Nadie sabe, de San Antonio a Maisí, hacia dónde va el país y tampoco - como consecuencia de lo anterior- cuál es el derrotero del deporte.
La siguiente opinión, que encabeza una reseña deportiva de la víspera, en el diario cubano Granma, puede parecer un chiste de mal gusto:
“Más que por las expectativas de quién pudiera ser el vencedor, o las peleas revanchas de varias de nuestras principales figuras que perdieron sorpresivamente sus pleitos en eventos recientes, la final del Torneo Nacional de Boxeo por Equipos, que tiene lugar en Vueltabajo, genera expectativas por la eliminación del protector de cabeza”.
Pero más claro, ni el agua, con todo y la macarrónica redacción. Si desde los Juegos Olímpicos de la antigüedad lo importante --además de la tregua pacífica-- era colocar la corona de laurel al campeón, el cronista de la Isla se subyuga ahora por una morbosa atracción, ver las testas de sus púgiles balancearse como péndulos al contacto de los puños.
Cada vez con más celeridad, el deporte en Cuba se revuelca patas arriba. En un hecho inédito, Dayron Robles, campeón olímpico del atletismo en Pekín 2008, se fue hace unos días a Europa, para competir a título personal-- mucho antes se había quejado amargamente de la pobre atención recibida en su patria-- y hasta allí le siguieron los dardos de los federativos de la Isla, que quieren impedir su libre albedrío, y los ecos de la sanción por indisciplina contra Orlando Ortega, el joven que se insinuaba como sucesor de Robles.
Anda en la web un anuncio del ex voleibolista Raúl Diago, que vende su casa y restaurante de siete habitaciones --una opulencia, en términos cubanos, comparable a la de un jeque árabe-- y se comenta a diario sobre la insólita contratación de tres peloteros en activo por el club mexicano Piratas de Campeche.
Michel Enríquez --quien regresó tempranamente a Cuba, resentido de una vieja lesión-- Yordanis Samón y Alfredo Despaigne se vistieron por estos días con el mismo uniforme profesional que lo hiciera antes el pitcher retirado Pedro Luis Lazo, y la coincidencia tiene una lectura conocida. Si las negociaciones han sido solo con Campeche, habrá entonces algún trasfondo de buenas relaciones de sus dueños con los personeros del gobierno en La Habana.
Nadie sabe, de San Antonio a Maisí, hacia dónde va el país, y tampoco --como consecuencia de lo anterior-- cuál es el derrotero del deporte. Algunos iluminados, sin embargo, comprenden que su consagración está allí donde la fuerza del músculo no conoce de dogmas ni limitaciones políticas.
Triunfan así, entre otros, los beisbolistas Kendrys Morales, Yoenis Céspedes, Aroldis Chapman, José Fernández y el increíble Yasiel Puig, todos ellos escapados de su país en condiciones más o menos dramáticas, y enrolados después en las Grandes Ligas de Estados Unidos.
Puig, un outfielder cienfueguero de 22 años, exhibe no solo el desparpajo de haber firmado por 42 millones de dólares, la cifra más alta conseguida por un cubano, sino que irrumpe en el mejor béisbol del mundo como Pedro por su casa.
Un analista de MLB comparó hace unas horas los primeros 20 partidos del criollo en el Big Show con los primeros 20 del astro Stan Musial, en la temporada de 1942.
Aunque Musial había debutado a finales de la campaña anterior, al iniciar el año de marras tuvo al cabo de 20 programas .413 de average ofensivo, .440 de embasamiento y .613 de slugging, con 33 hits (nueve extrabases), 16 carreras anotadas y 10 impulsadas.
El lunes, Puig fue clave en la victoria de Dodgers de Los Ángeles, 3-1 sobre Gigantes de San Francisco, durante su aparición número 20 en las Mayores. Dio tres hits --incluido su séptimo bambinazo-- y produjo dos carreras.
Camino de las duchas, el cubano actualizaba su palmarés con .442, .476 y .753, en virtud de sus 34 hits (10 extrabases) y 14 anotaciones remolcadas.
