La suerte de Adolis García quedó sellada cuando se reencontró con su hermano Adonis en la Serie del Caribe del 2016 en Santo Domingo.
Adolis llegó a la capital dominicana como parte del equipo Ciego de Ávila, campeón de la Serie Nacional cubana, mientras que su hermano mayor venía de jugar su primera temporada en Grandes Ligas con los Bravos de Atlanta y defendía la tercera base de los Navegantes de Magallanes, monarcas de la pelota profesional venezolana.
Unos meses después, el menor de los García escapaba de la isla, dispuesto a seguir los pasos de Adonis en el mejor béisbol del mundo, y en el 2017 firmaba con los Cardenales de San Luis, equipo con el que debutó en las Mayores en 2018, aunque apenas disputó 21 partidos, antes de ser reenviado a Triple A.
Pero el destino de “El Bombi” no estaba en San Luis, franquicia que no tuvo la suficiente luz larga para ver todo el potencial del cubano.
Transferido en 2019 a los Rangers de Texas, fue allí donde su carrera despegó de manera meteorica, hasta convertirse en uno de los más respetados jardineros y bateadores de todo el béisbol.
Luego de una breve aparición en Grandes Ligas con los Rangers en 2020, la temporada recortada de 60 juegos debido a la pandemia, en el 2021 jugó su primera campaña completa como titular.
Con 31 jonrones y 90 carreras impulsadas en 149 desafíos, además de una defensa excelsa y un poderoso brazo en el jardín derecho, Adolis fue convocado al Juego de las Estrellas y se ganó por derecho propio un espacio en los turnos de mayor responsabilidad de la franquicia tejana.
Un año después, repetía sus números, para demostrar que lo del 2021 no había sido casualidad de una buena racha, al despachar 27 bambinazos y remolcar 101 carreras.
Pero fue en 2023 donde el patrullero avileño alcanzó ribetes de leyenda con los Rangers, un equipo nacido en 1972 de las cenizas de los Senadores de Washington y que, en más de cinco décadas de existencia, jamás había saboreado el triunfo en una Serie Mundial.
En la temporada regular logró cifras máximas de su carrera en jonrones (39) y empujadas (107), asistió a su segundo Juego de Estrellas y ganó su primer Guante de Oro, aunque lo mejor aún estaba por venir.
En los playoffs fue literalmente una aplanadora, al compilar average de .323, con ocho vuelacercas y 22 impulsadas, desde la primera ronda hasta el Clásico de Octubre.
En la Serie de Campeonato de la Liga Americana, que le dio a los Rangers el boleto a la Serie Mundial, destrozó a sus vecinos Astros de Houston, con cinco jonrones y 15 remolques, para ser elegido el Jugador Más Valioso.
En la Serie Mundial ante los Diamondbacks de Arizona continuó su paso avasallador y en el primer juego despachó un cuadrangular épico en el final del undécimo episodio, para dejar al campo a sus rivales y poner a su equipo un paso más cerca de la gloria suprema.
Pero en el tercer juego sufrió una lesión que lo dejó fuera de acción por el resto de la serie, aunque animó a sus compañeros desde el dugout y disfrutó como pocos la primera corona de los Rangers en su historia.