La emisión sin autorización del documental La Habana de Fito, del director Juan Pin Vilar (La Habana, 1963), en un programa de la televisión estatal cubana este junio ha levantado una polvareda dentro y fuera de Cuba y provocado un cierre de filas de los cineastas contra el Ministerio de Cultura.
La publicación de la cinta más reciente de Pin Vilar –sus realizadores advierten de que no era la versión definitiva–, basada en una serie de entrevistas con el roquero argentino Fito Páez, no vino de la nada.
En el programa que publicó el documental –en el que el músico tocó temas sensibles como la pena de muerte en la isla– los tertulianos de la televisión estatal criticaron las palabras del artista y aseguraron que está “mal informado” sobre el país.
Meses antes, su proyección fue cancelada sin previo aviso en una sala habanera.
En entrevista con EFE, Pin Vilar cargó contra las decisiones que tomaron las autoridades culturales –“han hecho un papelón”–, advirtió que esto incluso podría llevar al país a perder mucho dinero en los tribunales (la cinta aún no cuenta con los permisos de la disquera Sony) y lamentó la censura a la que se somete al sector.
Según Pin Vilar, el viceministro de Cultura de Cuba, Fernando Rojas, lo “llamó una hora antes” para informarle de la emisión del programa, a pesar de que el director no le había dado permiso en una llamada telefónica previa junto con el entonces director del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Ramón Samada –ya destituido–.
“Yo le dije que tenía que consultarlo (...) mi productor, que está en Buenos Aires, y los distribuidores (también en la capital argentina) dijeron que no (...) (Les) expliqué que eso puede interrumpir la ruta (de la cinta) en festivales (...) No obstante, ellos en su cabeza de niños chiquitos y abusadores, dijeron: ‘Vamos a ponerlo de todas maneras”, censuró el cineasta.
Reacción del sector
Este episodio fue el germen que derivó en la creación de una asamblea independiente de cineastas, cuyo primer manifiesto contó con la firma de cientos de personas –entre ellos Fernando Pérez y Jorge Perugorría– y el apoyo tácito de figuras de la cultura históricamente vinculadas al Gobierno cubano, como Silvio Rodríguez.
La asamblea ha buscado desde entonces dialogar con el Ministerio y ha empujado una agenda que tiene como objetivo terminar con la censura, dar una mayor libertad creativa a los realizadores y establecer una ley de cine.
Sin embargo, esto no detuvo una andanada oficialista en contra de Páez –y de Pin Vilar– por haber sido crítico con los dirigentes de la isla y, entre otras cosas, asegurar en los medios que el Estado cubano no puede culpar de todos sus males al embargo económico estadounidense.
“A mí lo que me tiene asombrado no es la censura, (sino) lo mentirosos que son (...) Empiezan a crear una narrativa tratando de mezclarme a mí con la contrarrevolución, diciendo que las ideas que yo manejo en el documental coinciden con una campaña contra Cuba”, cuenta con tono irónico.
Pin Vilar no le quitaría ni una coma a las críticas del autor de canciones icónicas como El amor después del amor contra el Gobierno insular.
“Yo soy de las personas, igual que Fito, que piensa que el bloqueo (embargo económico) es un daño que existe de verdad. Hay una persecución financiera contra Cuba… pero que no haya tomates (en los agromercados) o que tres idiotas tomen esa decisión (censurar el documental) no tiene nada que ver con el bloqueo”, remata.
Tampoco entiende a quienes, desde las esferas oficialistas, justifican decisiones como la que se tomó con su cinta arguyendo que Cuba está en guerra con EEUU: “Es inaceptable para un joven con dos dedos de frente pensar que estamos en guerra”.
Sin esperanzas de cambio
Lo sucedido con La Habana de Fito, así como la reacción que ha provocado desde el Gobierno –en las últimas semanas se creó un grupo de trabajo para atender las demandas del gremio– no le genera mucha esperanza de cambio a Pin Vilar.
“Las revoluciones se hacen para que haya libertades. Es por eso que triunfan (...) La que tú pongas. Da igual que la francesa, la mexicana, la cubana, cualquiera. Entonces, en la medida en que esas revoluciones se van convirtiendo en conservadoras, van derivando en Estados dictatoriales, porque no hay nada más dictador que lo conservador”, argumenta.
El cineasta también se lamentó por la fuga de talentos que hay en Cuba, entre otras cosas, motivada por acciones como la que sufrió con su largometraje.
“Lo más brillante de mi generación se fue, como lo más brillante de ésta. En vez de hacer un cine crítico y un cine que menciona la realidad, (se pretende hacer) un cine contemplativo, tonto, que no llega a ningún lugar”, dice.
El director no tiene miedo de las posibles represalias por decir lo que dice sin pelos en la lengua. Aunque sí admite que tiene “preocupación” e “incertidumbre”.
Lo que le deja más tranquilo y satisfecho es la avalancha de solidaridad que lo ha desbordado en las pasadas semanas, en especial de jóvenes que ni siquiera conoce.
“Sí me emociona porque eso me dice que la solución a los problemas o que el cambio, como le llaman algunos, es posible y es probable desde Cuba. No desde agendas inducidas desde ningún lugar del mundo, sino desde Cuba”, concluye.