Guillermo Espinosa era uno de esos héroes anónimos, uno de los que llevan en sí el decoro de otros muchos hombres sin decoro.
La frase es de José Martí: Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Me vino a la mente cuando veía una y otra vez, hasta el cansancio, las imágenes del camillero de la Cruz Roja que agredía con furia animal a un disidente que era arrestado por la policía de civil, por gritar “abajo el comunismo”, durante la misa papal en Santiago de Cuba.
Este acto barbárico, registrado en audio y video por las televisoras extranjeras presentes en la ciudad, le dio la vuelta al mundo y se recordará con vergüenza por los cubanos. Pero el triste e indignante espectáculo sirvió también para despejar dudas y marcar la visita del Papa con la esencia represiva del régimen, que muchos trataban de obviar y encubrir, como una realidad incómoda, entre cánticos religiosos y llamados al “perdón, el amor y la reconciliación”.
Sin embargo hay algo en el infame video que la mayoría de la gente pasó por alto. Se trata del hombre pelado al rape, con pulóver blanco que se abalanza sobre el camillero agresor que, en medio de la euforia, ataca nuevamente al valiente indefenso con la misma camilla de madera y hierro.
El desconocido del pulóver blanco abraca al de la Cruz Roja y lo saca, y sin detenerse, se enfrenta a un esbirro vestido de civil, con pulóver de rayas negras y blancas, que no identifica al recién llegado.
Diez días después de los sucesos, cuando pude finalmente ver el video del incidente, que el mundo vio en tiempo real pero la dictadura mantiene censurado para los cubanos, me llamó la atención el enfrentamiento entre los dos hombres. Supuse que ambos – el del pulóver blanco y el del de rayas- eran de la policía y que, en medio de la confusión del momento, se había producido una descoordinación entre los agentes. Pero al mirar más detenidamente ese momento identifiqué al hombre que sacó del juego al camillero.
Guillermo Espinosa, un demócrata de amplio historial, en su natal Santiago, y que estuvo en prisión domiciliaria durante tres años pos sus actividades pro-democráticas, fue el hombre que se lanzó sobre el de la Cruz Roja.
Lo localicé por teléfono, gracias a la cortesía del Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press, en La Habana, y el abogado Ernesto Vera, en Santiago de Cuba. Estaba en su casa, a un constado de la carretera vieja del Cobre.
Según narra Guillermo, estaba cerca del lugar y cuando vio lo que ocurría con Carrión trató de auxiliarlo. Sin pensarlo se abalanzó sobre él camillero y lo tiró a un lado. Inmediatamente después fue identificado por la policía política, que lo detuvo durante veinticuatro horas en la estación de policía conocida como Micro 9, bajo los cargos de “desacato a la autoridad”.
Durante la conversación comprendí que Guillermo no sabía hasta ese momento que el incidente se conocía en todo el mundo y él aparecía agarrando al camillero y enfrentándose al policía vestido con el pulóver negro de rayas.
-¿Por qué entraste en la bronca y después no hiciste la denuncia de tu detención?, le pregunté.
-¿Qué denuncia iba a hacer? Defender a ese hombre de los abusadores era lo que tenía que hacer, y lo hice.
-¿Estabas en combinación con Carrión?
-No, yo no sabía lo que él iba a hacer. Entre a defenderlo por solidaridad, nagüe.
Al terminar la conversación, llame al Presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, y le pregunté si se conocía la participación de Guillermo Espinosa en incidente y su posterior detención.
La respuesta de Elizardo me confirmó que Guillermo era uno de esos héroes anónimos, uno de los que llevan en sí el decoro de otros muchos hombres sin decoro.
Este acto barbárico, registrado en audio y video por las televisoras extranjeras presentes en la ciudad, le dio la vuelta al mundo y se recordará con vergüenza por los cubanos. Pero el triste e indignante espectáculo sirvió también para despejar dudas y marcar la visita del Papa con la esencia represiva del régimen, que muchos trataban de obviar y encubrir, como una realidad incómoda, entre cánticos religiosos y llamados al “perdón, el amor y la reconciliación”.
Sin embargo hay algo en el infame video que la mayoría de la gente pasó por alto. Se trata del hombre pelado al rape, con pulóver blanco que se abalanza sobre el camillero agresor que, en medio de la euforia, ataca nuevamente al valiente indefenso con la misma camilla de madera y hierro.
El desconocido del pulóver blanco abraca al de la Cruz Roja y lo saca, y sin detenerse, se enfrenta a un esbirro vestido de civil, con pulóver de rayas negras y blancas, que no identifica al recién llegado.
Diez días después de los sucesos, cuando pude finalmente ver el video del incidente, que el mundo vio en tiempo real pero la dictadura mantiene censurado para los cubanos, me llamó la atención el enfrentamiento entre los dos hombres. Supuse que ambos – el del pulóver blanco y el del de rayas- eran de la policía y que, en medio de la confusión del momento, se había producido una descoordinación entre los agentes. Pero al mirar más detenidamente ese momento identifiqué al hombre que sacó del juego al camillero.
Guillermo Espinosa, un demócrata de amplio historial, en su natal Santiago, y que estuvo en prisión domiciliaria durante tres años pos sus actividades pro-democráticas, fue el hombre que se lanzó sobre el de la Cruz Roja.
Lo localicé por teléfono, gracias a la cortesía del Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press, en La Habana, y el abogado Ernesto Vera, en Santiago de Cuba. Estaba en su casa, a un constado de la carretera vieja del Cobre.
Según narra Guillermo, estaba cerca del lugar y cuando vio lo que ocurría con Carrión trató de auxiliarlo. Sin pensarlo se abalanzó sobre él camillero y lo tiró a un lado. Inmediatamente después fue identificado por la policía política, que lo detuvo durante veinticuatro horas en la estación de policía conocida como Micro 9, bajo los cargos de “desacato a la autoridad”.
Durante la conversación comprendí que Guillermo no sabía hasta ese momento que el incidente se conocía en todo el mundo y él aparecía agarrando al camillero y enfrentándose al policía vestido con el pulóver negro de rayas.
-¿Por qué entraste en la bronca y después no hiciste la denuncia de tu detención?, le pregunté.
-¿Qué denuncia iba a hacer? Defender a ese hombre de los abusadores era lo que tenía que hacer, y lo hice.
-¿Estabas en combinación con Carrión?
-No, yo no sabía lo que él iba a hacer. Entre a defenderlo por solidaridad, nagüe.
Al terminar la conversación, llame al Presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, y le pregunté si se conocía la participación de Guillermo Espinosa en incidente y su posterior detención.
La respuesta de Elizardo me confirmó que Guillermo era uno de esos héroes anónimos, uno de los que llevan en sí el decoro de otros muchos hombres sin decoro.