Un grupo de 24 artistas y académicos cubanos subscribieron una carta abierta solicitando a la comunidad artística internacional no cooperar "con eventos culturales patrocinados por el Estado hasta que todos los cubanos de la isla sean libres".
“Lo que queremos lograr con la carta es, simplemente, concientizar al mundo del arte internacional acerca de la situación actual en Cuba, la represión y la de los artistas y de hacerles reflexionar antes de decidirse a ir y cooperar con las actividades apoyadas por el Estado cubano”, dijo a Martí Noticias la artista cubano-americana Coco Fusco, quien compartió la misiva en redes sociales.
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El mensaje lamenta que “la creciente represión del gobierno cubano contra los artistas de la Isla, sus persistentes violaciones de derechos humanos y la crisis humanitaria interna de la que es el único responsable, no han recibido un escrutinio suficiente como para provocar preocupaciones éticas con respecto a cooperar con el Estado cubano”.
También alude al nuevo Código Penal, que estipula que los ciudadanos cubanos pueden ser condenados a penas de cárcel por criticar al gobierno en las redes sociales, recibir fondos externos para actividades culturales independientes o participar en acciones que las autoridades interpreten como injerencia extranjera.
“La carta es una llamada de atención sobre dos cuestiones fundamentales: Una es el hecho de que el gobierno cubano históricamente ha usado los eventos culturales para blanquear su imagen ante el mundo. En los últimos tiempos, los últimos años hemos visto como hay una insistencia particular en usar estos recursos para blanquear la imagen del castrismo ante la comunidad internacional”, indicó el artista visual Julio Llópiz Casal, exiliado recientemente en España.
“En segundo lugar, es una llamada de atención sobre el hecho de que, independientemente, de que vivimos tiempos en que hay grandes campañas de solidaridad y de movilización en torno a injusticias, sobre todo al interior del campo cultural, las cuestiones que tienen que ver con Cuba no reciben el mismo tipo de atención”, afirmó.
“Es una invitación a pensar en que hay grandes comunidades de intereses con ciertas corrupciones y grandísimas injusticias al interior de la realidad cubana y, sin embargo, buena parte de la comunidad internacional no se hace eco de estas cuestiones y aplican una moralidad discrecional en la que no hay espacio para solidarizarse con lo que pasa en Cuba”, recalcó Llópiz.
Lee también EEUU recuerda el 27N: "Encarcelar artistas por expresarse es un claro ejemplo de la represión en Cuba"Los firmantes apremian a los artistas extranjeros a analizar que las transgresiones contra los creadores cubanos son implementadas por los mismos burócratas que los reciben a ellos en Cuba, que organizan sus visitas y asignan “comisarios” de confianza para guiarlos por centros culturales gestionados por el Estado.
La misiva recuerda que cientos de jóvenes artistas han sido acosados, interrogados, detenidos, expulsados de sus trabajos, sometidos a vigilancia y arresto domiciliario e incluso obligados a exiliarse.
“En nombre de la justicia para nuestros compatriotas injustamente encarcelados, pedimos que los extranjeros no cooperen con eventos culturales patrocinados por el Estado hasta que todos los cubanos de la isla sean libres”, concluye el documento firmado por Carlos Aguilera, Lester Alvarez, Yissel Arce Padrón, Mónica Batard, Tania Bruguera, Raychel Carrion, Sandra Ceballos, Rafael Díaz Casas, María de Lourdes Mariño Fernández, Solveig Font, Coco Fusco, Claudia Genlui, Celia Irina González, JuanSi González, Henry Eric Hernandez, Hilda Landrove, Hamlet Lavastida, Reynier Leyva Novo, Julio Llópiz Casal, Camila Lobón, Cirenaica Moreira, Yanelys Nuñez Leyva, Ernesto Oroza y Samuel Riera.
Carta Abierta a la Comunidad Artística Internacional Sobre el Arte y los Derechos Humanos en Cuba
En los últimos cinco años, el mundo del arte internacional ha sido escenario de numerosas polémicas relacionadas con la eticidad de sus vínculos y las decisiones que toma. Artistas, activistas y periodistas culturales de investigación han obligado a esas instituciones a reflexionar si es ético aceptar el apoyo de empresas e individuos que sostienen relaciones beneficiosas con compañías de combustibles fósiles, fabricantes de armas y de fármacos altamente adictivos.
