Cazar torcazas o matar jabalíes en los exclusivos cotos de caza en el oriente del país es sólo para extranjeros y generales.
Por tercer año consecutivo, Alberto, 36 años, gracias a los euros girados por su hermano desde Europa pudo reservar una oferta de tres noches y cuatro días en un buró de turismo de la cadena Cubanacán.
Por algo más de 320 pesos convertibles, Alberto, su esposa y dos hijos, en el mes de agosto pernoctará en un hotel 5 estrellas muy cerca de las azules aguas de Varadero.
Desde que en 2008 el General Raúl Castro aboliera una seria de absurdas regulaciones que impedían a los cubanos alojarse en hoteles exclusivos para extranjeros, la situación en Cuba ha dado un giro de 180 grados.
De ciudadanos de cuarta categoría pasamos de golpe a convertirnos en personas con derecho a acceder a sitios antaño negados. Más de 400 mil cubanos ya han pasado por hoteles de Varadero o Cayo Coco, entre otros.
También desde 2011 pueden vender sus casas o comprar un coche americano de los años 50 o un Lada ruso de la era soviética. Los cubanos con líneas de teléfonos móviles, prohibidos hace 7 años, superan a los que tienen teléfonos fijos.
Si se anda amplio de moneda dura, también pueden rentar una moto por 20 pesos convertibles (cuc) al día o un incómodo auto sudcoreano KIA por 65 cuc diarios.
Si tienes divisas, puedes disfrutar del show bajo las estrellas en Tropicana o un recital de los reguetoneros de moda en una discoteca de primera. O adquirir equipos de aire acondicionado, ordenadores y cocinas eléctricas. Todo eso ha sido autorizado por el alto mando de verde olivo.
Pero aun ciertos servicios están vedados para los cubanos de la isla. Internet pasó de ciencia ficción a una realidad palpable... si pagas 6 cuc la hora en un hotel habanero. Fuera de la capital, la posibilidad de acceder a la red es más complicado. En Ciego de Ávila o Santa Clara, para sentarte ante una computadora y revisar tu cuenta de correo electrónico o leer medios online como El País o la revista Newsweek, debes presentar tu pasaporte.
Algunas opciones recreativas marinas, como las motos naúticas y los paseos en yates, están prohibidas para los nativos. Quizás por temor a deserciones o al secuestro de embarcaciones, ese tipo de ofertas suelen ser restringidas para los cubanos residentes en la isla.
Los otros no. Los cubanos que viven en Estados Unidos, España o México se pueden dar el lujo de juguetear con una moto acuática en la playa de Santa María o pasear en yate por la bahía de Cienfuegos.
Hace unos años, los turistas foráneos por 20 dólares podían hacer en Varadero un recorrido por el lecho marino dentro de un submarino. Los cubanos del patio no eran bienvenidos. Cazar torcazas o matar jabalíes en los exclusivos cotos de caza en el oriente del país es sólo para extranjeros y generales.
La otra gran prohibición que se mantiene en pie es la posibilidad de viajar al exterior sin tanto agobio burocrático. Además de gastar en trámites legales un dinero que equivale al salario de año y medio de un trabajador, al final, tranquilamente, un oficial de inmigración puede denegar tu permiso de salida por razones políticas o de seguridad nacional.
Otro servicio negado en 'la democracia que mejor funciona en el planeta', según proclaman los mandarines criollos, es tener internet en casa. Antes alegaban rezones técnicas o culpaban al embargo.
Luego en comparsa con Hugo Chávez acometieron un proyecto de un cable submarino que “permitiría la soberanía digital en Cuba”. Desde que el dichoso cable se hizo operativo a principio de julio del año pasado, nada se sabe cuándo las autoridades permitirán que un cubano de a pie pueda navegar por la autopista de la información.
Y de libertades políticas no hablemos. Ni se le ocurra presentar en la Asamblea Nacional del Poder Popular una propuesta de crear un partido, sindicato o bufete jurídico independiente. Tampoco es válido mostrar el número de firmas indicado por las leyes para reformar la Constitución.
Una de dos. O te ningunean o te encierran en una apestosa y humedad celda en los sótanos de una unidad policial. Si escribes por tu cuenta y criticas el estado de cosa, tu vida es controlada con lupa.
Y si los disgustas y pierden la paciencia, a mano tienen la tenebrosa Ley Mordaza que todavía flota en el aire de la Republica y permite que te condenen a 20 años de cárcel. O más.
De cualquier modo, aunque no tengan un centavo, los cubanos aplauden la posibilidad de adquirir una vivienda o un coche desvencijado. Preferirían comprar un auto nuevo y moderno en una agencia con el sudor de su trabajo. Y viajar a otros países para que sus parientes conozcan a la hija que nunca han visto.
