase estupenda, acuñada por Antonio José Ponte, describe mejor que cualquier libro de historia, artículo periodístico o ensayo sociopolítico, la gestión del gobierno cubano y sus devotos más feroces: un arte de hacer ruinas.

El sustantivo arte alude al esmero que los susodichos han puesto en su tarea; el verbo hacer, a una vocación en práctica (la destrucción no acontece, se elabora); la voz ruinas reconoce la óptima calidad del producto final. La frase consigna la rara naturaleza de ese gobierno, orfebre invertido, cuyo don es destruir.

Pero la ruina no es el objetivo mayor de ese arte: si lo fuera, la gestión no resultaría tan brutal. El verdadero objetivo de ese arte es la construcción del vacío, el escamoteo primero y luego la desaparición de todo lo que toca.

La ruina da testimonio de lo que, antes de ser ruina, fue, pero ¿qué puede dar testimonio de aquello de lo que nada queda; de aquello que, luego de deshacerse, esparció el aire o devoró el polvo? Los cubanos, no importa donde residamos, estamos llenos y rodeados de realidades que desaparecieron y de las que apenas guardamos memoria o hemos tenido noticia; realidades que al evocarse, más de medio siglo después de su aniquilación puntillosa, muchos dan por fantasías; realidades en las que nadie acabará creyendo porque aquellos valores que nos hubieran exhortado a darlas por ciertas e incluso estimarlas, aunque sólo fuera como recuerdos, también fueron aniquilados, sustituidos por la indiferencia, el cinismo y la ignorancia.

La Esquina del Pecado, la otrora célebre intersección de las calles Galiano y San Rafael de La Habana, cumple 180 años, pero ¿cuántos de los que hoy se detienen en ella son capaces de imaginar su abolido esplendor, de reconocer en su ambiente los perfumes que una vez la impregnaron, de vislumbrar el mujerío bien vestido, peinado y maquillado que una vez la frecuentó, el atildamiento de los caballeros que, apostados en las aceras, solían piropearlas? Se diría que Jorge Manrique (c. 1440-1479) era uno de ellos, y que es hoy, vaya longevidad, nuestro contemporáneo:

¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?

La palabra piropo, procedente del griego "pyr" (fuego) y de "ops" (ojos), también sirve para identificar una variedad del granate en cuyo interior parece arder una llama. Piropo: piedra preciosa verbal en cuyo interior arden las aspiraciones del hombre que lo improvisa: Cuando las olas del Malecón te ven, se amansan.

Que la Esquina del Pecado cumple 180 años no es conjetura, lo corrobora, entre tanta ruina y polvo de ruinas, entre tanto vacío perceptible e imperceptible, un documento publicado en La Habana de 1937 del que conservo una copia fotostática: Álbum Recuerdo del Centenario de las calles de Galiano y San Rafael (1836-1936); una historia de la esquina y sus alrededores.

Este álbum recoge todo género de información, desde los nombres de las familias que habitaron el barrio antes de que éste se comercializara, hasta la lista y descripción de los actos que se organizaron en la ciudad para celebrar los cien años de ambas calles y su próspero cruce: conciertos, banquetes, desfiles, misas, exhibiciones.

Este álbum: un puñado de polvo retenido por una mano que, polvo también, un día lo dejará escapar.