Con estas simples palabras, Gladys Rodríguez describe la situación política es su país. Rodríguez ha sido por 15 años la presentadora principal en noticiero estelar de Globovisión, la única cadena de televisión independiente que se ha atrevido a criticar a los gobiernos de Hugo Chávez y el de su sucesor Nicolás Maduro.
Esta semana Rodríguez se encuentra en el sur de la Florida de vacaciones con su familia. Su futuro es incierto. Ella todavía tiene un programa de radio en Venezuela y quiere regresar a presentar su renuncia en persona. También explora la posibilidades de venir y trabajar en Estados Unidos.
Rodríguez y otros siete periodistas renunciaron a sus cargos en Globovisión el miércoles de la semana pasada cuando el nuevo dueño de la emisora les dejó saber que la nueva gerencia no les podía garantizar que la estación continuaría con una política editorial independiente que permitiera críticas al gobierno.
En una carta dirigida a Raúl Gorrín, el nuevo dueño mayoritario de la estación Rodríguez le dijo que le preocupaba la nueva política de la estación que le impide a los periodistas hacer informaciones críticas al gobierno de Maduro.
Lo que vive Rodríguez es una nueva muestra de cómo poco a poco el gobierno venezolano va silenciando a sus críticos. Globovisión fue desde su comienzo una emisora totalmente independiente hasta que su dueño original Guillermo Zuloaga vendiera la misma a un grupo con vínculos fuertes con el gobierno. La venta se concretó en marzo y el traspaso de la propiedad tuvo lugar en abril.
Cuando vendió la estación, Zuloaga explicó que el gobierno lo había obligado a vender forzándolo a pagar multas administrativas millonarias por poner al aire cualquier información que le molestase a los que están en el poder. Además señaló que tenía indicios que la concesión de Globovisión lo le iba a ser renovada en el 2014.
Zuloaga dijo al vender que esperaba que por lo menos la venta garantizaría los puestos de los 500 empleados de la planta. Eso no fue así.
En su cartea a Gorrín, Rodríguez dijo que “el cambio de imagen o meter nuevos programas no sirve de nada si no hay una línea editorial clara, recta, justa e independiente. Y eso sólo se logra haciendo buen periodismo. “Yo adoro Globovisión y nunca quise irme pero las decisiones que han tomado últimamente como hasta prohibirle la entrada al canal a mis compañeros, fueron decisiones equivocadas, errores garrafales que me obligan a retirarme con todo el dolor de mi corazón Globovisión,” dice la carta de Rodríguez.
La presentadora dice que ella no es una perseguida política y que sólo aspira a ser una periodista independiente. Ella regresara a Venezuela el 2 de septiembre para renunciar en persona y continuar con sus labores en la radio y como imagen de varios anunciantes de las mayores empresas del país.
Rodríguez y su familia están preparados. Ellos tienen una casa en Weston y durante sus vacaciones ha estado tanteando el mercado en el sur de la Florida para ver si puede conseguir trabajo aquí.
Ella ve que Venezuela todavía no es una sociedad cerrada y marxista como lo es en Cuba. Pero se da cuenta que esa es la dirección en que va el gobierno. Venezuela no está haciendo el cambio en forma brusca como lo hiciera Fidel Castro en Cuba en 1959, pero lo hace forzando a personas y entidades a vender sus propiedades e irse del país.
Loa periodistas que renunciaron el miércoles de la semana pasada dijeron que no podían seguir trabajando para la emisora después de una reunión que tuvieron con Gustavo Pérdomo, un accionista minoritario encargado del manejo de Globovisión, en la cual le dijeron que los nuevos dueños no van a permitir una línea editorial independiente.
Uno de los primeros en renunciar fue Leopoldo Castillo, un veterano periodista que presentaba un programa de entrevistas duras a personales tanto dentro como fuera del gobierno. Su “Alo Ciudadano” es un juego de palabras para contrastar el contenido de su programa con el que hacía con mucha frecuencia el fenecido presidente Hugo Chávez, quien llamaba su programa Alo Presidente.
Cuando Chávez hablaba, todas las estaciones de radio y televisión del país tenían que hacer cadena para transmitir los discursos del primer mandatario. Lo mismo tienen que hacer ahora cuando habla Maduro.
La salida de la emisora de sus personalidades más reconocidas e importantes de la televisión son un indicio claro que el gobierno no está dispuesto a tolerar críticas de los medios; que poco a poco aprietan las tuercas para cada dían controlar más lo que sale al aire.
