En enero pasado el profesor emérito (retirado) de la Universidad de Pittsburgh Carmelo Mesa-Lago, considerado por muchos el decano de los analistas de la economía cubana, prodigó elogios a un trabajo del joven economista cubano Pavel Vidal Alejandro.
El estudio “¿Qué lugar ocupa la economía cubana en la región? Una medición a la tasa PPA de las brechas de ingreso y productividad” publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo, cuestiona con un método que resuelve el enredado sistema monetario y cambiario de la isla los datos oficiales sobre Producto Interno Bruto (PIB), Producto Interno Bruto per cápita y productividad
“Llevo más de 55 años estudiando la economía cubana y no hay ningún estudio que sea más importante que este”, opinó Mesa Lago., “Los economistas habíamos llegado a las mismas conclusiones, pero la diferencia es que él lo prueba”, añadió.
Vidal Alejandro, desde hace años afincado en Colombia, donde ocupa una cátedra en la filial de Cali de la Universidad Javeriana, presenta ahora su punto de vista acerca de la economía de la isla de cara a lo que se espera sea una transición del poder a otra generación.
“Cuba ha cambiado bastante en estos diez años de reformas económicas, aunque no lo suficiente”, apunta el especialista en ¿En qué condiciones llega la economía cubana a la transición generacional? haciendo un balance de la gestión económica de Raúl Castro, quien se supone entregue la presidencia a un sucesor el próximo 19 de abril.
En la columna positiva Vidal apunta la menor dependencia del Estado, y el empuje de la iniciativa privada, en áreas como ingresos familiares, servicios turísticos, producción de alimentos, gastronomía y transporte. También, “en la formalidad y en la informalidad”, la expansión del mercado inmobiliario, las transacciones de bienes y servicios de consumo y el suministro de insumos al sector privado. Y considera asimismo un logro los avances en la renegociación de las deudas externas de Cuba.
“Sin embargo ─lamenta─ muchos otros cambios anunciados han sido vencidos por las resistencias, han quedado a medias, o se han pretendido poner en práctica replicando vicios del pasado”.
Vidal expone sin ambages la persistencia de un lastre cardinal al progreso económico de Cuba: “un sistema empresarial estatal burocrático, ineficiente, con salarios deprimidos y maniatado por un plan central”.
Toma nota de cómo “las ventajas en educación siguen sin explotarse al máximo”, una aparente alusión a las trabas que impiden a la mayor parte de los profesionales de la isla incursionar en el sector privado.
Entre las consecuencias de la política económica de cambios lentos y conservadores que ha caracterizado los diez años de Castro como gobernante oficial, el economista enumera un "decepcionante" crecimiento del PIB (un promedio anual de 2,4% de 2008 a 2017) y de la productividad; los escasos frutos de la reforma en la agricultura, y la nueva inmersión de la economía en una crisis financiera.
“Las reformas no crearon empleos de calidad y eliminaron medio millón de puestos de trabajo formales”, dice Vidal, quien señala más adelante que la mayoría los nuevos empleos autorizados en el sector privado─ una oportunidad amplificada desde 2010 para drenar las infladas plantillas estatales─ se concentran en actividades de bajo valor agregado.
A los problemas internos se suma un entorno internacional que “tampoco ha ayudado mucho”, y el autor enumera el embargo estadounidense, la retórica y medidas restrictivas de la administración Trump, y la continuada dependencia “de una economía venezolana que no parece tocar fondo”.
En ese contexto, complicado en la segunda mitad de 2017 por “los impactos del huracán Irma” y “la decisión del gobierno de congelar temporalmente la emisión de licencias al sector privado”, el experto pone en duda el reporte de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) que afirma que la economía cubana no terminó el año en recesión. “Las dudas sobre estos datos son muchas y se multiplican al dilatarse o desaparecer la publicación de los reportes económicos sectoriales y de las cuentas nacionales”, dice.
(Debido a una conjunción de los factores que describe Vidal la mayoría de los expertos, incluido él, habían pronosticado que el país caribeño terminaría 2017 en recesión o estancamiento, con el pronóstico más optimista, el de la CEPAL, estimado en un 0,5 % de crecimiento. Sorprendentemente, Cuba reportó que su economía había crecido 1,6% en el año).
Al académico le parece “muy optimista” el plan de crecimiento económico que el gobierno se ha planteado para 2018 (2% de aumento del PIB). “Nuevamente parece no dimensionar apropiadamente la complejidad del escenario macrofinanciero”, advierte.
Pavel Vidal concluye la introducción de su análisis recordando que para este año se esperan tres eventos trascendentales: la transición generacional en las estructuras del gobierno; las nuevas normas para el sector privado; y el comienzo de la reforma monetaria. “Los tres han levantado muchas expectativas, aunque todos cuentan con una variante para decepcionar”, afirma.
¿Por qué? Eso lo explicará Vidal en la continuación de esta reseña.
[Redacción de Rolando Cartaya]