Stephen Purvis, quien pasó 15 meses encarcelado en la isla, dice en una carta a la revista The Economist que la guerra contra la corrupción en Cuba es solo una estratagema política del gobierno.
Hasta que las leyes relacionadas con las inversiones extranjeras y el comercio no sean revisadas en Cuba y la seguridad del Estado no cambie su modus operandi, la isla seguirá siendo un sitio extremadamente riesgoso para hacer negocios privados y los ejecutivos extranjeros no deben hacerse ilusiones, según un empresario británico.
Stephen Purvis, que estuvo 15 meses encarcelado en Cuba, escribió una carta a la revista The Economist para esclarecer el contenido de un artículo sobre su odisea en la isla, en la que precisa que de acuerdo con la versión difundida por La Habana fue detenido y acusado bajo cargos de corrupción pero esa no es la verdad.
“Durante mis ocho meses de interrogatorios en Villa Marista fue acusado de muchas cosas—dice—empezando por haber revelado secretos de Estado pero nunca por corrupción”, y luego de ser mantenido siete meses encarcelado con criminales y otro confuso puñado de empresarios fue al final sentenciado por presuntamente violar “regulaciones financieras”.
Purvis relata que a lo largo de su experiencia “kafkiana” sobre el sistema judicial cubano pasó tiempo preso con varios empresarios extranjeros arrestados en 2011 y 2012, quienes aún esperan ser formalmente acusados y juzgados, y entre quienes significativamente no había ni un solo brasileño, venezolano o chino.
“Está absolutamente claro –añade—que la guerra contra la corrupción puede ser una conveniente bandera política (del gobierno cubano) para ocultarse detrás”, y un pretexto “al que los gobiernos y la prensa extranjera respaldarán”, aunque las razones reales sean “mucho más complicadas”.
En consecuencia, el empresario se pregunta en la carta por qué por ejemplo el representante de la firma Ericsson está en la cárcel por exactamente las mismas actividades que realizan sus competidores chinos, y estos no han sido llevados a prisión.
Purvis dice que cuando los empresarios que como él han tenido una horrible experiencia con Cuba cuenten sus historias se podrá esclarecer por qué el régimen cubano ha emprendido ataques selectivos contra hombres de negocio que históricamente fueron sus amigos.
“Mientras tanto, sus intrépidos reporteros—emplaza a The Economist—podrían provechosamente investigar los individuos y camarillas que se están beneficiando de la reorganización del mercado (en Cuba) y los recién nacionalizados activos como resultado de la guerra contra la corrupción”.
Stephen Purvis, que estuvo 15 meses encarcelado en Cuba, escribió una carta a la revista The Economist para esclarecer el contenido de un artículo sobre su odisea en la isla, en la que precisa que de acuerdo con la versión difundida por La Habana fue detenido y acusado bajo cargos de corrupción pero esa no es la verdad.
“Durante mis ocho meses de interrogatorios en Villa Marista fue acusado de muchas cosas—dice—empezando por haber revelado secretos de Estado pero nunca por corrupción”, y luego de ser mantenido siete meses encarcelado con criminales y otro confuso puñado de empresarios fue al final sentenciado por presuntamente violar “regulaciones financieras”.
Purvis relata que a lo largo de su experiencia “kafkiana” sobre el sistema judicial cubano pasó tiempo preso con varios empresarios extranjeros arrestados en 2011 y 2012, quienes aún esperan ser formalmente acusados y juzgados, y entre quienes significativamente no había ni un solo brasileño, venezolano o chino.
“Está absolutamente claro –añade—que la guerra contra la corrupción puede ser una conveniente bandera política (del gobierno cubano) para ocultarse detrás”, y un pretexto “al que los gobiernos y la prensa extranjera respaldarán”, aunque las razones reales sean “mucho más complicadas”.
En consecuencia, el empresario se pregunta en la carta por qué por ejemplo el representante de la firma Ericsson está en la cárcel por exactamente las mismas actividades que realizan sus competidores chinos, y estos no han sido llevados a prisión.
Purvis dice que cuando los empresarios que como él han tenido una horrible experiencia con Cuba cuenten sus historias se podrá esclarecer por qué el régimen cubano ha emprendido ataques selectivos contra hombres de negocio que históricamente fueron sus amigos.
“Mientras tanto, sus intrépidos reporteros—emplaza a The Economist—podrían provechosamente investigar los individuos y camarillas que se están beneficiando de la reorganización del mercado (en Cuba) y los recién nacionalizados activos como resultado de la guerra contra la corrupción”.