LA HABANA. Según Luisa, 76 años, ex prostituta, la primera vez que cobró dinero a cambio de sexo se bañó tres veces intentando quitarse el olor a hombre viejo que transpiraba su cuerpo.
“Alguna vez fui joven y bonita. La madrugada que Batista huyó de Cuba, estaba en la cama con un empresario que era mi amante. Luego todo cambió. La revolución hizo planes para insertar a las prostitutas en la sociedad. Estuve en una escuela de superación de la mujer en Marianao. Varias amigas mías pasaron cursos de corte y costura, otras de taxistas”, cuenta Luisa, mientras almuerza una ración de arroz, chícharos y huevo hervido en una hedionda fonda estatal que vende comida a personas de bajos ingresos.
Pero la necesidad la obligó de nuevo al trueque de sexo por favores. “Dicen que el pájaro siempre vuelve al monte. El caso es que en 1970, después de la zafra de los diez millones, con tres hijos y divorciada, me acostaba con un oficial de la FAR que a cambio me regalaba latas de carne rusa y de leche condensada, entre otras laterías, y me daba dinero para mantener a la prole.
Fidel Castro no incentivó la prostitución, pero mi’jo, el país nunca ha funcionado, y cuando no es un problema es otro. La gente no vive con discursos ni con promesas”, señala Luisa.
Una de sus hijas fue jinetera a finales de los 80. La nieta mayor heredó el 'oficio'. Cuando cae la noche, se llega a un bar al sur de La Habana y se dedica a cazar clientes. “Parece que la pu..... la llevamos en la sangre”, subraya Luisa con un rictus que pretende ser sonrisa, pero refleja vergüenza.
La autocracia verde olivo intentó cambiar las costumbres de la sociedad, dignificar a las mujeres y a los que nunca tuvieron nada y erigir un hombre nuevo inmune a los vicios del consumismo.
La meta era lograr un ciudadano leal a la revolución. A prueba de bombas atómicas. Que fuera circunspecto, casi un santón, que bebiera poco, no practicara demasiado el sexo y fuera capaz de recitar de memoria trechos de discursos importantes del máximo líder.
Como si se tratara de cruzar razas ganaderas o experimentar en un laboratorio con cobayas, Fidel Castro y Ernesto Guevara pusieron manos a la obra. Lo primero era crear un compromiso político y una cultura de odio al imperialismo yanqui.
El aparato de propaganda estatal y los comisarios del partido se encargaban de llevar a cabo la faena. Era una guerra ideológica de alta intensidad en la radio, televisión y la literatura.
Los estantes de las librerías cubanas se desbordaron de clásicos del realismo socialista. Prohibidas las novelitas de Corín Tellado. Las directrices para ser un futuro comunista pasaba por leer Nadie es soldado al nacer, Agosto del 44 o Los hombres de Panfilov, entre otras obras de la literatura bélica soviética.
En aquel tiempo, el control sobre los medios de comunicación era absoluto. Internet sonaba a ciencia ficción, un radio de onda corta era algo subversivo y ni soñar con una computadora, entonces voluminosas.
El régimen dominaba el flujo informativo a su antojo. Eso le permitía gobernar fácilmente. En los años 70, apunta Gerardo, ex combatiente en la guerra civil de Angola, “todos los cubanos creímos que el Ku-Kux-Klan linchaba a los negros en cualquier esquina de los Estados Unidos y que esa nación tenía sus días contados. Nuestra misión era edificar el socialismo primero y el comunismo después. El futuro nos pertenecía”.
Todavía Gerardo recuerda la letanía de consignas que cada mañana repetían en los campamentos militares. “Muchos creíamos que estábamos gestando un nuevo porvenir. No nos enterábamos, o virábamos la cara hacia otro lado, ante los abusos del poder contra aquéllos que pensaban diferente. Yo vine a saber del acoso a los opositores y homosexuales y la creación de las UMAP en los años 90 gracias a internet. Vivíamos en una burbuja”.
Miles de hombres y mujeres fueron apartados del seno familiar con la misión de evangelizar el castrismo. La periodista Tania Quintero, 74 años, cuenta que en 1960, tras escuchar a Fidel Castro hablando sobre la creación de contingentes de maestros voluntarios, que se prepararían en las montañas de la Sierra Maestra y después serían destinados a escuelas rurales, decidió dejar su empleo como mecanógrafa en las oficinas del Partido Socialista Popular y convertirse en maestra.
"Me enrolé en el tercer y último contingente de maestros voluntarios. Desde marzo hasta junio de 1961 estuve en La Magdalena, en las Minas del Frío. Junto con nociones elementales de Pedagogía recibíamos clases de adoctrinamiento político. No teníamos radio y cada varios días nos llegaba la prensa, así fue cómo me enteré de la invasión por Playa Girón", rememora Quintero y añade:
"Las jóvenes que tuvimos mejores expedientes fuimos seleccionadas para pasar un curso de instructoras revolucionarias, recién creado Fidel Castro y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Era un plan de estudio y trabajo, de un año de duración. De lunes a viernes vivíamos albergadas en residencias en el antiguo Havana Biltmore, rebautizado Reparto Siboney por la revolución. Las profesoras eran pedagogas graduadas de la Universidad de La Habana, pero las asignaturas no se limitaban a Matemáticas, Español, Historia, Geografía... También teníamos que estudiar el Marxismo-Leninismo y sus creadores: Marx, Engels y Lenin"
Tania estudiaba mañana y tarde y por las noches daba clases de 'instrucción revolucionaria' -leáse comentar y discutir intervenciones de Fidel Castro- a antiguas domésticas, prostitutas y amas de casa. "Fidel hablaba casi a diario, pero no era fácil que ese tipo de alumnas, de bajo nivel escolar y cultural, se expresaran libremente. Y confieso que lo logré, porque obviaba los párrafos densos de sus discursos. En aquella época, uno de sus monotemas era la inseminación artificial y eso me permitió dar clases animadas. Recuerdo que una alumna me dijo: 'Seño, lo que no entiendo por qué Fidel quiere acabar con las vacas cebú, si ésas son las que siempre hemos tenido y hasta 1959 nos daban mucha carne y mucha leche".
Carlos, sociólogo, no puede demostrar que el nuevo ensayo social, incluido ese plan de estudio y trabajo creado en 1961 por Fidel Castro y la FMC fuera científico. “Creo que ése fue un plan empírico y dio sus resultados, porque si no me equivoco superó a miles de mujeres, antiguas criadas y campesinas. Pero existían códigos bien definidos en lo que respecta a la evangelización del castrismo y la creación de un cubano nuevo. Era un protocolo bien estructurado para lograr el propósito de transformar al ser humano en un zombi. El resultado de diseñar un hombre de laboratorio lo estamos recogiendo ahora. Simulador, mentiroso y generalmente mal educado”.
El gran adversario del régimen de Fidel Castro primero, y de su hermano Raúl después, han sido las nuevas tecnologías de información. Lo que no pudo lograr la estrategia insurreccional anticastrista en los años 60 y el posterior activismo pacífico de la disidencia, lo ha logrado, y lo sigue logrando, internet y las redes sociales.
A pesar que una hora de internet cuesta el salario de dos días y medio de un obrero, ya los hechos no se pueden ocultar. La autopista de la información ha dejado en evidencia las falencias y proverbial manipulación de la prensa estatal.
La red de redes es el arma que ha destrozado el estrafalario proyecto de construir un hombre nuevo en una isla del Caribe. Para la autocracia, internet es un Caballo de Troya. Por eso intentan censurarla.