El movimiento #MeToo provocó la ruptura entre instituciones artísticas y presuntos culpables de acoso sexual. La invasión rusa de Ucrania hizo que la presencia de oligarcas rusos en los consejos de administración de museos en Occidente se volviera políticamente inviable. La decisión de rechazar, debido a sus opiniones políticas, a una curadora turca recomendada por un comité asesor para dirigir la Bienal de Estambul, así como los ataques de la prensa de derechas contra un respetado director de museo español, han generado consternación generalizada en el sector artístico.
Desafortunadamente, la creciente represión del gobierno cubano contra los artistas de la Isla, sus persistentes violaciones de derechos humanos y la crisis humanitaria interna de la que es el único responsable, no han recibido un escrutinio suficiente como para provocar preocupaciones éticas con respecto a cooperar con el Estado cubano.
Los firmantes representamos a una comunidad diversa y dispersa de profesionales del arte cubanos y de origen cubano de dentro y fuera de la isla, que pretende llamar la atención sobre la situación de nuestra patria. Cuba se enfrenta actualmente a su crisis política, económica y humanitaria más grave en varias décadas, que nos afecta como ciudadanos y creadores, y también tiene implicaciones para aquellos extranjeros cuya “solidaridad” es constantemente solicitada por el Ministerio de Cultura cubano a través de sus diversos agentes.
Más de 1.000 presos políticos cumplen actualmente condenas escandalosamente largas por protestar pacíficamente: entre ellos se encuentran varios de nuestros compañeros artistas. La detención masiva de manifestantes pacíficos por parte del gobierno cubano en julio de 2021 ha sido condenada por las Naciones Unidas, el Parlamento Europeo, Amnistía Internacional y el Observatorio de Derechos Humanos. Meses de negociación con el Departamento de Estado de EE. UU. no han dado resultados hasta el momento. El Vaticano ha implorado en vano la liberación de los presos políticos. El gobierno cubano no se ha mostrado dispuesto a conceder indultos ni amnistía.
Los cubanos en la Isla se enfrentan a la escasez de alimentos, medicinas, electricidad y gasolina, así como al colapso de su infraestructura. La inflación superó el 70% en 2023. El turismo, la única industria en la que el gobierno invierte, ha caído más del 50% desde el año 2020. Los dirigentes cubanos han cimentado alianzas con China y Rusia, y apoyado la invasión a Ucrania. El gobierno presume de un sector privado pretendidamente pujante al que impone numerosos obstáculos, al tiempo que ofrece sus productos a precios impagables para la mayoría de sus ciudadanos, todo lo cual ha creado una división de clases no vista en Cuba en más de seis décadas.
El nuevo código penal estipula que los ciudadanos cubanos pueden ser condenados a penas de hasta dos años por publicar críticas al gobierno en las redes sociales, recibir fondos externos para actividades culturales independientes o participar en actividades que puedan interpretarse como injerencia en las funciones del gobierno. El efecto combinado de la violencia estatal contra el pueblo y la creciente miseria condujo a más de 300.000 cubanos a emigrar durante el pasado año, lo que representa el mayor éxodo de la historia del país.
Desde 2018, el sector cultural ha sido uno de los principales objetivos de la represión estatal. Ese año, empeñado en aplastar la proliferación de proyectos culturales independientes, el gobierno cubano comenzó a emitir leyes que criminalizan la circulación pública de cualquier expresión cultural producida sin autorización gubernamental. Los jóvenes creadores de diversos campos, desde la música a las artes visuales, el teatro y el cine, han alzado su voz para protestar contra esas medidas, por lo que han sufrido crecientes oleadas de represión.
En enero de 2021, el Ministro de Cultura agredió físicamente a un grupo de artistas que le había pedido audiencia mientras se manifestaban pacíficamente ante sus oficinas para reclamar que la policía y las fuerzas represivas dejaran de rodear el edificio donde se efectuaría la reunión. Diversos artistas han sido acosados, interrogados, detenidos, expulsados de sus trabajos, sometidos a vigilancia y arresto domiciliario e incluso obligados a exiliarse. Junto a decenas de periodistas independientes, que han sido objeto de un acoso similar, cientos de jóvenes creadores han abandonado el país, y a varios de esos trabajadores culturales se les ha prohibido regresar a la isla.
Estas duras realidades no han impedido que el Ministerio de Cultura cubano persista en utilizar el arte para rescatar su imagen pública. Mientras los ancianos pasan hambre porque sus pensiones los mantienen en condiciones de extrema vulnerabilidad, y mientras un rapero ganador de un Grammy cumple condena de nueve años de prisión por “difamación a las instituciones”, el Ministerio de Cultura ha dado luz verde al Havana Art Weekend, que debe celebrarse en noviembre próximo, con el fin de atraer a la isla a artistas extranjeros y, con ellos, a posibles inversores, a fin de ofrecerles una idea de lo que podrán ver en la bienal de arte del próximo año.
