La revista británica The Economist dice en un editorial que, por debajo de toda la afabilidad de las visitas y conversaciones que se han sucedido desde el anuncio de que Cuba y Estados Unidos pondrían fin a su larga guerra fría, hay un sustrato de inconformidad.
Tras medio siglo culpando al embargo estadounidense por todos los males de la isla, los revolucionarios cubanos ahora se resisten al capitalismo americano por miedo a ser arrollados, observa el editorial, y el resultado para los cubanos de a pie no es demasiado cambio, sino muy poco, con más pobreza que en muchos países vecinos y los balseros huyendo hacia la Florida.
Y aunque algunas cosas están cambiando con el surgimiento de un limitado sector privado, la revista señala que para que los cubanos se beneficien de la apertura con Estados Unidos, los gobernantes de la isla tendrán que reformar el sistema con más celeridad y audacia que hasta ahora.
Para empezar, podrían abrir muchos más sectores a la empresa privada, y en lugar de publicar una "lista positiva" de las actividades permitidas, reservarse sólo algunas y autorizar todas las demás, incluyendo la medicina, la arquitectura, la enseñanza y la abogacía, cuyos profesionales podrían atender las demandas de los "nuevos burgueses".
Podrían, asimismo, liberalizar los mercados mayoristas y evitar la escasez generada por las compras de insumos que tienen que hacer los emprendedores en los mismos mercados donde compra la ciudadanía.
The Economist apunta que los inversores extranjeros, a pesar de una nueva ley, se topan con que aún deben contratar a sus trabajadores a través de agencias estatales que remuneran a los contratados con salarios miserables; que los insumos importados deben pasar a través de burocráticas empresas gubernamentales; y que los códigos legales son vagos y su aplicación, arbitraria.
Pero la publicación discurre que nadie sabe cuánto de este zarzal están dispuestos a desbrozar Raúl Castro y otros añosos líderes de la revolución, "para quienes reforma y privatización son palabras obscenas inspiradas por 'los yanquis'".
Aunque el régimen mira a China y Vietnam, donde los gobiernos comunistas han abrazado el capitalismo sin perder el poder, anda con pies de plomo, temeroso de que si cede demasiado control económico, pueda ser arrasado como sus similares de Europa del Este.
Sin embargo, concluye diciendo The Economist, el mayor riesgo sería simplemente seguir entretenidos remendando un sistema que mantiene a los cubanos sumidos en la pobreza, en estos tiempos en los que sus aspiraciones están creciendo.