Es difícil creer que un árabe vaya a ser un ciudadano leal a Israel y que esté dispuesto a dar la vida por él
El Estado de Israel cumplió la semana pasada los 65 años y lo ha hecho con más problemas internos que externos, nada sorprendente para un pueblo que ha hecho a lo largo de la Historia de la especulación intelectual su segunda naturaleza.
Aunque parece que esta vez se ha pasado: En su intento de aunar tradición religiosa y modernismo rabioso, Israel optó por no definirse en lo políticamente fundamental, por no tener todavía Constitución alguna para no tener que definirse ni como Estado laico ni como nación teocrática.
Esa presunta solución salomónica está amenazando ahora con hundir al país. Porque Israel es un Estado rodeado de enemigos militantes y algunos implacables – como el Irán de los ayatolás -, y ahora, cuando ha superado con creces el medio siglo de existencia, se encuentra con que casi la mitad de su población está legalmente exenta del servicio militar.
Unos, los ultra ortodoxos, son pacifistas en aras de la fe. No hay ninguna ley que les libre del servicio militar, pero sí una práctica inveterada de hacerlo así. Otro tanto ocurre con la población árabe del país, aunque en este caso la razón no sea bíblica sino de prudencia. Es difícil creer que un árabe vaya a ser un ciudadano leal a Israel y que esté dispuesto a dar la vida por él
En teoría, la marginación militar de esas dos minorías debería ser intrascendente, pero son precisamente estas dos minorías las que tienen el índice de natalidad más alto de Israel y, juntas, representan hoy en día algo más de la mitad de la población.
Y si el absentismo cívico es militarmente grave en Israel, económicamente resulta catastrófico. Porque los ultra ortodoxos se mantienen voluntariamente fuera del circuito productivo en su obstinación de fidelidad a unas normas arcaicas, en tanto que la minoría árabe es marginada sistemáticamente por la sociedad judía que creó hace 65 años, con sangre sudor y lagrimas, el Estado de Israel como patria de los judíos para los judíos..
Pero de los ideales de antaño a las realidades de hogaño hay un largo camino y ahora Israel se enfrenta a la realidad de que más de la mitad de la población del Estado judío vive a costa de la otra mitad
Aunque parece que esta vez se ha pasado: En su intento de aunar tradición religiosa y modernismo rabioso, Israel optó por no definirse en lo políticamente fundamental, por no tener todavía Constitución alguna para no tener que definirse ni como Estado laico ni como nación teocrática.
Esa presunta solución salomónica está amenazando ahora con hundir al país. Porque Israel es un Estado rodeado de enemigos militantes y algunos implacables – como el Irán de los ayatolás -, y ahora, cuando ha superado con creces el medio siglo de existencia, se encuentra con que casi la mitad de su población está legalmente exenta del servicio militar.
Unos, los ultra ortodoxos, son pacifistas en aras de la fe. No hay ninguna ley que les libre del servicio militar, pero sí una práctica inveterada de hacerlo así. Otro tanto ocurre con la población árabe del país, aunque en este caso la razón no sea bíblica sino de prudencia. Es difícil creer que un árabe vaya a ser un ciudadano leal a Israel y que esté dispuesto a dar la vida por él
En teoría, la marginación militar de esas dos minorías debería ser intrascendente, pero son precisamente estas dos minorías las que tienen el índice de natalidad más alto de Israel y, juntas, representan hoy en día algo más de la mitad de la población.
Y si el absentismo cívico es militarmente grave en Israel, económicamente resulta catastrófico. Porque los ultra ortodoxos se mantienen voluntariamente fuera del circuito productivo en su obstinación de fidelidad a unas normas arcaicas, en tanto que la minoría árabe es marginada sistemáticamente por la sociedad judía que creó hace 65 años, con sangre sudor y lagrimas, el Estado de Israel como patria de los judíos para los judíos..
Pero de los ideales de antaño a las realidades de hogaño hay un largo camino y ahora Israel se enfrenta a la realidad de que más de la mitad de la población del Estado judío vive a costa de la otra mitad