“Hicimos todo lo posible”, la acostumbrada fórmula que emplean los médicos para sustituir a "Su familiar falleció”, está respaldada en algunos lugares por el empleo de todos los recursos adecuados y el esfuerzo denodado de los que tomaron el juramento de Hipócrates.
En Cuba, uno de los países con más médicos per cápita (unos 76.000 en total) y que durante años exhibió como vitrina de la revolución su sistema de salud, los médicos son todavía humanos y esforzados, y en el extranjero gozan de esa merecida fama. Sin embargo, en su propio país se sienten muchas veces frustrados por no poder hacer más para salvar las vidas de sus compatriotas.
La escasez de medicamentos, medios diagnósticos, instrumental y accesorios quirúrgicos; el deterioro material y de suministros, y la extracción de profesionales del sistema de atención primaria (médico de la familia y policlínicos); y la espera prolongada para acceder a citas con especialistas y a procedimientos quirúrgicos que origina la creciente exportación de servicios médicos, son algunas de las razones de numerosas muertes que pudieran haberse evitado en la isla, confirmaron a Martí Noticias los galenos cubanos Eduardo Cardet, médico de familia en Velazco, Holguín, y Arnoldo de la Cruz, clínico en Palma Soriano, Santiago de Cuba.
Más pacientes
La atención primaria en Cuba, que comenzó en los años 80 con el precepto de un médico para cada 120 familias está actualmente muy desequilibrada, con médicos que atienden a más de mil pacientes. Zonas que antes tenían médico de familia ahora no lo tienen, sobre todo en áreas rurales, pero también en las ciudades. En La Habana ubican en los consultorios a médicos del interior o estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina porque hay amplias zonas que no tienen cobertura.
Carencias
Pero más que la sobrecarga de pacientes, pesa la falta de materiales y medios diagnósticos y las condiciones de trabajo. Si al principio se tenían todas las condiciones creadas, incluso un autoclave para esterilizar, los dos profesionales denuncian carencias y policlínicos que van desde un esfigmomanómetro en consultorios de la familia hasta equipos básicos como un desfibrilador, un laringoscopio para entubaciones, película para radiografías o papel para los electrocardiogramas, razón que acaba conduciendo al congestionamiento de los cuerpos de guardia de los hospitales.
Pero no todos llegan a tiempo: Cardet explica que, por ejemplo, los casos de infarto del miocardio requieren como tratamiento inmediato la trombolisis, administrar al paciente estreptoquinasa recombinante para disolver el coágulo. Y ya eso no existe en todos los policlínicos. De la Cruz menciona el reciente caso de un anciano de Palma Soriano que murió porque no se le hizo un electrocardiograma.
Súmele el papeleo, y el tiempo que tardará la ambulancia en el traslado,(en algunos lugares, como señala De la Cruz, no sale hasta que haya varios pacientes). En estos casos las primeras horas son claves, así que el afectado prefiere que lo lleven directamente al hospital
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En la Isla es también cada vez más significativo el número de enfermos que dependen de poder ser ayudados por sus familiares en el exterior, mediante el envío de medicinas, equipos, accesorios médicos y dinero que, o no existen, o son escasos en la isla, fomentando su tráfico ilegal.
Sin embargo, Cuba exporta una parte importante de su producción farmacéutica a Venezuela, y aunque el régimen responsabiliza por la falta de fármacos, equipos, material quirúrgico y de diagnóstico al embargo estadounidense, en la isla hay hospitales con equipos médicos de última generación, todo tipo de suministros y suficientes medicinas para atender cualquier tipo de dolencia, siempre y cuando el paciente sea un extranjero con divisas, o pertenezca a, o esté vinculado con la clase política que gobierna el país.
Si fuera poco, lo más preciado que le queda al sistema de salud cubano, la capacidad y el humanismo de sus médicos, también está en peligro:
Los ridículos salarios de los profesionales – a pesar de ser de los más altos de la sociedad cubana- no se comparan ni de lejos con lo que ganan sus colegas en otras partes del mundo.
Incluso la exportación de servicios ha introducido una cuña entre los que cumplen misiones en el extranjero, que trabajan con mejores condiciones y tienen más posibilidades económicas, y los que permanecen en la isla. Elementos estos, desencadenantes del descontento de los profesionales que ejercen en Cuba, los que acaban trabajando sin interés, e incurriendo a veces en negligencias, mientras que otros procuran emigrar a donde puedan desarrollarse y tener una vida más digna, con mejores salarios y reconocimientos.