El sociólogo y periodista sueco Erik Jennische ya tiene ganada para el español la edición de su libro Hay que quitarse la policía de la cabeza, (Ed. Ertigo, 2015). Se trata de un extenso reportaje, casi un mapa temporal de la disidencia, los blogueros y periodistas independientes.
Jennische también incluye aquí una crónica de sus discusiones con quienes le retuvieron en un centro de detención para extranjeros, por órdenes de Villa Marista, la sede de la temida policía política cubana.
En el libro aparecen también sus gestiones por conseguir un diálogo fluido con Manuel David Orrio, el destapado "agente Miguel", que sirvió a la Seguridad del Estado y probablemente habría concluido su misión en los días aciagos en los que en La Habana condenaban a altas penas de prisión a los implicados en la Causa de los 75.
Sobre estos temas Erik Jennische habló con Martí Noticias.
Su libro comienza ofreciendo detalles sobre la vigilancia policial a civiles y termina con los testimonios de quienes deciden seguir su lucha a pesar del acoso, el hostigamiento y los diferentes castigos penales. ¿Cómo se animó a hilvanar todas estas historias?
El libro está escrito para gente que se interesa por Cuba y quizá tenga una ilusión un poco romántica de la situación en el país. Yo quería explicar cómo funciona la represión y mostrar qué efectos tiene en las personas y en la sociedad, pero también ofrecer a los opositores y defensores de Derechos Humanos una oportunidad para explicar cómo analizan la situación en el país.
¿Qué papel ocupa Manuel David Orrio –"agente Miguel", desvelado en los juicios sumarios de la Primavera Negra de 2003, soplón confeso, a sueldo de los órganos de la inteligencia castrista– en tu relato?
Yo lo conocí mucho años antes de la Primavera Negra y mantuvimos el contacto durante años. Para mí era uno de los analistas más interesantes de la realidad cubana. Escribía muy bien y en sus textos tenía una posición independiente de todos. Fue un golpe muy fuerte para mí cuando se destapó. Además, sentía mucho rechazo cuando entendí que se había presentado en los juicios acusando a otros amigos míos de ser traidores de la patria, etc.
Cuando todos los 75 estaban fuera de la cárcel y empecé a escribir el libro, pensé que sería interesante preguntarle por qué hizo todo eso, cómo fue que empezó trabajar para la Seguridad y por qué dio su testimonio en los juicios. Yo quería saber qué pensaba. Me imaginaba que ahí había una de las claves para entender cómo funciona el sistema cubano. Y para mí fueron muy interesantes sus respuestas, no porque revelan secretos, sino para entender cómo se relaciona con la historia y su responsabilidad.
Usted pudo entrevistar a una amplia gama de activistas por la libertad de Cuba. Desde militantes de diversas corrientes ideológicas, pasando por artistas, hasta colegas suyos, periodistas independientes. ¿Qué criterios o herramientas usó para seleccionar a sus fuentes, quiénes le impresionaron o le llevaron a abultar más ese extenso reportaje que es Hay que quitarse…?
Yo escribí mi tesis de la universidad sobre cómo era salir a la disidencia en Cuba en 1998. Y había hecho muchas entrevistas con disidentes cubanos. Varios de ellos habían sido juzgados y condenados a muchos años de prisión en el 2003, y quería que me contaran qué había pasado desde entonces, cómo fueron los juicios, el tiempo en las cárceles y lo que hacen ahora etc. Otros no habían pasado tiempo en prisión y habían seguido trabajando igual y, entonces, quería saber cómo se había desarrollado el movimiento democrático.
También he entrevistado a integrantes de las organizaciones cubanas más importantes de Miami y a un grupo de opositores más recientes como Antonio Rodiles, Gorki Águila y Yoani Sánchez.
Pero hice muchas más entrevistas de las que están publicadas en el libro. El texto no es sólo de entrevistas pues intento, sobre todo, contar la historia del desarrollo del movimiento democrático. He analizado leyes, sentencias, estadísticas, etc., para crear una imagen entendible del contexto en el que ellos trabajan.
Usted ha podido volver a Cuba luego del primer viaje, luego de la primera detención por parte de la policía política e incluso tras haber publicado su libro en sueco. ¿Cuáles fueron sus primeras impresiones y qué percibió la última vez? ¿Pudo encontrarse con alguno de sus entrevistados o viejos conocidos?
Yo sólo puedo comparar La Habana. Y se nota mucho más dinero en la calle, seguro. Más bares, restaurantes, etc., hasta algunos supermercados. Pero no es que hay una economía de mercado local, donde se consigue de todo. Nada que ver. Cualquier ciudad moderna ha cambiado económicamente mucho más que La Habana en los últimos 15 años. La imagen del cambio solamente es válida en comparación con el estancamiento total.
Veo también que la crítica está más fuerte en la calle. La gente habla más, tiene menos miedo a criticar y acusar al Gobierno. Pero no sé hasta qué nivel esa crítica que se está transformado en trabajo para el cambio.
¿Tuvo a estos últimos entre sus destinatarios iniciales? ¿Cómo cree que va a llegar esta historia a la gente común, ha tenido reacciones en este sentido?
He recibido varios comentarios de Cuba y son sumamente interesantes e importantes para mí. Pero el libro fue escrito en sueco para un público sueco primeramente. No tenía a los cubanos en la cabeza cuando lo escribí.
La edición en español del libro está completada con algunos datos y textos. Pero mi deseo es en realidad que llegue al resto de América Latina, sobre todo. Para los cubanos pienso que sería interesante como ejemplo sobre cómo se podría interpretar y analizar la sociedad cubana desde fuera.
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[Esta entrevista fue realizada gracias a la colaboración de la colega Grace Piney, de Martí Noticias].