En Cuba Castro confiscó todos los medios con un plumazo. Venezuela lo hace con más cautela. El fin es el mismo. La forma es diferente.
Esta semana Rodríguez se encuentra en el sur de la Florida de vacaciones con su familia. Su futuro es incierto. Ella todavía tiene un programa de radio en Venezuela y quiere regresar a presentar su renuncia en persona. También explora la posibilidades de venir y trabajar en Estados Unidos.
Rodríguez y otros siete periodistas renunciaron a sus cargos en Globovisión el miércoles de la semana pasada cuando el nuevo dueño de la emisora les dejó saber que la nueva gerencia no les podía garantizar que la estación continuaría con una política editorial independiente que permitiera críticas al gobierno.
En una carta dirigida a Raúl Gorrín, el nuevo dueño mayoritario de la estación Rodríguez le dijo que le preocupaba la nueva política de la estación que le impide a los periodistas hacer informaciones críticas al gobierno de Maduro.
Lo que vive Rodríguez es una nueva muestra de cómo poco a poco el gobierno venezolano va silenciando a sus críticos. Globovisión fue desde su comienzo una emisora totalmente independiente hasta que su dueño original Guillermo Zuloaga vendiera la misma a un grupo con vínculos fuertes con el gobierno. La venta se concretó en marzo y el traspaso de la propiedad tuvo lugar en abril.
Cuando vendió la estación, Zuloaga explicó que el gobierno lo había obligado a vender forzándolo a pagar multas administrativas millonarias por poner al aire cualquier información que le molestase a los que están en el poder. Además señaló que tenía indicios que la concesión de Globovisión lo le iba a ser renovada en el 2014.
Zuloaga dijo al vender que esperaba que por lo menos la venta garantizaría los puestos de los 500 empleados de la planta. Eso no fue así.
En su cartea a Gorrín, Rodríguez dijo que “el cambio de imagen o meter nuevos programas no sirve de nada si no hay una línea editorial clara, recta, justa e independiente. Y eso sólo se logra haciendo buen periodismo. “Yo adoro Globovisión y nunca quise irme pero las decisiones que han tomado últimamente como hasta prohibirle la entrada al canal a mis compañeros, fueron decisiones equivocadas, errores garrafales que me obligan a retirarme con todo el dolor de mi corazón Globovisión,” dice la carta de Rodríguez.
La presentadora dice que ella no es una perseguida política y que sólo aspira a ser una periodista independiente. Ella regresara a Venezuela el 2 de septiembre para renunciar en persona y continuar con sus labores en la radio y como imagen de varios anunciantes de las mayores empresas del país.
Rodríguez y su familia están preparados. Ellos tienen una casa en Weston y durante sus vacaciones ha estado tanteando el mercado en el sur de la Florida para ver si puede conseguir trabajo aquí.
Ella ve que Venezuela todavía no es una sociedad cerrada y marxista como lo es en Cuba. Pero se da cuenta que esa es la dirección en que va el gobierno. Venezuela no está haciendo el cambio en forma brusca como lo hiciera Fidel Castro en Cuba en 1959, pero lo hace forzando a personas y entidades a vender sus propiedades e irse del país.
Loa periodistas que renunciaron el miércoles de la semana pasada dijeron que no podían seguir trabajando para la emisora después de una reunión que tuvieron con Gustavo Pérdomo, un accionista minoritario encargado del manejo de Globovisión, en la cual le dijeron que los nuevos dueños no van a permitir una línea editorial independiente.
Uno de los primeros en renunciar fue Leopoldo Castillo, un veterano periodista que presentaba un programa de entrevistas duras a personales tanto dentro como fuera del gobierno. Su “Alo Ciudadano” es un juego de palabras para contrastar el contenido de su programa con el que hacía con mucha frecuencia el fenecido presidente Hugo Chávez, quien llamaba su programa Alo Presidente.
Cuando Chávez hablaba, todas las estaciones de radio y televisión del país tenían que hacer cadena para transmitir los discursos del primer mandatario. Lo mismo tienen que hacer ahora cuando habla Maduro.
La salida de la emisora de sus personalidades más reconocidas e importantes de la televisión son un indicio claro que el gobierno no está dispuesto a tolerar críticas de los medios; que poco a poco aprietan las tuercas para cada dían controlar más lo que sale al aire.
En Cuba Castro confiscó todos los medios con un plumazo. Venezuela lo hace con más cautela. El fin es el mismo. La forma es diferente.