En agosto de 2008 tuvo lugar la ya olvidada agresión rusa contra Georgia, un pequeño país del Cáucaso de extrema importancia. Cuando la atención del mundo se centró entonces en los Juegos Olímpicos de Pekín, que recién comenzaban, el gobierno de Putin aprovechó la oportunidad e invadió al país vecino. Es más, se difundió ampliamente que fue la pequeña Georgia la que inició la guerra. Por lo tanto, el escenario de desinformación era muy similar al del caso de Ucrania.
En 2003, en Georgia, tuvo lugar la llamada Revolución de las Rosas, y el presidente Eduard Shevardnadze, que anteriormente había sido Ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, fue reemplazado por el joven Mijeíl Saakashvili. Georgia emprendió una feroz lucha contra la corrupción, restauró el simbolismo tradicional, cambiaron la bandera comunista por la tradicional con la cruz de San Jorge. La política exterior georgiana tomó un rumbo de acercamiento con la UE y la OTAN. Los georgianos apoyaron las operaciones estadounidenses en Afganistán e Irak, enviando uno de los contingentes más grandes entre los países no miembros de la OTAN.
En 2008, durante la cumbre de la OTAN en Bucarest, se dio una batalla decisiva en torno a ofrecer el Plan de Acción de Membresía para Georgia y Ucrania. Los países de Europa Centro-Oriental y EE. UU. estaban definitivamente a favor, pero la oposición de Alemania y Francia bloqueó la iniciativa. Fue una decisión clave no solo para el futuro de Kyiv, sino también de Tbilisi. De esta manera, Putin recibió un mensaje claro de que, en caso de agresión, Georgia permanecería sola.
Rusia aceleró las preparaciones bélicas, que probablemente habrían comenzaron mucho antes de la cumbre de Bucarest. Según el modus operandi ruso, se utilizó el separatismo para provocar la desestabilización en el país vecino. Dentro de las fronteras de Georgia estaban las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, apoyadas por Moscú; donde los soldados rusos estaban presentes como “fuerzas de paz” y también entrenaban a los oficiales osetios.
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Moscú enviaba allí a sus mercenarios y concentraban los carros de guerra cerca de la frontera. Las tropas de ingeniería rusas entraron al territorio de Abjasia georgiana para reconstruir el ferrocarril que une la capital de la región (Sujumi) con Rusia. Todo ello para facilitar el transporte de tropas durante la guerra. Fue un ejemplo claro de la violación de integralidad territorial del país vecino.
Al ver todo esto, el presidente Saakashvili decidió llevar a cabo una operación policial y militar para restaurar el orden en el área rebelde de Osetia del Sur. En respuesta, los rusos consideraron esto como un acto de agresión y entraron primero al territorio de Osetia del Sur, y luego, con la retirada de los georgianos, también a otros territorios de Georgia. Su ventaja militar era clara. Entraron a Gori - la ciudad donde nació Stalin, y continuaban su marcha hacia la capital del país.
Fue entonces cuando los líderes de cinco países de Europa Centro-Oriental: Polonia, Ucrania, Lituania, Letonia y Estonia, llegaron a Tbilisi para protestar contra el imperialismo ruso y mostrar su apoyo a Georgia. Toda la acción se organizó en estrecha cooperación con Washington. Durante un mitin con los habitantes de Tbilisi, el presidente polaco Lech Kaczyński pronunció las memorables palabras: “Sabemos perfectamente que hoy es Georgia; mañana, Ucrania; pasado mañana, los países bálticos y, luego, tal vez llegue el momento para mi país, Polonia”.
Gracias a la intervención de los líderes de los países de Europa Centro-Oriental en cooperación con los EE. UU., se negociaron términos de tregua ligeramente mejores. Aunque Georgia estaba perdiendo la esperanza de recuperar el control sobre Abjasia y Osetia del Sur, no perdería su independencia. Los acontecimientos de esta guerra fueron tema de la película 5 Días de Guerra, en el que el papel del presidente Mijeíl Saakashvili fue desempeñado por el actor cubanoamericano Andy García.
La agresión rusa contra Georgia en 2008 resultó ser una lección que los líderes del mundo libre no aprendieron.
Desde el inicio, los rusos intentaron presentar a los georgianos como los que empezaron la guerra. Desafortunadamente, esta propaganda fue repetida muchas veces tanto por los políticos como por los periodistas. En Europa, esta opinión fue expresada, por ejemplo, por el presidente checo Vaclav Klaus; incluso fue repetida en un informe pedido por la Unión Europea y preparado por una comisión internacional en 2009, bajo la dirección de la embajadora suiza Heidi Tagliavini.
Los rusos no ocultaron su satisfacción por la redacción de este texto. Alemania y Francia, que bloquearon el ingreso de Georgia a la OTAN en 2008, tampoco estaban interesados en acusar a Putin, especialmente porque lo veían como un importante socio comercial. En 2009, un año después de la guerra, Estados Unidos también anunció el nacimiento de una política de reinicio con Rusia, que ahora, con el paso de tiempo, debería considerarse errónea.
La sociedad georgiana, cansada de la guerra y viviendo en la atmósfera de una fortaleza sitiada y, además, privada de la esperanza de recibir ayuda, en 2013 votó por el partido prorruso Sueño Georgiano. Quince años después de la guerra, el gobierno georgiano está realizando un curso prorruso, y los aviones rusos dañados durante la guerra en Ucrania están siendo reparados en Tbilisi. Un ejemplo claro de que, si un país no recibe ayuda suficiente por parte de Occidente, cae en manos de Rusia. Valdría la pena que no repitamos el mismo error con Ucrania.