Pero ya se sabe que en el archipiélago de los hermanos Castro, las transformaciones son a paso de tortuga. La gente se ha acostumbrado a esperar. Si algo sobra en Cuba es la paciencia.
Por algo más de 320 pesos convertibles, Alberto, su esposa y dos hijos, en el mes de agosto pernoctará en un hotel 5 estrellas muy cerca de las azules aguas de Varadero.
Desde que en 2008 el General Raúl Castro aboliera una seria de absurdas regulaciones que impedían a los cubanos alojarse en hoteles exclusivos para extranjeros, la situación en Cuba ha dado un giro de 180 grados.
De ciudadanos de cuarta categoría pasamos de golpe a convertirnos en personas con derecho a acceder a sitios antaño negados. Más de 400 mil cubanos ya han pasado por hoteles de Varadero o Cayo Coco, entre otros.
También desde 2011 pueden vender sus casas o comprar un coche americano de los años 50 o un Lada ruso de la era soviética. Los cubanos con líneas de teléfonos móviles, prohibidos hace 7 años, superan a los que tienen teléfonos fijos.
Si se anda amplio de moneda dura, también pueden rentar una moto por 20 pesos convertibles (cuc) al día o un incómodo auto sudcoreano KIA por 65 cuc diarios.
Si tienes divisas, puedes disfrutar del show bajo las estrellas en Tropicana o un recital de los reguetoneros de moda en una discoteca de primera. O adquirir equipos de aire acondicionado, ordenadores y cocinas eléctricas. Todo eso ha sido autorizado por el alto mando de verde olivo.
Pero aun ciertos servicios están vedados para los cubanos de la isla. Internet pasó de ciencia ficción a una realidad palpable... si pagas 6 cuc la hora en un hotel habanero. Fuera de la capital, la posibilidad de acceder a la red es más complicado. En Ciego de Ávila o Santa Clara, para sentarte ante una computadora y revisar tu cuenta de correo electrónico o leer medios online como El País o la revista Newsweek, debes presentar tu pasaporte.
Algunas opciones recreativas marinas, como las motos naúticas y los paseos en yates, están prohibidas para los nativos. Quizás por temor a deserciones o al secuestro de embarcaciones, ese tipo de ofertas suelen ser restringidas para los cubanos residentes en la isla.
Los otros no. Los cubanos que viven en Estados Unidos, España o México se pueden dar el lujo de juguetear con una moto acuática en la playa de Santa María o pasear en yate por la bahía de Cienfuegos.
Hace unos años, los turistas foráneos por 20 dólares podían hacer en Varadero un recorrido por el lecho marino dentro de un submarino. Los cubanos del patio no eran bienvenidos. Cazar torcazas o matar jabalíes en los exclusivos cotos de caza en el oriente del país es sólo para extranjeros y generales.
La otra gran prohibición que se mantiene en pie es la posibilidad de viajar al exterior sin tanto agobio burocrático. Además de gastar en trámites legales un dinero que equivale al salario de año y medio de un trabajador, al final, tranquilamente, un oficial de inmigración puede denegar tu permiso de salida por razones políticas o de seguridad nacional.
Otro servicio negado en 'la democracia que mejor funciona en el planeta', según proclaman los mandarines criollos, es tener internet en casa. Antes alegaban rezones técnicas o culpaban al embargo.
Luego en comparsa con Hugo Chávez acometieron un proyecto de un cable submarino que “permitiría la soberanía digital en Cuba”. Desde que el dichoso cable se hizo operativo a principio de julio del año pasado, nada se sabe cuándo las autoridades permitirán que un cubano de a pie pueda navegar por la autopista de la información.
Y de libertades políticas no hablemos. Ni se le ocurra presentar en la Asamblea Nacional del Poder Popular una propuesta de crear un partido, sindicato o bufete jurídico independiente. Tampoco es válido mostrar el número de firmas indicado por las leyes para reformar la Constitución.
Una de dos. O te ningunean o te encierran en una apestosa y humedad celda en los sótanos de una unidad policial. Si escribes por tu cuenta y criticas el estado de cosa, tu vida es controlada con lupa.
Y si los disgustas y pierden la paciencia, a mano tienen la tenebrosa Ley Mordaza que todavía flota en el aire de la Republica y permite que te condenen a 20 años de cárcel. O más.
De cualquier modo, aunque no tengan un centavo, los cubanos aplauden la posibilidad de adquirir una vivienda o un coche desvencijado. Preferirían comprar un auto nuevo y moderno en una agencia con el sudor de su trabajo. Y viajar a otros países para que sus parientes conozcan a la hija que nunca han visto.
Pero ya se sabe que en el archipiélago de los hermanos Castro, las transformaciones son a paso de tortuga. La gente se ha acostumbrado a esperar. Si algo sobra en Cuba es la paciencia.