Documental sobre Pablo Milanés: La revolución ha reprimido incluso a los revolucionarios (VIDEO)

Pablo Milanés en un momento del documental de Juan Pin Vilar.

El régimen impuesto por Fidel Castro y los “revolucionarios” en Cuba en 1959 jamás aceptó críticas no solo de los “contrarrevolucionarios”, ni de los que por alguna vía quisieron cambiar el gobierno pacíficamente en el país: tampoco las aceptó de los propios “revolucionarios”.

Es el saldo del documental Pablo Milanés, del realizador Juan Pin Vilar, en el que el compositor y cantante cubano testimonia su paso en los años 60 por los campos de concentración disfrazados de “Unidades Militares de Apoyo a la Producción”, las UMAP.

Estrenado en 2017, el filme resurge en las redes sociales a raíz de recientes declaraciones de Mariela Castro que niegan testimonios como el de Milanés.

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“No fue por homosexual, no fue por drogadicto, no fue por contrarrevolucionario” que lo llevaron allí, dice Milanés: “fue por mis opiniones que tenía respecto a la revolución a partir de un revolucionario, y que era yo bastante liberal para decirlo donde quiera que lo estimaba”.

Pese a que inicialmente no lo tomó a mal, aunque hubiera querido seguir su vida, ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de su madre y de su esposa cuando se lo llevaron, cuenta.

Las UMAP según eran presentadas por la prensa bajo control del régimen, en una imagen reproducida por el documental.

“Me sentía revolucionario, y cuando me engañaron de aquella manera donde me dicen: ‘No, usted está citado para… Usted ha sido elegido –un telegrama—para el servicio militar’. Y fui elegido para mandarme a un campo de concentración”, declara el cantante. “Me parece que aquello fue brutal, para un muchacho de 23 años, aquello fue brutal”.

Recuerda cómo era la escena al abordar los ómnibus que lo llevarían a él y a los demás detenidos al campamento en Camagüey, y lo que pensaba en esos momentos.

“Estaba rodeado de guardias con bayonetas, y unos guardias a cada lado de las puertas de los autobuses, muchos autobuses, cientos de autobuses”, dice, “por una cosa en el fondo feliz: yo decía, ‘Bueno, no lo hubiera querido, hubiera querido seguir en lo mío’, pero bueno, me llaman para un deber. Me voy satisfecho. Y me iba satisfecho”.

Una vez allí, sin embargo, “abrió los ojos” gracias a la lectura de libros como Un día en la vida de Iván Denisovich, de Alexander Solschenitzyn, el escritor ruso Premio Nobel de Literatura en 1970 que fue condenado a ocho años de trabajos forzados en el gulag de Siberia bajo el régimen estalinista.

“En realidad los que la pasaban peor eran los homosexuales”, relata Milanés. “Una tarde se aparecieron camiones, con una lista; unos oficiales nombrando gente así, en una operación relámpago. Eso ocurrió en todos los campos de Camagüey, la misma tarde, cronometrado. Los recogieron a todos; los llevaron para guetos, se puede decir, lejos, y los aislaron juntos todos ellos en distintos campamentos”.

"Los que la pasaban peor eran los homosexuales", dice Milanés en el documental refiriéndose a los campamentos de las UMAP.

Su conclusión entonces fue bastante macabra, dice: “Nos han logrado juntar a todos los que consideraban despreciables en un campo de concentración”. Luego recuerda también que empezaron a inundar los campamentos de las UMAP con presos comunes sacados de cárceles como el Castillo del Príncipe, y asegura que no se explica cuál era el propósito de esa operación.

“A nosotros nos cogió el efecto este [el síndrome] de Estocolmo: hicimos una obra favorable a los que nos habían mandado para allá”, comenta. “Y nos culpábamos por haber ido hacia allí, en esa obra de teatro que escribimos Ricardo Barber y yo. [Empezamos a sentirnos] culpables, porque todos los días nos lo decían: ‘Ustedes son culpables, ustedes son árboles que han crecido torcidos”.

Barber, nacido en Placetas en 1937, se exilió en Estados Unidos a mediados de la década de los 70 y murió en diciembre de 2018 en Nueva York, al cabo de largos años como parte del grupo Teatro Repertorio Español.

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“Llegamos a representar la obra en la unidad y se corrió la bola en todo Camagüey, y vinieron unos coroneles a proponernos, y Barber y yo rompimos la obra, y dijimos que no la recordábamos y que no queríamos hacerla en ningún lugar”, narra Milanés en el documental de Juan Pin Vilar.

