Las palabras de Vladimir Putin en relación a Polonia demuestran una vez más que el Kremlin trata de crear e intensificar controversias entre sus contrincantes geopolíticos. Es la política que Moscú aplica a otros países occidentales. Los analistas del Kremlin no ocultan que Rusia está enfrentada a todo el mundo occidental y que está interesada en debilitar a Europa. Sin embargo, incluso en medio de esta retórica, el Kremlin intenta ganarse el favor de algunas élites occidentales y posicionar a Rusia como una "Europa auténtica", escribe la Jamestown Foundation en su artículo.
El 13 de marzo, en otra de sus entrevistas a uno de los principales propagandistas rusos, Dmitry Kiselyov, Vladimir Putin declaró que “si Polonia despliega sus tropas en Ucrania, ya no se irá de ahí”, dado que aspira a “devolver tierras que considera suyas”. No es la primera vez que funcionarios rusos intentan presentar a Polonia como un agresor potencial de Ucrania. El verano pasado, el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, Serguéi Naryshkin, afirmó que "el sueño de tomar Ucrania occidental está vivo en la mente de la élite polaca" y que Polonia está "dando una serie de pasos activos para hacer realidad este sueño".
Esta retórica no es el único ejemplo de cómo el Kremlin intenta sembrar divergencias entre Polonia y Ucrania que han demostrado ser estrechos aliados en la lucha contra la agresión rusa. Otra de las técnicas favoritas de Moscú es especular sobre conflictos reales ocurridos en la historia de ambos países e intentar intensificarlos. El ejemplo más llamativo de la explotación de la historia es la Masacre de Volyn, una matanza de polacos en Volyn durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo recuerdo es intensamente alimentado por Moscú.
Curiosamente, cuando le conviene, la propaganda rusa presenta a Polonia como "víctima del nazismo ucraniano", que, a su vez, lo proclama como una continuación del nazismo de Hitler. Y, al mismo tiempo, el Kremlin pinta una imagen completamente diferente de Polonia: agresiva y más culpable de iniciar la Segunda Guerra Mundial que Alemania. Por ejemplo, en su entrevista con Tucker Carlson, Putin calificó de forzado el ataque de la Alemania nazi a Polonia en 1939, explicando que Varsovia había "jugado" y se había vuelto "demasiado intransigente", "forzando" así a Hitler a lanzar una agresión.
Estas contradicciones no deberían sorprender. Sembrar la discordia entre países aliados es uno de los métodos favoritos de las autoridades rusas, y para lograr este objetivo utilizan cualquier método, a menudo contradictorio. Polonia no es ni mucho menos el único país en el que se observa esta "esquizofrenia política". Una política similar se observa en relación con Francia. Por un lado, la propaganda rusa se jacta de que Moscú está infligiendo un golpe tras otro a París, incluyendo ataques militares, como la matanza de voluntarios franceses cerca de Járkiv. Sin embargo, al mismo tiempo, los analistas militares rusos expresan su esperanza de que en el futuro pueda surgir un "triunvirato de Rusia, China y Francia".
La dualidad del Kremlin hacia Europa en su conjunto es similar, y se observó mucho antes de la invasión a gran escala de Ucrania. Por un lado, los analistas militares y propagandistas rusos establecieron paralelismos directos entre la Unión Europea y la coalición de Hitler y argumentaron que, en la Segunda Guerra Mundial, "la URSS luchó contra toda Europa", que históricamente siempre había sido enemiga de Rusia.
Por otro lado, el director de cine ruso Konstantin Bogomolov, partidario formalmente "liberal" del régimen, publicó "manifiestos" en los que sugería que Moscú debía posicionarse en la escena internacional como centro de gravedad de las "fuerzas conservadoras sanas" de Europa. El autor intentaba convencer al público europeo de que era Rusia la que era capaz de preservar los verdaderos valores europeos, que los propios europeos hoy están perdiendo.
Desde el estallido de la guerra, la propaganda ha sido aún más activa a la hora de convencer a la población de que la civilización occidental es una "oscuridad" que se devora a sí misma. Los filósofos científicos sostienen que Rusia se enfrenta ahora a Occidente en su conjunto, y que este conflicto se basa en "diferencias civilizatorias e ideológicas". El Instituto Ruso de Estudios Políticos y Económicos Internacionales publica artículos en los que afirma que Occidente está llevando a cabo una guerra con Rusia desde hace 500 años sin interrupción, primero bajo el liderazgo del Reino Unido y después de Estados Unidos.
Al mismo tiempo, uno de los fundadores del Consejo para la Política Exterior y Defensa, Serguéi Karaganov, reiteró a finales del año pasado que Rusia es "parte de la cultura europea", es más, los rusos son "europeos correctos y sanos", y por tanto Rusia no debe "cancelar" "nuestra historia europea".
Paradójicamente, incluso estas aparentes contradicciones pueden combinarse en la mente de los consumidores de propaganda en una imagen relativamente coherente, según la cual Rusia, por un lado, forma parte históricamente de la civilización occidental, pero, por otro, se ve obligada a oponerse a ella debido a las políticas traicioneras del propio Occidente. Por desgracia, esta versión de los hechos no sólo resuena entre muchos rusos, sino también entre un cierto número de europeos. Por eso es muy importante transmitir al público europeo ejemplos reales de las actitudes agresivas de Moscú hacia Occidente.
Buena muestra de ello son las "revelaciones" de analistas rusos que no ocultan que pueden beneficiarse de una "Unión Europea débil y que se encuentra en estado de crisis permanente" o de conflictos entre países concretos. Y está claro que, bajo el régimen actual, el Kremlin siempre apostará por debilitar a Occidente y agudizar las contradicciones internas de los países europeos.
Fuente: Ksenia Kyryllova para Krym.Realii
Artículo reimpreso con el consentimiento de Jamestown Foundation