Por otra parte, el Ministerio de Cultura extiende la alfombra roja a las empresas internacionales que sirven los intereses del Estado, como Galería Continua, y les permite operar en la isla, al tiempo que prohíbe a los cubanos crear sus propias galerías. Del mismo modo que el gobierno cubano entabló amistad con famosos intelectuales latinoamericanos en la década de 1960 a fin de romper el aislamiento diplomático de la isla, ahora el Ministerio de Cultura se esfuerza por atraer a otra claque de figuras de alto nivel a las que persuadir de prestar su apoyo y atraer divisas a una economía que está al borde del colapso.
De la misma manera que en la década del 60 el gobierno cubano envió a sus mejores artistas como diplomáticos para lavar su imagen internacional, los torpes y envejecidos burócratas del Ministerio de Cultura delegan sus campañas promocionales en jóvenes artistas y comisarios considerados políticamente confiables, encargados de crear la impresión de una escena artística contemporánea vibrante y avanzada.
El gobierno cubano siempre ha utilizado el trabajo cultural para crear la impresión entre los extranjeros de que el Estado es benévolo y apoya la cultura. Como parte de tal esfuerzo, extiende su influencia más allá de las fronteras cubanas, intentando censurar en otros países proyectos y exposiciones de artistas cubanos críticos. Siempre han existido profesionales de las artes que cooperan, a veces porque creen en el sistema, a veces porque sienten que no tienen otra opción, y otras veces porque ven en la alianza con el Estado la vía que les asegure el éxito profesional. Sin embargo, las presiones políticas y económicas que sufren los cubanos no se esgrimen contra los extranjeros, muchos de los cuales continúan seducidos por la fantasía política de que Cuba es una utopía socialista.
Es imperativo que los artistas extranjeros reconozcan que la represión de los artistas cubanos es llevada a cabo por los mismos burócratas que les dan la bienvenida a la isla, del mismo modo que les presentan a un grupo selecto de artistas de confianza y organizan sus visitas a las salas de arte gestionadas por el Estado. Los extranjeros tienen la libertad de elegir sin coacciones y la posibilidad de informarse sobre las condiciones en las que los cubanos están obligados a vivir. Les pedimos que lo hagan antes de caer en la trasnochada narrativa del tiempo de la Guerra Fría que presenta a Cuba como víctima de la agresión imperialista. El mismo gobierno que se beneficia de ese apoyo, ejerce formas de represión contra los cubanos que los artistas extranjeros consideran inaceptables en sus propios países.
Pedimos a los extranjeros que reflexionen sobre estas contradicciones irresueltas. ¿Por qué la existencia de más de 1.000 presos políticos o la legislación draconiana que criminaliza la labor cultural independiente han de ser menos cuestionables que el comportamiento sexual depredador de un individuo poderoso? ¿Por qué es más fácil dejar de hacer negocios con oligarcas rusos que negarse a colaborar con un gobierno que se alía con Rusia y encarcela a sus ciudadanos más creativos? ¿Por qué celebramos el éxito de los activistas en Estados Unidos y Europa que obligaron a los museos a romper lazos con millonarios que hicieron sus fortunas enganchando al pueblo a los opioides, e ignoramos a los artistas e intelectuales que ponen en juego sus medios de vida por denunciar que la élite cubana se enriquece con sus empresas turísticas mientras que cualquier persona puede ser detenida por publicar una queja en los medios sociales?
Muchos extranjeros interesados en Cuba desean convencerse de que visitando la Isla están “ayudando al pueblo cubano” y “apoyando al arte cubano”. Muchos quieren creer que su sola presencia en la isla puede alterar la maquinaria de represión estatal. Es necesario que sepan que los dólares de los turistas van directamente a las arcas del gobierno y se reinvierten en turismo y policía. En lugar de garantizar la libertad de expresión de los cubanos, la presencia de personalidades extranjeras del mundo del arte contribuye a sostener el mito de la Revolución Cubana como proveedora de cultura.
Quienquiera que desee ayudar a los artistas cubanos podría considerar comprometerse con las decenas de artistas independientes cubanos —dentro y fuera de la isla— que se encuentran al margen de la cultura oficial, luchando por ganarse la vida para que sus historias sobre nuestro país y su asediado pueblo sean escuchadas. En nombre de la justicia para nuestros compatriotas injustamente encarcelados, pedimos que los extranjeros no cooperen con eventos culturales patrocinados por el Estado hasta que todos los cubanos de la isla sean libres.