No podía imaginarme un calificativo tan original de la barbarie comunista en sus experimentos de ingeniería social como el de “Homo Sovieticus” que redujo a la esclavitud más abyecta y envilecida a millones de seres humanos.
Homo Sovieticus (en latín para ‘Hombre soviético’) es un término peyorativo para una persona conformista de la antigua la Unión Soviética y otros países del Bloque del Este. El término fue popularizado por el escritor y sociólogo soviético Aleksandr Zinovyev, quien escribió el libro titulado Homo Sovieticus (1982).
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Este calificativo fue retomado por Paulina Zelitsky, una dama exsoviética que escribió una de las páginas más asombrosas que una mujer pudo experimentar en un enfrentamiento en condiciones extremadamente difíciles, con sus dos niños, contra ese monstruo del “Homo Sovieticus”.
Paulina Zelitsky no era solo uno de los tantos asesores soviéticos que prestaron servicio en Cuba, es una inteligente ingeniera naval de puertos, graduada en la Universidad Nacional de la Marina, en Odessa, Ucrania. Participó en los proyectos de construcción de las bases navales para los submarinos soviéticos en Cuba y en esas funciones tuvo que sufrir innumerables arbitrariedades y abusos incluyendo hasta el intento de violación por parte de uno de los jefes que supervisaban sus ocupaciones.
Regresando de la Unión Soviética con sus dos hijos, después de su última visita a su país de origen, tomó la decisión de separarse del grupo de pasajeros durante una parada técnica en el aeropuerto de Gander, Canadá. Perseguida por los custodios de la KGB encargados de la seguridad y vigilancia del vuelo pudo llegar hasta un militar canadiense en el aeropuerto que la protegió de la persecución y así pudo acogerse al asilo político.
No es mi intención hacer una reseña literaria de su obra. Los libros de Paulina están en inglés y recomiendo su lectura.
En su libro testimonio The sea is only knee Deep, disponible en Amazon, en edición impresa, electrónica y en audio libro, hay un párrafo reflexivo y trascendente que demuestra la firmeza de una madre dispuesta a correr los riesgos que sean necesarios para alcanzar la libertad: “En este punto, tuve que decidir rechazar una vida de conflicto con mi conciencia. Fue mi conciencia, la que dictó mi sentido del bien y del mal, mi elección natural de valores. Estos eran los mismos valores que quería para mis hijos. ¿No es esto exactamente lo que queremos decir cuando decimos que queremos ser libres? Ser tú mismo, vivir según tus valores es la única libertad. (Volumen II, page 133).
Al leer el testimonio de Paulina me pasaron por la mente innumerables experiencias vividas durante largos años de relaciones militares con especialistas soviéticos. A los cubanos nos costaba mucho trabajo comprender las relaciones de trabajo de los jefes militares rusos con sus subordinados basadas en la arbitrariedad, el abuso corporal y los castigos más crueles.
Nuestro rechazo a esos métodos no reflejaba una rusofobia, que es la acusación con la que los actuales jerarcas del Kremlin tratan de cuestionar a quienes impugnen su barbárico proceder en la actual guerra que libran invadiendo a su vecina Ucrania. Se trata de que después de los 40 años de terrible dictadura estalinista el HOMO SOVIETICUS apenas pudo cambiar en la superficie con la perestroika, pero no los cuestionables fundamentos morales de un sistema que resultó esencialmente improductivo e inoperante.
La URSS terminó desintegrándose, pero la verdadera morfología del HOMO SOVIETICUS no pudo ser superada al quedar prendida en la mentalidad de los nuevos dirigentes: el abuso del poder, las arbitrariedades, la irracionalidad, la terquedad, las continuas violaciones de todos los derechos humanos y la total incomprensión de que las sociedades donde esos derechos son violados se estancan, no progresan y terminan en el desastre. La alternativa que les quedaba era el HOMO FASCIO y hacia el fascismo fueron Putin y su camarilla.
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Al desintegrarse la URSS el enquistado HOMO SOVIETICUS no propició el avance a una sociedad más justa y humana. Al contrario, condujo el país a una sociedad peor que la anterior. Prácticamente se efectuó un cambio de disfraz al pasar de la bandera roja de la hoz y el martillo a la tricolor con el águila imperial bicéfala.
El comunismo y el fascismo en tanto regímenes totalitarios, son muy parecidos, aunque tienen diferencias en su ideología y en otros aspectos. El comunismo pretende ser la ideología política basada en la propiedad común y una supuesta promoción de la igualdad y la justicia. Pero promueve un régimen totalitario económico y político. El fascismo es la ideología que intenta unir el nacionalismo y el racismo bajo un sistema también totalitario. Para ello impulsa el nacionalismo, el racismo y el militarismo.
Ese es precisamente el camino emprendido por Rusia desde la primera guerra Chechena a finales de 1994 y después en 1999 donde a sangre y fuego con decenas de miles de muertos y ciudades convertidas en escombros logró establecer su dominio. Posteriormente el 7 de agosto del 2008 procede a invadir Georgia y en el 2014 continua en sus guerras de conquista invadiendo y ocupando Crimea en Ucrania.
Por último, su más descabellada aventura, la invasión de Ucrania, violando todos los acuerdos de las Naciones Unidas se convierte en el factor decisivo que estampa la conversión definitiva de Rusia en un estado fascista. Putin ha abrazado al HOMO FASCIO en el delirio de que lo conduzca a la cima y a la gloria.
Como era de esperar, las dictaduras y regímenes totalitarios más sanguinarios del planeta han cerrado filas alrededor del fascismo ruso y entre ellos, no podía faltar el castrismo que ha convertido a Cuba en un estado fallido sumido en la más espantosa miseria.
La actual alianza de Cuba con el régimen fascista ruso sea en el campo de batalla bélico o en el diplomático y de la desinformación, la convierte de facto en cómplice de todos sus crímenes. Las constantes visitas de altos funcionarios del gobierno ruso a la isla no han ocultado sus propósitos de transmitirle a la dictadura castrista los métodos más sofisticados de represión para combatir las revoluciones democráticas que ellos denominan “revoluciones de color” como afirmó Nicolai Petrushev reunido con el MININT en su última visita a la isla.
La oficialidad de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior no deben permanecer impávidos ante la entrega de la nación al fascismo ruso. Los que hoy impulsan la solidaridad de Cuba con el fascismo del Kremlin tendrán que responder por sus actos ante la justicia nacional e internacional.
(Este artículo fue publicado originalmente en Cuba Siglo 21)