El abogado y periodista independienteRené Gómez Manzano reseña la participacion en la reunión del Consejo de la Sociedad Internacional de Derechos Humanos (SIDH).
En Europa se ha puesto de manifiesto la solidaridad alemana con los luchadores pro democracia de Cuba
El pasado fin de semana, en la ciudad de Bonn, antigua capital de la República Federal de Alemania, se celebró la reunión del Consejo de la Sociedad Internacional de Derechos Humanos (SIDH). El encuentro estuvo encabezado por Katrin Bornmüller, Karl Hafen y Martin Lessenthin, quienes una vez más pusieron de nanifiesto su generosidad y su solidaridad con la lucha pro democracia en Cuba.
Gracias a una gentil invitación de los anfitriones tedescos, tuve la ocasión de hallarme presente allí, en unión de los compatriotas Berta Soler, líder indiscutible de las dignas Damas de Blanco, Anolan Ponce e Isela Álvarez, de MAR por Cuba, y Boris Luis Santa Coloma, corresponsal de MartíNoticias en Berlín, quien colaboró en la traducción.
Durante la reunión pudimos conocer los casos de severas violaciones de los derechos humanos que se confrontan en países como la infortunada Norcorea que desgobierna la dinastía Kim, China comunista y el Irán teocrático de los ayatolas. Tanto la hermana Berta como yo hablamos sobre la situación de Cuba.
Ambos, junto con Anolan, participamos también en la conferencia de prensa, que estuvo consagrada a nuestra Patria. Como era de esperar, no faltó la presencia de un informador del oficialismo cubano, con sus preguntas claramente orientadas a la defensa del castrismo.
El sábado 13, en horas de la manana, también vimos, a la entrada del hotel en el que sesionábamos, un esmirriado grupo de protestantes, que enarbolando nuestra ensena nacional, actuaban como si los argumentos que esgrimíamos contra el régimen comunista estuviesen dirigidos contra Cuba.
No obstante, tengo que reconocer que este enfrentaniento castrista se diferencia de lo que suele suceder en nuestro país, donde imperan el acto de repudio y el linchamiento verbal. La protesta se mantuvo dentro de los límites que aconsejan la tolerancia y la decencia. Sólo cabe señalar que esas acciones cuestan recursos al famélico Liborio Pérez —personificación del pueblo cubano—, pues en Alemania existe libertad para protestar, pero hay que pagar para hacerlo.
Poco antes del inicio de la reunión de la SIDH tuvo lugar también un encuentro que considero muy importante: la líder de las Damas de Blanco y yo fuimos recibidos por el ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Federal Alemán, doctor Guido Westerwelle. El encuentro tuvo lugar en el Hotel Excelsior de la ciudad de Colonia, junto a la imponente catedral que constituye el símbolo distintivo de esa urbe.
Berta y yo consideramos un indudable honor esa atención que tuvo con nosotros el alto funcionario teutón. Con ese gesto, la Administración de la canciller Ángela Merkel expresó su interés por la situación de los derechos humanos en Cuba y por el desarrollo de su sociedad civil. Igual preocupación se traduce de la información oficial que, junto a la correspondiente foto, fue colgada en el sitio de la Auswärtiges Amt, la oficina exterior del país centroeuropeo.
Al separarnos Berta y yo (ella por marchar de inicio a Berlín, y después a Panamá, como prólogo de su viaje a Bruselas, donde junto a otras damas de blanco recogerá el merecidísimo Premio Sájarov otorgado a ellas en 2005), ambos coincidimos en la importancia de esta visita nuestra.
Con ella se ha puesto de manifiesto una vez más que las violaciones de los derechos humanos preocupan no sólo a los Estados Unidos; que otros gobiernos democráticos del mundo —en este caso, el de un país de tanta importancia y prestigio como Alemania— también exponen su interés por la falta de libertad en la tierra cubana.
El pasado fin de semana, en la ciudad de Bonn, antigua capital de la República Federal de Alemania, se celebró la reunión del Consejo de la Sociedad Internacional de Derechos Humanos (SIDH). El encuentro estuvo encabezado por Katrin Bornmüller, Karl Hafen y Martin Lessenthin, quienes una vez más pusieron de nanifiesto su generosidad y su solidaridad con la lucha pro democracia en Cuba.
Gracias a una gentil invitación de los anfitriones tedescos, tuve la ocasión de hallarme presente allí, en unión de los compatriotas Berta Soler, líder indiscutible de las dignas Damas de Blanco, Anolan Ponce e Isela Álvarez, de MAR por Cuba, y Boris Luis Santa Coloma, corresponsal de MartíNoticias en Berlín, quien colaboró en la traducción.
Durante la reunión pudimos conocer los casos de severas violaciones de los derechos humanos que se confrontan en países como la infortunada Norcorea que desgobierna la dinastía Kim, China comunista y el Irán teocrático de los ayatolas. Tanto la hermana Berta como yo hablamos sobre la situación de Cuba.
Ambos, junto con Anolan, participamos también en la conferencia de prensa, que estuvo consagrada a nuestra Patria. Como era de esperar, no faltó la presencia de un informador del oficialismo cubano, con sus preguntas claramente orientadas a la defensa del castrismo.
El sábado 13, en horas de la manana, también vimos, a la entrada del hotel en el que sesionábamos, un esmirriado grupo de protestantes, que enarbolando nuestra ensena nacional, actuaban como si los argumentos que esgrimíamos contra el régimen comunista estuviesen dirigidos contra Cuba.
No obstante, tengo que reconocer que este enfrentaniento castrista se diferencia de lo que suele suceder en nuestro país, donde imperan el acto de repudio y el linchamiento verbal. La protesta se mantuvo dentro de los límites que aconsejan la tolerancia y la decencia. Sólo cabe señalar que esas acciones cuestan recursos al famélico Liborio Pérez —personificación del pueblo cubano—, pues en Alemania existe libertad para protestar, pero hay que pagar para hacerlo.
Poco antes del inicio de la reunión de la SIDH tuvo lugar también un encuentro que considero muy importante: la líder de las Damas de Blanco y yo fuimos recibidos por el ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Federal Alemán, doctor Guido Westerwelle. El encuentro tuvo lugar en el Hotel Excelsior de la ciudad de Colonia, junto a la imponente catedral que constituye el símbolo distintivo de esa urbe.
Berta y yo consideramos un indudable honor esa atención que tuvo con nosotros el alto funcionario teutón. Con ese gesto, la Administración de la canciller Ángela Merkel expresó su interés por la situación de los derechos humanos en Cuba y por el desarrollo de su sociedad civil. Igual preocupación se traduce de la información oficial que, junto a la correspondiente foto, fue colgada en el sitio de la Auswärtiges Amt, la oficina exterior del país centroeuropeo.
Al separarnos Berta y yo (ella por marchar de inicio a Berlín, y después a Panamá, como prólogo de su viaje a Bruselas, donde junto a otras damas de blanco recogerá el merecidísimo Premio Sájarov otorgado a ellas en 2005), ambos coincidimos en la importancia de esta visita nuestra.
Con ella se ha puesto de manifiesto una vez más que las violaciones de los derechos humanos preocupan no sólo a los Estados Unidos; que otros gobiernos democráticos del mundo —en este caso, el de un país de tanta importancia y prestigio como Alemania— también exponen su interés por la falta de libertad en la tierra cubana.