Por primera vez en nueve años, el gobierno cubano permite a un grupo de periodistas extranjeros visitar cuatro prisiones de los dos centenares que hay en la isla.
Presos que son felices con sus carceleros, que cumplen prisión en penales cuyo paisaje compite con el de centros turísticos de recreo y que cuentan además hasta con campos deportivos, así son las cárceles en Cuba según ha hecho ver el gobierno, y no tan horribles como han descrito los reos que murieron o sufrieron infinidad de tormentos en sus celdas.
Por primera vez en nueve años, las autoridades de la isla organizaron una visita de la prensa extranjera a varias prisiones, y dos guaguas llenas de periodistas fueron llevados a cuatro de los 200 centros penitenciarios que existen en el país, donde según datos oficiales hay 57 mil reclusos.
Un grupo de corresponsales estuvo en sólo uno de la media docena de edificios con celdas que componen el Combinado del Este, mientras que otros visitaron una prisión de mujeres y un centro penitenciario juvenil, y en fecha escogida: pocas semanas antes de que el Consejo de Derechos Humanos evalúe en Naciones Unidas el caso de Cuba.
A falta de poder seguir proclamándose como una “potencia” médica y un crisol en la educación, el régimen de La Habana parece aspirar ahora a que se le considere un paraíso carcelario, donde no hay presos políticos, ningún reo es maltratado, ni muere tras una huelga de hambre o una golpiza, y todos conviven como satisfechos “compañeros”.
Uno de los reclusos del Combinado, Iván Jiménez, de 38 años quien hace cuatro meses espera juicio por haber comprado un refrigerador en el mercado negro, dijo al periodista de la agencia noticiosa AFP que “aquí gracias a Dios hasta ahora no ha habido conflicto (…) nos llevamos muy bien”.
Además de la asepsia que de repente prima en las prisiones del régimen, donde no hay riñas, no hay abusos ni violaciones sexuales, el reportero de la AFP se encontró hasta con una celda en la que uno de los presos exhibía una bandera cubana y una imagen del Ché.
El director del Combinado del Este, teniente coronel Roelis Osorio, declaró sin rubor alguno que el trato dado a los reclusos se basa en "principios humanitarios".
Pero si las autoridades carcelarias se esforzaron por ocultar los sitios más tenebrosos y alejar de la vista de los reporteros a los presos en peores condiciones, al parecer hubo imprevistos, relatados luego por el corresponsal de la BBC en la isla, Fernando Ravsberg.
De acuerdo con el periodista, uno de los reclusos gritó que no se dejaran engañar, que "aquí se violan todos los derechos de los presos, a mí que me manden para la base militar de Guantánamo, ahí donde están 'los malos' pero no se tortura a nadie".
También el colombiano Rafael Bustamente, condenado por tráfico internacional de drogas y el italiano Simone Fini ,acusado del asesinato de una adolecente cubana, no estaban incluidos en la visita pero a gritos dijeron, según BBC Mundo, que eran inocentes y estaban "secuestrados por la dictadura".
A juicio de Ravsberg, con la tournée por las cárceles, Cuba busca mostrar “los resultados de un sistema de disminución de rigurosidad, que ha llevado a que la mitad de los presos gocen de un régimen abierto que les permite trabajar fuera y visitar a sus familias”.
Luego precisa que el director de uno de los penales, el mayor Jorge Fonseca, declaró que a nivel nacional aspiran a tener así "al 70% de los internos”.
No obstante, tras la visita, uno los reporteros puso de relieve el último informe sobre Cuba de Human Rights Watch , según el cual "en las cárceles prevalecen las condiciones de hacinamiento, falta de higiene e insalubridad, que propician la malnutrición y las enfermedades”.
El informe atestigua que “los presos que critican al gobierno o realizan huelgas de hambre u otras formas de protesta suelen ser sometidos a un régimen de aislamiento prolongado, golpizas, restricciones de visitas familiares y denegación de atención médica".
Por primera vez en nueve años, las autoridades de la isla organizaron una visita de la prensa extranjera a varias prisiones, y dos guaguas llenas de periodistas fueron llevados a cuatro de los 200 centros penitenciarios que existen en el país, donde según datos oficiales hay 57 mil reclusos.
Un grupo de corresponsales estuvo en sólo uno de la media docena de edificios con celdas que componen el Combinado del Este, mientras que otros visitaron una prisión de mujeres y un centro penitenciario juvenil, y en fecha escogida: pocas semanas antes de que el Consejo de Derechos Humanos evalúe en Naciones Unidas el caso de Cuba.
A falta de poder seguir proclamándose como una “potencia” médica y un crisol en la educación, el régimen de La Habana parece aspirar ahora a que se le considere un paraíso carcelario, donde no hay presos políticos, ningún reo es maltratado, ni muere tras una huelga de hambre o una golpiza, y todos conviven como satisfechos “compañeros”.
Uno de los reclusos del Combinado, Iván Jiménez, de 38 años quien hace cuatro meses espera juicio por haber comprado un refrigerador en el mercado negro, dijo al periodista de la agencia noticiosa AFP que “aquí gracias a Dios hasta ahora no ha habido conflicto (…) nos llevamos muy bien”.
Además de la asepsia que de repente prima en las prisiones del régimen, donde no hay riñas, no hay abusos ni violaciones sexuales, el reportero de la AFP se encontró hasta con una celda en la que uno de los presos exhibía una bandera cubana y una imagen del Ché.
El director del Combinado del Este, teniente coronel Roelis Osorio, declaró sin rubor alguno que el trato dado a los reclusos se basa en "principios humanitarios".
Pero si las autoridades carcelarias se esforzaron por ocultar los sitios más tenebrosos y alejar de la vista de los reporteros a los presos en peores condiciones, al parecer hubo imprevistos, relatados luego por el corresponsal de la BBC en la isla, Fernando Ravsberg.
De acuerdo con el periodista, uno de los reclusos gritó que no se dejaran engañar, que "aquí se violan todos los derechos de los presos, a mí que me manden para la base militar de Guantánamo, ahí donde están 'los malos' pero no se tortura a nadie".
También el colombiano Rafael Bustamente, condenado por tráfico internacional de drogas y el italiano Simone Fini ,acusado del asesinato de una adolecente cubana, no estaban incluidos en la visita pero a gritos dijeron, según BBC Mundo, que eran inocentes y estaban "secuestrados por la dictadura".
A juicio de Ravsberg, con la tournée por las cárceles, Cuba busca mostrar “los resultados de un sistema de disminución de rigurosidad, que ha llevado a que la mitad de los presos gocen de un régimen abierto que les permite trabajar fuera y visitar a sus familias”.
Luego precisa que el director de uno de los penales, el mayor Jorge Fonseca, declaró que a nivel nacional aspiran a tener así "al 70% de los internos”.
No obstante, tras la visita, uno los reporteros puso de relieve el último informe sobre Cuba de Human Rights Watch , según el cual "en las cárceles prevalecen las condiciones de hacinamiento, falta de higiene e insalubridad, que propician la malnutrición y las enfermedades”.
El informe atestigua que “los presos que critican al gobierno o realizan huelgas de hambre u otras formas de protesta suelen ser sometidos a un régimen de aislamiento prolongado, golpizas, restricciones de visitas familiares y denegación de atención médica".