“Porque inmediatamente nos dimos cuenta y digo, ‘C…, Barber, hemos sido par de idiotas, nos ha cogido el síndrome de Estocolmo aquí, hemos estado brindándole ofrendas a los que nos han mandado para acá”, añade. “Y rompimos la obra, y nunca más se puso. Pero la pusimos una vez”.

La que entonces era su suegra cuenta haber recibido en aquellos días una llamada de Juan Almeida, uno de los comandantes del ejército rebelde y entonces jefe en funciones de las Fuerzas Armadas, quien le pidió decirle “a ese muchacho que se quede tranquilo, que yo voy a ir por allá a verlo, y que no vaya a hacer un disparate”.

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Olga Ayoub, con quien estuvo casado entre 1961 y 1969, explica en el documental que la reacción de Almeida se debía a que ella le había enviado una carta de Milanés en la cual el joven compositor y cantante decía que no soportaba más y que estaba a punto de cometer una locura.

Milanés cuenta que se fugó del campamento cuando esperaba noticias de que las UMAP iban a terminar.

“Ya había escándalos en la ONU, los U2, los aviones espía ya habían tomado fotos de los campamentos, y lo único que hicieron fue, en vez de 23 pelos de alambre [de púas] bajarlos a 14 pelos”, dice.

Escapó con un amigo, y poco después de llegar a La Habana –donde estuvo escondido en la casa de una amiga, Malvina Batista— se entregó. Fue a presentarse ante Almeida, a quien lo unía un parentesco familiar, y el comandante le dijo que como jefe de las Fuerzas Armadas –Raúl Castro pasaba un curso en la extinta Unión Soviética-- no podía hacer nada por él.

Estuvo en la prisión de La Cabaña, donde pasó poco más de un mes antes de que lo enviaran al campamento de fugados en Camagüey.

“Aquello fue dantesco, porque el tren paró de día en el centro de la ciudad, y de ahí hasta el campamento fuimos a pie y todo el mundo gritándonos cosas por el camino”, relata.

Mientras estuvo condenado en las UMAP, Elena Burke seguía cantando sus canciones en clubes de La Habana y mencionaba el nombre del autor antes de interpretarlas, asegura.

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“Siempre le daba las canciones a ella primero, antes que a nadie”, dice Milanés. “Porque Elena además era quien primero las asumía y cuando yo era un desconocido, estaba en la UMAP inclusive, Elena me cantaba las canciones, a pesar de que estuviera en la UMAP, sí, de que nadie hablaba de mí, de que estaba completamente olvidado ahí, y siempre hacía una referencia: Pablito Milanés, que no está aquí, que está pasando el servicio militar”.

Relata también cómo fue su debut y a qué se debió que cantara por primera vez en un espacio público.

“Un día me llaman, me dicen: nos hemos enterado de que tú tienes canciones, que cantas”, cuenta. “Te vamos a dar una oportunidad para que cantes en el [club del hotel del Vedado] Saint John’s, porque José Antonio Méndez se va a una gira por Europa y nos hace falta una gente. Y yo dije que no, que yo no me atrevía en público a cantar acompañado de guitarra. Y entonces me dijeron: ‘Bueno, pues sigue sin trabajo’. Entonces lo pensé dos veces: bueno, no puedo seguir en esta situación, me voy a arriesgar”.

Considerando que el público no estaba familiarizado con sus canciones, eligió una muy popular en la época: “El día” (El día que deje de salir el sol, y la luna deje de alumbrar, y las estrellas dejen de brillar…), del mexicano Luis Demetrio, para abrir cada presentación. Y luego cantaba las suyas.

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A una pregunta del documentalista, aclara que su primera canción difundida en Cuba, “que la cantaba todo el mundo”, dice, fue Tú mi desengaño.

“La que empieza diciendo “Cuando siento que tu imagen se me esfuma, mi tristeza ya la logro disipar… Y me hice bastante conocido en la radio; eso fue en el 63, el 64, por ahí”, refiere.

Subraya el lugar que en su obra tienen los temas del tiempo y la muerte.

“Todo joven que despierta filosóficamente al mundo, en lo primero que se fija es en la existencia de la muerte”, manifiesta el compositor. “Y no la ve como una circunstancia favorable, sino desde el punto de vista de un sentimiento trágico, la ve y la analiza desde ese sentimiento, y así la analicé yo. El tiempo y la muerte me han preocupado mucho”.

El documental revive grandes momentos de la interpretación musical en Cuba en los cuales Milanés no toca la guitarra y ni siquiera canta una canción suya. Es el caso de Ella y yo, de Oscar Hernández (“En el sendero de mi vida triste, hallé una flor…), con Luis Carbonell al piano, y “Cuando un amigo se va” a dúo con Elena Burke.