Exdiplomática sugiere a Biden su primera tarea con Cuba: desentrañar el "síndrome de La Habana"

Desde su puesto de subsecretaria de Estado para asuntos del Hemisferio Occidental, Kimberly Breier habla a los reporteros sobre Cuba durante una rueda de prensa en el Departamento de Estado en abril de 2019. Brendan Smialowski / AFP

Una experimentada diplomática estadounidense alertó que el punto de partida de cualquier conversación sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba es el misterio aún sin resolver de cómo 26 diplomáticos estadounidenses resultaron dañados en La Habana en 2016 y 2017.

Kimberly Breier, quien fue Subsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental desde octubre de 2018 hasta agosto de 2019, recuerda en una columna publicada en Político que el origen exacto de las lesiones sigue siendo incierto, pero "la evidencia conocida y emergente sugiere que el régimen cubano es culpable, si no por comisión, al menos por omisión, de dañar al personal estadounidense".

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"Este episodio representa un probable ataque directo a los ciudadanos de un país por parte de otro, y aún no se ha hecho una explicación completa de quién es el responsable y cómo sucedió todo, o una resolución. Si la administración Biden se ve tentada a comprometerse nuevamente con La Habana, primero debe pedirle al gobierno cubano que rinda cuentas por lo que sufrieron estos diplomáticos estadounidenses".

Como empleada en el servicio de la diplomacia estadounidense y desde su puesto como máxima responsable en los asuntos de Latinoamérica Breier relata: "Tuve una ventana única al misterio de los ataques de La Habana mientras serví de 2017 a 2019 en el Departamento de Estado. Unos meses antes de mi llegada, al menos ya en diciembre de 2016, el personal estadounidense en La Habana comenzó a escuchar sonidos fuertes y penetrantes y a sentir presión en la cabeza. Al principio, los funcionarios estadounidenses sobre el terreno asumieron razonablemente que se trataba de otra forma de hostigamiento o vigilancia por parte de los servicios de seguridad cubanos, que durante mucho tiempo habían antagonizado al personal estadounidense (e incluso a sus mascotas) en La Habana, intentos de indicar que el régimen estaba observando y estaba completamente en control. Pero a principios de 2017, quedó claro que lo que le estaba sucediendo al personal estadounidense les estaba causando lesiones. Sus síntomas incluían dolores de cabeza, problemas de equilibrio, problemas cognitivos, pérdida de audición e interrupciones del sueño. El encargado de negocios de Estados Unidos en La Habana planteó el problema varias veces al gobierno cubano a partir de febrero de 2017, incluido el entonces presidente Raúl Castro. Sin embargo, los "incidentes", como los llamaron los funcionarios del Departamento de Estado en ese momento, continuaron. Como resultado, el secretario de Estado Rex Tillerson tomó la decisión de reducir el personal estadounidense en La Habana y emitió una advertencia de viaje a fines de septiembre de 2017, un mes después de que los ataques se hicieran públicos".

En su artículo, la diplomática recuerda que Cuba negó sistemáticamente su participación y que ha expandido la teoría de que la causa fue "histeria masiva entre el personal diplomático de Estados Unidos", una versión que "absuelve a Cuba de la culpa y la traslada a las víctimas".

El texto de Político menciona diversos estudios para analizar los sucesos conocidos como "Síndrome de La Habana": el de neuroespecialistas en Miami y el del centro de lesiones cerebrales de Pensilvania que documentaron lesiones físicas en las víctimas; el artículo en el Journal of the American Medical Association en 2018 que asegura que las 21 víctimas estudiadas "parecían haber sufrido lesiones en las redes cerebrales generalizadas" y el informe encargado por el Departamento de Estado publicado el año pasado por la Academia Nacional de Ciencias, que plantea el posible uso de radiofrecuencia dirigida a las redes cerebrales, "una herramienta de espionaje que se ha utilizado durante años, incluso contra la Embajada de los Estados Unidos en Moscú en la década de 1970".

La también ex oficial de inteligencia asegura que su país puede sacar tres conclusiones razonables de la investigación que menciona el uso energía pulsada: "Primero, la energía tenía que haber sido dirigida por actores, lo que significa que al menos un estado-nación probablemente estuvo involucrado. En segundo lugar, los diplomáticos estadounidenses y canadienses fueron atacados deliberadamente. En tercer lugar, los "incidentes" pueden llamarse apropiadamente "ataques" de los que el gobierno cubano es al menos parcialmente responsable".

La autora maneja la hipótesis de un tercer país involucrado o como actor principal de los "ataques" y menciona entre los posibles perpetradores a Rusia, como el más probable pero analiza que "incluso si otros países estuvieran involucrados, es imposible concluir que decenas de ataques podrían haber tenido lugar sin al menos el conocimiento y el apoyo tácito del gobierno cubano.

"Los cubanos son conocidos por tener un control estricto de la población en La Habana, incluido el seguimiento de cerca a los disidentes y diplomáticos extranjeros. Algunas de las víctimas estadounidenses se alojaban en hoteles propiedad del gobierno cubano, varios de los cuales fueron incluidos en las advertencias de viaje emitidas por el Departamento de Estado en 2017 como resultado de los ataques. En un caso, un diplomático estadounidense fue atacado a las pocas horas de llegar al país. Es inverosímil que los servicios de seguridad cubanos no tuvieran idea de que los viajeros estadounidenses fueron atacados, y es mucho más probable que los servicios de seguridad, o algunas facciones dentro de ellos, facilitaran o llevaran a cabo los ataques", indica la autora.

Breier analiza cuáles serían las causas para estos incidentes y recuerda que Fidel Castro murió el 25 de noviembre de 2016, solo un mes antes de que se informaran los primeros ataques y que podrían haber sido obra de una facción que se opuso a unas relaciones más cálidas con Washington.

La funcionaria asegura que "es casi seguro que Cuba tiene información sobre las herramientas y el método de ataques que podrían ayudar a Estados Unidos a proteger a su personal en todo el mundo y que Estados Unidos no debería aliviar la presión económica (hacia Cuba) hasta que se comparta esa información".

La administración Biden en el caso de Cuba, opina la exdiplomática, debe enviar un mensaje claro de que atacar o facilitar ataques a diplomáticos estadounidenses tampoco es aceptable.

"La rendición de cuentas por las lesiones de estos 26 estadounidenses debe comenzar donde comenzaron los ataques, en La Habana", concluye Breier.