La muerte del Nobel de literatura Gabriel García Márquez, sitúa una vez más el tema de la fascinación que padecen algunos intelectuales ante el poder político.
¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución: ningún derecho.
Fidel Castro.
La muerte del Nobel de literatura Gabriel García Márquez, sitúa una vez más el tema de la fascinación que padecen algunos intelectuales ante el poder político, en particular, cuando este está representado por un dictador que encarna ideas extremistas.
García Márquez fue un adorador de Fidel Castro. Nunca puso reparo a los abusos de su gobierno. A pesar de su indiscutible talento, fue absolutamente insensible a la situación de los derechos humanos en Cuba.
La isla era para el laureado escritor un centro de veraneo. Disfrutó de riquezas extremas en medio de la crónica pobreza material y espiritual que impuso el totalitarismo castrista en Cuba.
Muchos escritores, pintores, creadores en general fueron cautivados por el proceso insurreccional y posterior triunfo de ese proceso. Confiaron que se iniciaba en Cuba, con posibilidades de extenderse al resto del hemisferio, un proceso de justicia social con libertad.
Los abusos y fracasos acabaron con el encantamiento de muchos de esos intelectuales. Se decepcionaron del proceso y de su conductor, pero ese no fue el caso de Gabriel García Márquez, quien según pasaba el tiempo y Fidel Castro sumaba muertes y violaciones a los derechos humanos, la amistad y la admiración entre ambos se profundizaba.
Algo similar ocurrió con los muchos intelectuales que adoraron a José Stalin.
Por ejemplo Rafael Alberti, escribió cuando murió el dictador soviético, “Padre y maestro y camarada: quiero llorar, quiero cantar. Que el agua clara me ilumine, que tu alma clara me ilumine en esta noche en que te vas”. Pablo Neruda no se quedó corto y manifestó, “Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los pueblos...Stalin alza, limpia, construye, fortifica, preserva, mira, protege, alimenta”. Nicolás Guillen expresó, en la Canción a Stalin, “Stalin, Capitán, a quien Changó proteja y a quien resguarde Ochún. A tu lado, cantando, los hombres libres van”, y el poeta Antonio Machado señaló, “es la mano abierta y generosa, el corazón hospitalario para todos los hombres libres”.
Adolfo Hitler también contó con admiradores en el mundo intelectual. Se afirma que el filósofo Martin Heidegger, considerado uno de los pensadores más importantes del siglo XX, simpatizaba con el dictador nazi, y Gunter Grass, admitió haber pertenecido a las SS, fuerzas nazis de elite, y Leni Riefenstahl, fue calificada de haber sido la cineasta oficial de nazismo.
Hugo Chávez, el caudillo venezolano, fue venerado por más de un creador, destacándose entre ellos el realizador Oliver Stone, que siente por Fidel Castro igual devoción, sin embargo hay que destacar que García Márquez apenas escribió sobre el déspota venezolano, teniendo en cuenta el protagonismo hemisférico que este tuvo por un largo periodo de tiempo y la amistad que unía a ambos con Fidel Castro.
El ensayista cubano Jacobo Machover, en su libro el “Sueño de la Barbarie” denuncia como autores de la talla de Jean Paul Sartre le hicieron el juego al castrismo por un periodo de tiempo, y que personalidades como el desaparecido José Saramago e Ignacio Ramonet, entre otros, defendieron la tiranía de más de cinco décadas de los hermanos Castro.
No obstante la devoción de García Márquez por Fidel Castro es la más difícil de entender, porque el laureado escritor tuvo la oportunidad de ser testigo del triunfo de la insurrección, pero también del deterioro del régimen.
García Márquez prefirió ignorar lo que sucedía en Cuba por conservar la amistad de Castro. Calló ante los fusilamientos, prisiones, exilio, la destrucción económica del país, la exportación de la subversión desde La Habana al resto del continente, y la subordinación del régimen a la Unión Soviética.
El supo del caso Heberto Padilla y del exilio de Guillermo Cabrera Infante y del ostracismo interno y externo que padecieron muchos de sus pares de la isla.
La conducta del autor de Cien Años de Soledad, conduce a pensar que el talento puede no ser compatible con el más elemental sentido de justicia y puede ser capaz de generar un ambiente de "realismo mágico" que propicie ignorar todo aquello que colisiona con sus pensamientos e intereses.
El gobierno de Cuba valoró con tanta estima la aquiescencia de García Márquez que el propio Fidel Castro le entregó una lujosa casa de protocolo y le distinguió con las medallas Haydee Santamaría y la Orden Félix Varela.
García Márquez el escritor deja una profunda huella en la literatura mundial, el hombre lamentablemente deja muchas preguntas sin respuestas, entre ellas su amistad con Fidel Castro y por qué no vivió y murió en Colombia, si como dice el presidente Juan Manuel Santos, fue el más ilustre de los colombianos.