Con lo hecho hasta ahora, si el éxito no le nubla las entenderas, habrá Yasiel Puig para rato en las Grandes Ligas y los atletas cubanos seguirán perdiendo la cabeza. Campeche, con sus Piratas, no será el puerto final de nuestros deportistas.
“Más que por las expectativas de quién pudiera ser el vencedor, o las peleas revanchas de varias de nuestras principales figuras que perdieron sorpresivamente sus pleitos en eventos recientes, la final del Torneo Nacional de Boxeo por Equipos, que tiene lugar en Vueltabajo, genera expectativas por la eliminación del protector de cabeza”.
Pero más claro, ni el agua, con todo y la macarrónica redacción. Si desde los Juegos Olímpicos de la antigüedad lo importante --además de la tregua pacífica-- era colocar la corona de laurel al campeón, el cronista de la Isla se subyuga ahora por una morbosa atracción, ver las testas de sus púgiles balancearse como péndulos al contacto de los puños.
Cada vez con más celeridad, el deporte en Cuba se revuelca patas arriba. En un hecho inédito, Dayron Robles, campeón olímpico del atletismo en Pekín 2008, se fue hace unos días a Europa, para competir a título personal-- mucho antes se había quejado amargamente de la pobre atención recibida en su patria-- y hasta allí le siguieron los dardos de los federativos de la Isla, que quieren impedir su libre albedrío, y los ecos de la sanción por indisciplina contra Orlando Ortega, el joven que se insinuaba como sucesor de Robles.
Anda en la web un anuncio del ex voleibolista Raúl Diago, que vende su casa y restaurante de siete habitaciones --una opulencia, en términos cubanos, comparable a la de un jeque árabe-- y se comenta a diario sobre la insólita contratación de tres peloteros en activo por el club mexicano Piratas de Campeche.
Michel Enríquez --quien regresó tempranamente a Cuba, resentido de una vieja lesión-- Yordanis Samón y Alfredo Despaigne se vistieron por estos días con el mismo uniforme profesional que lo hiciera antes el pitcher retirado Pedro Luis Lazo, y la coincidencia tiene una lectura conocida. Si las negociaciones han sido solo con Campeche, habrá entonces algún trasfondo de buenas relaciones de sus dueños con los personeros del gobierno en La Habana.
Nadie sabe, de San Antonio a Maisí, hacia dónde va el país, y tampoco --como consecuencia de lo anterior-- cuál es el derrotero del deporte. Algunos iluminados, sin embargo, comprenden que su consagración está allí donde la fuerza del músculo no conoce de dogmas ni limitaciones políticas.
Triunfan así, entre otros, los beisbolistas Kendrys Morales, Yoenis Céspedes, Aroldis Chapman, José Fernández y el increíble Yasiel Puig, todos ellos escapados de su país en condiciones más o menos dramáticas, y enrolados después en las Grandes Ligas de Estados Unidos.
Puig, un outfielder cienfueguero de 22 años, exhibe no solo el desparpajo de haber firmado por 42 millones de dólares, la cifra más alta conseguida por un cubano, sino que irrumpe en el mejor béisbol del mundo como Pedro por su casa.
Un analista de MLB comparó hace unas horas los primeros 20 partidos del criollo en el Big Show con los primeros 20 del astro Stan Musial, en la temporada de 1942.
Aunque Musial había debutado a finales de la campaña anterior, al iniciar el año de marras tuvo al cabo de 20 programas .413 de average ofensivo, .440 de embasamiento y .613 de slugging, con 33 hits (nueve extrabases), 16 carreras anotadas y 10 impulsadas.
El lunes, Puig fue clave en la victoria de Dodgers de Los Ángeles, 3-1 sobre Gigantes de San Francisco, durante su aparición número 20 en las Mayores. Dio tres hits --incluido su séptimo bambinazo-- y produjo dos carreras.
Camino de las duchas, el cubano actualizaba su palmarés con .442, .476 y .753, en virtud de sus 34 hits (10 extrabases) y 14 anotaciones remolcadas.
Con lo hecho hasta ahora, si el éxito no le nubla las entenderas, habrá Yasiel Puig para rato en las Grandes Ligas y los atletas cubanos seguirán perdiendo la cabeza. Campeche, con sus Piratas, no será el puerto final de nuestros deportistas.