Extremaunción

El Papa Juan Pablo II saluda al ex gobernante cubano Fidel Castro, durante una misa celebrada en la Plaza de la Revolución. (Foto: Archivo)

Al final, entre sumas y restas, sin nada que lamentar ni nada que festejar, la Historia hará cualquier cosa menos absolverle.

Lo han dicho tantas veces entre festejos y lamentos.

Más allá de todo el panegírico que seguirá a esta noticia y las celebraciones u homenajes en estos tiempos de infinitos soportes de comunicación, las reediciones de entrevistas y bibiliografías, las revelaciones póstumas en busca de las rupias prometidas, los chismes, los bulos de revistas, las series, filmes y hasta videojuegos de computadoras, lo noticiable del deceso de Fidel, Guarapo, Fifo, Esteban, el Caballo, “Bola de churre”, ese villano para unos y héroe para otros, es que al fin le llegó la hora que con tanto ahínco, dedicación y escaso decoro evitaba a toda costa, no reparando en el dispendio de las cantidades de dinero que fuesen menester gastarse en cientos de guardaespaldas y medidas de seguridad o eminencias médicas extranjeras llevadas a la empobrecida isla desde campo capitalista, con tratamientos onerosos en tiempos en que el pueblo padecía toda índole de privaciones, con tal de no atravesar la línea roja y negra tras la cual, todo jesuita pecaminoso en su fuero más íntimo, vive convencido de que lo aguardará un severo correctivo a las lindezas de su paso porla vida.

La naturaleza irrumpió con su maza destructora de encantos cuando ya muchos creían estar frente a la encarnación de la eternidad, aunque cabe decir que Guarapo el temido, el odiado, el admirado, el seguido y el perseguidor ya se había ido tiempo atrás cabizbajo y rendido, aterrorizado e intuyendo que al final, entre sumas y restas, sin nada que lamentar ni nada que festejar, la Historia hará cualquier cosa menos absolverle.

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Anuncio oficial de la muerte de Fidel Castro

[Publicado originalmente en El blog de martinguevara]