Al menos hay dos informativos que pretenden presentar sucesos o situaciones difíciles de entender y aceptar. El más conocido es el “Créalo o no” de Ripley, pero también está el micro radial "Nuestro Insólito Universo", en el que se narran acontecimientos extraordinarios, sucesos misteriosos y extraños, para los que es difícil encontrar una explicación.
En cualquiera de estos ejemplos cabría la decisión de Alan Gross de sumarse a quienes trabajan a favor de los viajes a Cuba y procuran incrementar las relaciones comerciales entre Estados Unidos y la dictadura insular, sin demandar del gobierno de La Habana cambios sustanciales en las injustas leyes que lo condujeron a prisión. Las mismas que han hecho posible el fusilamiento de miles de personas y el encarcelamiento de cientos de miles.
Gross estuvo encarcelado durante cinco años por llevar a la comunidad judía de la isla equipos para que pudieran mejorar su acceso al internet, muy diferente a las actividades de espionaje contra Estados Unidos y a favor del gobierno de Cuba que realizaron los cinco convictos de la llamada red Avispa, sin pasar por alto la implicación del grupo en el asesinato en el aire de los pilotos de Hermanos al Rescate.
Según diferentes informaciones, el cooperante durante más de 25 años cumplió una amplia trayectoria profesional en el campo del desarrollo internacional, trabajando en más de 50 países de Oriente Medio, África y Europa.
Desarrolló proyectos en la comunidad minera de Baluchistán, Pakistán, y con palestinos de la franja de Gaza y Cisjordania, así como en proyectos agrícolas en Azerbaiyán y Bulgaria, y no hay información de que hubiera sido arrestado en alguno de esos lugares.
Cuando le detuvieron en Cuba en el 2009 y fue acusado de espionaje, trabajaba como empleado de la empresa Development Alternatives Inc. con sede en Maryland, que subcontrataba tareas para la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID).
Gross, que calificó su encarcelamiento de vergonzoso calvario y su detención de arbitraria, actos ejecutados por el gobierno de Cuba, se declaró en huelga para demandar que La Habana y Washington convinieran su excarcelación, pero los Castro estaban empecinados en usarlo como pieza de cambio en su plan de lograr la liberación de los espías que seguían encarcelados en Estados Unidos.
El gobierno cubano no escuchó las solicitudes de clemencia a su favor de políticos como el ex presidente Jimmy Carter o el ex gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, quienes viajaron a Cuba para interesarse por su estado.
Mientras Rene Gonzalez, en libertad condicional de una sanción a quince años por espionaje, fue autorizado a viajar en dos ocasiones a la isla para asistir al sepelio de igual número de familiares, al estadounidense el gobierno de Cuba le negó el permiso de viajar para que asistiera al sepelio de su madre.
Las diferencias de los regímenes carcelarios de ambos países se aprecian en toda su dimensión cuando el gobierno de Estados Unidos autorizó la inseminación artificial de la esposa de Gerardo Hernández, jefe de la red de espías, condenado a dos cadenas perpetuas y quince años de cárcel por su vinculación directa con la muerte de cuatro pilotos, tres de ellos ciudadanos de Estados Unidos y el cuarto residente.
Gross no disfrutó de ninguna de las ventajas de los espías cubanos en las prisiones estadounidenses. Sus condiciones de confinamiento eran tan dramáticas que su esposa declaró estar muy preocupada de que pudiera hacer algo drástico después de la muerte de su madre.
El ex cooperante estaba recluido junto a otros dos presos en una pequeña celda que las autoridades mantenían iluminada durante 23 horas, según declaró su abogado, que también lo acompaña en este nuevo empeño muy diferente al que lo llevó a prisión.
Es difícil entender qué motiva a una persona a cambiar sus expectativas sobre determinadas situaciones. Gross fue una víctima de la dictadura cubana y debe saber que su empeño no va a repercutir en el pueblo cubano. Él conoce como pocos estadounidenses que el gobierno de la isla es refractario a reconocer los derechos ciudadanos y que lo único que le interesa es la aplicación de fórmulas que le permitan continuar en el poder.
Por supuesto que cada quien es libre de promover y trabajar a favor de lo que considere pertinente, pero no todos podrían estar en Ripley como el señor Gross, ya que con su conducta, mas allá de cuáles sean sus deseos, está favoreciendo a un régimen que continúa cercenando los derechos de las personas que en el pasado trató de ayudar y por lo que permaneció encerrado cinco años de una condena de quince, los que hubiera cumplido si Washington no hubiera intervenido. Créalo o no.