Ya pasó el viernes 14. Fuera nervios. Kerry llegó a La Habana con una agenda apretada que incluía, además de un encuentro privado con algunos disidentes, mojitos en la zona vieja, de la mano de un egregio interlocutor del régimen, Eusebio Leal. Bandera arriba, mambo en el preámbulo de la ceremonia, autos de época detrás, el escenario fue perfecto. Mientras tanto, no tenemos noticias de activistas reivindicativos que saltaran al ruedo, como sí ocurrió en Santiago de Cuba en la visita papal de 2012. Todo tranquilo.
Un editorial firmado por la oficialista Agencia de Información Nacional (AIN), pocos días después se preguntaba lo siguiente: “Embajadas abiertas, ¿hacia dónde vamos”. Se lo preguntaba pero no respondía. En el peor de los casos, la respuesta que daba era muy similar a lo que hay hasta ahora, un gobierno autócrata sin intenciones de abrirse al mundo. Los que conocemos el lenguaje empleado, comprobamos que el cambio a mediano plazo no será posible todavía. Y esto lo confirmó también la negociadora superior, Josefina Vidal, utilizando el mismo lenguaje, o la misma retórica:
“Decisiones de carácter interno no son negociables”, comentó a los medios extranjeros. Esto sin hacer un alto en la gestualidad –roñosa, arrogante- que para nosotros también dice mucho.
Pero citemos textualmente una “perla” del editorial de la AIN:
“En primer lugar constituye un logro significativo el cambio de discurso hacia la isla, el trato como iguales, el reconocimiento a la legitimidad del Gobierno cubano, al liderazgo histórico, a la resistencia del pueblo, y que por primera vez un presidente de EE.UU. aceptara públicamente el fracaso de la política hacia la Mayor de las Antillas”.
Es fácil de desmontar, y siempre vale la pena hacerlo, para quienes quieran oírlo. Ni existe un liderazgo histórico (en su lugar un caudillismo, que es diferente), ni el gobierno cubano es legítimo. Y sí, el pueblo resiste, pero no a la presión de los norteamericanos sino a la bota del dictador.
Tranquilidad después del día 14. No ha pasado nada nuevo. En la periferia de la naciente embajada la represión continúa. Lo que importa no es la foto de la anciana con camiseta del Che y banderita cubana, una señora muy probablemente colocada allí en la barrera para que los medios la vieran el día del izamiento de la bandera norteamericana. Eso es historia antigua. ¿Pero es que algunos no han aprendido a decodificar el mensaje?
Ganar la calle no es posible todavía para quienes reivindican la libertad de expresión. Este pequeño detalle es el que está maltratando cada domingo a las Damas de Blanco. ¡Y de qué manera! Kerry estuvo el viernes 14 en La Habana. El domingo 16, a Jacqueline Bonni la secuestraron de una marcha pacífica, para luego soltarla en un punto donde esperaban los paramilitares para hacerla papilla.
-¿Por qué a usted?-, preguntamos los periodistas desde el exterior.
-Sencillamente porque mi nombre era el que seguía en la lista. Cada domingo hacen lo mismo con una de nosotras-, explicó la Dama de Blanco sin aliento apenas.
La operación fue mucho más cruel. En un cuartel de la policía política la habían torturado antes, incluyendo a un verdugo/ hombre que se sumó a la pateadura. La quemaron con un mechero, entre otras torturas.
Luego la dejaron con las fieras, como el circo romano. Un “pueblo” enardecido se encargó de rematarla. Del ruedo la sacaron aparentemente para salvarla. La llevaron a las ocho vías, una autopista desolada en las afueras de la capital. Allí la soltaron sin dinero y sin comunicaciones.
¿Es esto una técnica nueva? Para nada. Lo increíble es que se aplique con las pisadas del Secretario de Estado norteamericano todavía frescas.
¿O es que la brutalidad forma parte de las “decisiones de carácter interno” que, según Josefina Vidal, no son negociables?
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