El golpe emocional que sufrió su familia es el mayor desafío que enfrentó Osain Denis Trujillo, un manifestante del 11 de julio de 2021 de Cárdenas, Matanzas, quien fue liberado este lunes.
“Yo fui apresado el 12 de julio a las dos de la tarde. Se tiró el comando ese con las armas, delante de mi mujer, de mi hijo; dentro de mi casa. Mi mujer se orinó cuando me empezaron a caer a golpes ahí en la sala de mi vivienda. Me montaron en la guagüita, me pegaron corriente. Esta denuncia mi esposa la hizo [a las autoridades] pero nadie le hizo caso”, describió el manifestante a Martí Noticias.
“Degradante todo el proceso psicológico de mi familia. A mi hija más pequeña se le está cayendo el pelo. Ahora me dice ‘papá yo creo que tú mañana no vas a estar aquí’. La llevé a la escuela hoy. Yo soy así, de llevar a mi hija y traerla de la escuela. Me gusta ese espacio y a ella le encanta. Me pasa por al lado, me abraza y me dice, ‘papá, ¿tú no te vas a ir más?, papá, cuando yo esté un poquito más grande, ¿me vas a decir por qué te cogieron preso?”, relató Trujillo sobre su hija más pequeña, de ocho años ahora.
Estudios realizados en Estados Unidos concluyen que los niños con un padre encarcelado tienen tres veces más probabilidades de tener problemas de conducta o depresión que otros niños y al menos dos veces más probabilidades de sufrir problemas de aprendizaje y ansiedad.
A Denis Trujillo, trabajador por cuenta propia, lo detuvieron en su casa sin orden judicial y cuando pidió explicaciones a las fuerzas públicas, la respuesta fue una golpiza que lo mantuvo adolorido por varios meses.
Dos días antes de ser arrestado, el 10 de julio, Denis Trujillo escribió en un post en Facebook que si por decir la verdad tenía que ir a prisión, asumiría las consecuencias. Sus palabras resultaron proféticas: “Ellos hicieron exactamente eso, por decir la verdad me encarcelaron”.
Entre el 15 y el 17 de marzo de 2022 Trujillo fue juzgado por el tribunal municipal de Cárdenas. Le pedían una condena de siete años de cárcel por “desorden público” y “desacato”. Finalmente, fue condenado a tres años de privación de libertad.
“Lo pienso todo el tiempo y siempre lo negué en mi juicio, yo fui encarcelado injustamente. A mí no me dieron cambio de régimen, no me dieron mínima, no me dieron libertad condicional”, refirió.
Según cuenta, cuando entras a la cárcel no sólo pierdes la libertad, las relaciones con tu familia quedan extremadamente limitadas, la privacidad anulada, tienes que convivir con personas extrañas y te conviertes en un ser dependiente de las personas que tienes fuera.
La privación de atención médica, los malos tratos y la falta de una nutrición adecuada son patrones que se repiten en las prisiones cubanas, dijo. Su testimonio coincide con las de otros ex reclusos.
“Lo que se está hoy mismo dando en la prisión es arroz, agua de calabaza y lo que nosotros le decimos ‘pasta eléctrica’. La copa [la medida para servir el arroz a los reos] cada vez es más pequeña. En el desayuno, agua de calabaza caliente o algún te de yerbas”, detalló.
“Para la atención médica, no hay nada, todo te lo llevan los familiares. El médico te examina, pero no tiene medicina para curarte. Los presos son lo último. Si se sigue apretando en la calle, las cosas se pondrán peor en la prisión”.
Puñetazos, bofetadas y patadas a los recluidos son varios de los abusos cometidos frecuentemente por los guardias y mandos de los establecimientos penitenciarios, tanto como el maltrato verbal, de acuerdo a testimonios de activistas y reclusos.
“Cuando muelen a palo a un preso, primero lo sacan del cubículo, tú no lo ves, pero sí lo sientes. Ofender al preso, es normal. Eso pasa en todas las prisiones. El preso no tiene donde quejarse”, consideró.
“¿Lo más duro de la cárcel? En la cárcel todo es duro, no hay nada correcto, no hay nada bonito, solo depresión, hambre...”, afirmó el ex preso político de 44 años.