Ahora mismo, el cubano José Abreu, primera base de los Astros de Houston, se ve perdido en el plato.
En 34 turnos al bate se ha ponchado 12 veces (35%), apenas ha ligado tres hits y exhibe un anémico average de .088, sin ninguna carrera impulsada.
Tan mal está el cienfueguero, que el manager Joe Espada ha optado por darle cada vez más tiempo de juego a Jon Singleton, un mediocre bateador de .169 de average en toda su carrera, e incluso, el martes envió al puertorriqueño Víctor Caratini como emergente por él en el décimo inning, con el juego empatado y la potencial carrera de la ventaja en segunda base.
Constantemente hace swings al aire a pitcheos fuera de zona y cuando hace contacto, los batazos llevan poca fuerza. De hecho, los tres imparables que tiene han sido todos sencillos.
Los abucheos de la fanaticada de Houston no se han hecho esperar y la pregunta es si debe uno preocuparse por semejante arranque de temporada de uno de los mejores bateadores cubanos que han pasado por Grandes Ligas en la última década.
Sí y no.
A lo largo de su carrera en las Mayores, Abreu se ha caracterizado por tener comienzos lentos, para luego calentarse a niveles extraordinarios en la medida en que avanza el calendario.
Cuando jugaba para los Medias Blancas de Chicago, donde pasó sus primeros nueve años, se le achacaban los malos inicios al frío que en abril todavía se siente en la llamada Ciudad de los Vientos, que, evidentemente, le afectaba al cubano de manera particular.
El año pasado, su primero de un contrato de tres campañas y 58.5 millones de dólares con los Astros, también tuvo una arrancada para el olvido, al punto de que la fanaticada y los medios de Houston pedían un canje para regresar al también cubano Yulieski Gurriel, firmado como agente libre por los Marlins de Miami.
No fue hasta junio que se calentó y comenzó a aportar lo que de él se esperaba, aunque al final, tuvo una de las campañas más flojas de su carrera, con apenas 18 cuadrangulares y 90 remolcadas.
Históricamente, Abreu ha tenido, entre finales de marzo, cuando comienza la temporada, y abril, números pobres.
Su average más bajo (.247) en comparación con los otros meses que dura la campaña, su menor cifra de hits (218), dobletes (42) e impulsadas (143), y la segunda más baja en bambinazos (38), con OBP de .315 y slugging de .430, también las más pobres a su haber.
Estamos hablando de un hombre que, a pesar de sus malos comienzos, promedia 30 vuelacercas y 109 empujadas por cada 162 juegos, con average de por vida de .285, OBP de .347, slugging de .492 y OPS de .839, lo cual dice a las claras cómo es capaz de calentarse en el resto de la temporada.
Si lo vemos así, no deberíamos preocuparnos por este momento por el que atraviesa el cienfueguero, pero…
El tiempo es implacable y su paso hace mella en la más afilada de las espadas.
Con los años no se pierde la fuerza, sino la aceleración del swing, lo que se traduce en malos contactos con la pelota.
Pasó con Gurriel, otro de los buenos de los últimos años, que incluso, ganó la corona de los bateadores de la Liga Americana en el 2021.
Sus últimos turnos con los Marlins en el 2023 fueron pobrísimos, como todas sus estadísticas. Después de la pasada campaña salió a la agencia libre y aún está en su casa, cada vez más cerca de anunciar su retiro.
En el caso de Abreu, lo preocupante no son sus números en sí, sino la delicadeza de sus conexiones.
En su carrera, el Hard Hit Rate (HarH%), que pide los batazos que salen a una velocidad de 95 millas por hora o más, es del 48.1%, muy por encima del promedio de todas las Grandes Ligas, que es de 38.8%.
En lo que va del 2024, el HarH% del cubano es de apenas 18.2 por ciento.
Sólo el 9.1% de sus batazos han salido de línea y por esa poca solidez, la mayoría de sus conexiones han sido de roletazos (31.8%) o inofensivos elevados (45.5).
En términos populares cubanos, se diría que le está dando a la pelota con un periódico enrollado en lugar de un bate.
Tal vez estamos asistiendo al ocaso de un hombre que logró casi todo en el béisbol, incluidos los premios de Novato del Año (2014) y Jugador Más Valioso (2020) en la Liga Americana, a pesar de haber llegado con 27 años cumplidos a la Gran Carpa.
O quizás esto es más de lo mismo y lo mejor del 2024 está por venir. A fin de cuentas, como decía Antonio Muñoz, “sólo los grandes bateadores caen en slump. Los malos entran, de vez en cuando, en buenas rachas”.