Fidel Castro.
La muerte del Nobel de literatura Gabriel García Márquez, sitúa una vez más el tema de la fascinación que padecen algunos intelectuales ante el poder político, en particular, cuando este está representado por un dictador que encarna ideas extremistas.
García Márquez fue un adorador de Fidel Castro. Nunca puso reparo a los abusos de su gobierno. A pesar de su indiscutible talento, fue absolutamente insensible a la situación de los derechos humanos en Cuba.
La isla era para el laureado escritor un centro de veraneo. Disfrutó de riquezas extremas en medio de la crónica pobreza material y espiritual que impuso el totalitarismo castrista en Cuba.
Muchos escritores, pintores, creadores en general fueron cautivados por el proceso insurreccional y posterior triunfo de ese proceso. Confiaron que se iniciaba en Cuba, con posibilidades de extenderse al resto del hemisferio, un proceso de justicia social con libertad.
Los abusos y fracasos acabaron con el encantamiento de muchos de esos intelectuales. Se decepcionaron del proceso y de su conductor, pero ese no fue el caso de Gabriel García Márquez, quien según pasaba el tiempo y Fidel Castro sumaba muertes y violaciones a los derechos humanos, la amistad y la admiración entre ambos se profundizaba.
Algo similar ocurrió con los muchos intelectuales que adoraron a José Stalin.
Por ejemplo Rafael Alberti, escribió cuando murió el dictador soviético, “Padre y maestro y camarada: quiero llorar, quiero cantar. Que el agua clara me ilumine, que tu alma clara me ilumine en esta noche en que te vas”. Pablo Neruda no se quedó corto y manifestó, “Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los pueblos...Stalin alza, limpia, construye, fortifica, preserva, mira, protege, alimenta”. Nicolás Guillen expresó, en la Canción a Stalin, “Stalin, Capitán, a quien Changó proteja y a quien resguarde Ochún. A tu lado, cantando, los hombres libres van”, y el poeta Antonio Machado señaló, “es la mano abierta y generosa, el corazón hospitalario para todos los hombres libres”.
Adolfo Hitler también contó con admiradores en el mundo intelectual. Se afirma que el filósofo Martin Heidegger, considerado uno de los pensadores más importantes del siglo XX, simpatizaba con el dictador nazi, y Gunter Grass, admitió haber pertenecido a las SS, fuerzas nazis de elite, y Leni Riefenstahl, fue calificada de haber sido la cineasta oficial de nazismo.
Hugo Chávez, el caudillo venezolano, fue venerado por más de un creador, destacándose entre ellos el realizador Oliver Stone, que siente por Fidel Castro igual devoción, sin embargo hay que destacar que García Márquez apenas escribió sobre el déspota venezolano, teniendo en cuenta el protagonismo hemisférico que este tuvo por un largo periodo de tiempo y la amistad que unía a ambos con Fidel Castro.
El ensayista cubano Jacobo Machover, en su libro el “Sueño de la Barbarie” denuncia como autores de la talla de Jean Paul Sartre le hicieron el juego al castrismo por un periodo de tiempo, y que personalidades como el desaparecido José Saramago e Ignacio Ramonet, entre otros, defendieron la tiranía de más de cinco décadas de los hermanos Castro.
No obstante la devoción de García Márquez por Fidel Castro es la más difícil de entender, porque el laureado escritor tuvo la oportunidad de ser testigo del triunfo de la insurrección, pero también del deterioro del régimen.
García Márquez prefirió ignorar lo que sucedía en Cuba por conservar la amistad de Castro. Calló ante los fusilamientos, prisiones, exilio, la destrucción económica del país, la exportación de la subversión desde La Habana al resto del continente, y la subordinación del régimen a la Unión Soviética.
El supo del caso Heberto Padilla y del exilio de Guillermo Cabrera Infante y del ostracismo interno y externo que padecieron muchos de sus pares de la isla.
La conducta del autor de Cien Años de Soledad, conduce a pensar que el talento puede no ser compatible con el más elemental sentido de justicia y puede ser capaz de generar un ambiente de "realismo mágico" que propicie ignorar todo aquello que colisiona con sus pensamientos e intereses.
El gobierno de Cuba valoró con tanta estima la aquiescencia de García Márquez que el propio Fidel Castro le entregó una lujosa casa de protocolo y le distinguió con las medallas Haydee Santamaría y la Orden Félix Varela.
García Márquez el escritor deja una profunda huella en la literatura mundial, el hombre lamentablemente deja muchas preguntas sin respuestas, entre ellas su amistad con Fidel Castro y por qué no vivió y murió en Colombia, si como dice el presidente Juan Manuel Santos, fue el más ilustre de los colombianos.