El llamado abismo fiscal ha desaparecido por ahora del vocabulario periodístico, para gran alivio de una gran parte de los norteamericanos
Dos años de negociaciones a ritmo lento y casi dos meses de intensos debates culminaron en el acuerdo para evitar el “precipicio fiscal” que consiguió lo más urgente y necesario para evitar una nueva recesión económica, pero no resolvió los graves problemas presupuestarios de Estados Unidos ni logró la armonía entre los dos partidos, entre la Casa Blanca y la oposición republicana y ni siquiera entre la población y sus representantes parlamentarios.
El llamado abismo fiscal ha desaparecido por ahora del vocabulario periodístico, para gran alivio de una gran parte de los norteamericanos que escucharon como los medios informativos lo repetían hasta la saciedad. Recibió este nombre porque era la conjunción de dos medidas fiscales: por una parte, una subida de impuestos generalizada y, por la otra, recortes en la mayoría de los gastos públicos.
Semejantes medidas habrían tenido un efecto muy positivo para resolver el gran problema de las finanzas públicas del país, que consiste en una deuda acumulada de más de 16 billones de dólares y una estructura fiscal que tan solo puede ir aumentando este déficit en los próximos años, pero habrían frenado la economía y empujado al país a una nueva recesión, cuando apenas se empieza a recuperar de la fuerte contracción económica de los últimos cuatro año..
Los planes iniciales para recortar esta deuda en 4 billones de dólares se quedaron el día 1 de enero en tan solo 600 mil millones. Los demócratas impusieron su voluntad gracias al apoyo de un suficiente número de republicanos para que se aprobara esta ley, pero al final de la larga batalla parlamentaria los ánimos son agrios, tanto entre los dos partidos opuestos como en el seno de cada agrupación política: demócratas y republicanos han quedado más separados que antes, pero también divididos entre sí.
Muchos demócratas consideran que el presidente Obama, después de haber ganado las elecciones, no tenía por qué ceder ante los republicanos y lamentan las concesiones hechas. Los republicanos conservadores, por otra parte, resienten que 85 de sus correligionarios votaran junto a los demócratas el día 1 de enero..
En cuanto al abismo fiscal, pocas personas lo deseaban, pues una subida de impuestos generalizada reduciría el dinero disponible para la gran mayoría de la población, es decir, la clase media, lo que necesariamente produciría una contracción de la demanda. Al mismo tiempo, el recorte en el gasto público frenaría todavía más la marcha económica, de forma que todos temían una nueva recesión para la que el país no estaba preparado en modo alguno.
La situación no era desconocida ni inesperada. Hace casi dos años que los legisladores y la Casa Blanca advierten de los graves riesgos de tan elevada deuda y el presidente Obama, como muchos legisladores, favorecía un acuerdo para reducirla en una cuarta parte en un plazo de diez años. Pero el ahorro deseado de 4 billones de dólares tan solo se podía conseguir uniendo las subidaa de impuestos al recorte de prestaciones sociales y las diferencias ideológicas entre las facciones políticas impidieron el acuerdo.
Los republicanos se concentran en recortar los gastos e insisten en que la economía tan solo se puede enderezar con el crecimiento, que quedaría frenado con subidas de impuestos. Los demócratas insisten en las necesidades sociales y no quieren reducir los beneficios de ancianos o pobres y buscan aumentar los ingresos imponiendo más a la gente adinerada.
Apenas aprobado el acuerdo, los legisladores empiezan una nueva sesión legislativa antes de que el presidente Obama empiece su segundo mandato en que se ha de enfrentar a retos semejantes que tan solo podrá resolver si consigue restaurar algo de buena voluntad colaboración bipartidista. Curar las tensiones de los últimos dos meses es su primer gran desafío.
El llamado abismo fiscal ha desaparecido por ahora del vocabulario periodístico, para gran alivio de una gran parte de los norteamericanos que escucharon como los medios informativos lo repetían hasta la saciedad. Recibió este nombre porque era la conjunción de dos medidas fiscales: por una parte, una subida de impuestos generalizada y, por la otra, recortes en la mayoría de los gastos públicos.
Semejantes medidas habrían tenido un efecto muy positivo para resolver el gran problema de las finanzas públicas del país, que consiste en una deuda acumulada de más de 16 billones de dólares y una estructura fiscal que tan solo puede ir aumentando este déficit en los próximos años, pero habrían frenado la economía y empujado al país a una nueva recesión, cuando apenas se empieza a recuperar de la fuerte contracción económica de los últimos cuatro año..
Los planes iniciales para recortar esta deuda en 4 billones de dólares se quedaron el día 1 de enero en tan solo 600 mil millones. Los demócratas impusieron su voluntad gracias al apoyo de un suficiente número de republicanos para que se aprobara esta ley, pero al final de la larga batalla parlamentaria los ánimos son agrios, tanto entre los dos partidos opuestos como en el seno de cada agrupación política: demócratas y republicanos han quedado más separados que antes, pero también divididos entre sí.
Muchos demócratas consideran que el presidente Obama, después de haber ganado las elecciones, no tenía por qué ceder ante los republicanos y lamentan las concesiones hechas. Los republicanos conservadores, por otra parte, resienten que 85 de sus correligionarios votaran junto a los demócratas el día 1 de enero..
En cuanto al abismo fiscal, pocas personas lo deseaban, pues una subida de impuestos generalizada reduciría el dinero disponible para la gran mayoría de la población, es decir, la clase media, lo que necesariamente produciría una contracción de la demanda. Al mismo tiempo, el recorte en el gasto público frenaría todavía más la marcha económica, de forma que todos temían una nueva recesión para la que el país no estaba preparado en modo alguno.
La situación no era desconocida ni inesperada. Hace casi dos años que los legisladores y la Casa Blanca advierten de los graves riesgos de tan elevada deuda y el presidente Obama, como muchos legisladores, favorecía un acuerdo para reducirla en una cuarta parte en un plazo de diez años. Pero el ahorro deseado de 4 billones de dólares tan solo se podía conseguir uniendo las subidaa de impuestos al recorte de prestaciones sociales y las diferencias ideológicas entre las facciones políticas impidieron el acuerdo.
Los republicanos se concentran en recortar los gastos e insisten en que la economía tan solo se puede enderezar con el crecimiento, que quedaría frenado con subidas de impuestos. Los demócratas insisten en las necesidades sociales y no quieren reducir los beneficios de ancianos o pobres y buscan aumentar los ingresos imponiendo más a la gente adinerada.
Apenas aprobado el acuerdo, los legisladores empiezan una nueva sesión legislativa antes de que el presidente Obama empiece su segundo mandato en que se ha de enfrentar a retos semejantes que tan solo podrá resolver si consigue restaurar algo de buena voluntad colaboración bipartidista. Curar las tensiones de los últimos dos meses es su primer gran desafío.