A Maduro le cuesta más trabajo (y parece que ni le interesa hacerlo) desligarse del concepto de marioneta del castrismo que le han endilgado.
No es la primera vez que el excandidato presidencial de la oposición venezolana, Henrique Capriles, acusa a Nicolás Maduro de ser un peón político del castrismo. Durante la enfermedad de Hugo Chávez varias veces ironizó con las idas y venidas de Maduro a La Habana.
Ahora, Capriles aseguró que al mandatario, Nicolás Maduro, le “dijeron en Cuba que no permita la auditoría” de los comicios del 14 de abril. “Lo que está claro es que al Enchufado Mayor (como llama a Maduro) le dijeron que jamás permita la auditoría! Que los cuadernos de votación son su sentencia”, comentó Capriles en Twitter. El gobernador del estado Miranda criticó el primer viaje de Maduro a Cuba, y se preguntó: “¿Cuáles habrán sido las órdenes por parte de su Jefe al Enchufado Mayor en visita a la Habana?”. “Regaló 2 mil millones de dólares más de los venezolanos”, afirmó.
Lo cierto es que cada vez a Maduro le cuesta más trabajo (y parece que ni le interesa hacerlo) desligarse del concepto de marioneta del castrismo que le han endilgado. Lo único que le interesa al gris líder sindical y chofer del metro de Caracas convertido primero en diputado y presidente de la Asamblea, después en canciller, vicepresidente y ahora presidente, es mantenerse en el poder. Y para eso -lo sabe- necesita el apoyo irrestricto de La Habana, de su mentor, Raúl Castro.
Según declaraciones de un antiguo agente de inteligencia de Cuba -alias ‘Hernando’- el vínculo de Nicolás Maduro con el gobierno cubano (y sus servicios de espionaje) datan de mucho antes a los contactos entre el castrismo y Chávez. Según esta fuente, Maduro habría sido uno de los “cuadros” formados en la “Escuela Ñico López”, del Partido Comunista de Cuba, a fines de los años ochenta.
A esa información le dio veracidad el Diario del Huila, de Colombia -el 19 de marzo- al publicar el testimonio de Israel Silva quien aseguró que entre 1986 y 1987 había estudiado con Maduro en esa escuela cubana, inclusive facilitó fotos de aquella época.
“A juzgar por esta información”, dice el analista Carlos Alberto Montaner, “Nicolás Maduro es mucho más que un simpatizante de la revolución cubana o un trasnochado marxista radical, platónicamente enamorado del comunismo: es un viejo colaborador de la inteligencia castrista. Por eso Raúl Castro convenció a Hugo Chávez de que éste era su heredero natural. Maduro formaba parte del grupo. Era uno de ellos”.
La gran paradoja es que Maduro -nacido el 23 de noviembre de 1962, en Caracas- fue un ‘tirapiedras’ en los años setenta, tras ser expulsado del liceo y un joven vinculado a los grupos agitadores que se aglutinaban en la Universidad Central de Venezuela. Como era tan alto y corpulento (Capriles lo comparó con un ‘toripollo’: cuerpo de toro y cerebro de pollo) sus compañeros de barricada lo utilizaban de ‘campanero’ en los enfrentamientos con la Policía. Y hoy, ya apoltronado en el poder, llama a los universitarios fascistas y golpistas.
Pero de eso no hay que asombrarse. Lo mismo hizo Fidel Castro en Cuba, quien después de valerse de la escalinata de la Universidad de La Habana como trinchera eficaz, y muy barata, para sus escaramuzas políticas, acabaría prohibiendo después cualquier tipo de manifestación pública allí. Y a los universitarios cubanos de hoy, tan mansos, nunca se les ha ocurrido devolverle su antiguo papel agitador.
Lo mismo hizo Rafael Correa en Ecuador. Después de haber combatido al gobierno de Lucio Gutiérrez en las calles (hasta el punto de que el ex presidente los bautizó como los ‘forajidos’), hoy procesa a estudiantes y dirigentes sindicales como “terroristas”.
En el año 2003 Nicolás Maduro confesó al diario Últimas Noticias que en los años 80 había colaborado con una banda de rock llamada Enigma. Resulta curioso y más curioso (como diría Alicia la del País de las Maravillas) que en esa misma década el compañerito rockero también haya sido alumno de la “Ñico López”, escuela oficiosa que graduaba sin mayores exigencias a los dirigentes de la Central de Trabajadores de Cuba, CTC, del torpe Roberto Veiga para abajo.
¿Es que acaso la timorata Seguridad del Estado cubana nunca le advirtió a Maduro que el rock y la revolución no se llevaban bien? A no ser que Enigma fuera el Grupo de Experimentación Sonora de Caracas, y que tuviera en su repertorio canciones de protesta, como el insufrible Pueblo Nuevo de Ecuador, resulta algo difícil de entender.
El carcomido castrismo depende de los 13 mil millones de dólares anuales que Cuba recibe de Venezuela. Por eso Raúl Castro no arriesgó la transición, y por eso intervino tan descaradamente en las elecciones de Venezuela. Y lo hizo desde la enfermedad de Chávez, con el secretismo que la manejó, después con el show del multitudinario sepelio (probablemente con ataúd vacío). Y lo hace ahora con la recomendación de que no se lleve a cabo el reconteo de votos.
Por eso Maduro logró desbancar a Diosdado Cabello como sucesor natural de Hugo Chávez. Lo explicó Heinz Dieterich, creador del embeleco del socialismo dl siglo XXI, al decir que era el delfín que con mayor fidelidad continuaría con el proyecto chavista.
Desde siempre el hombre de confianza de Cuba en Caracas fue el ex guerrillero Alí Rodríguez Araque, quien fuera embajador en La Habana, presidente de PDVSA y Ministro de Energía y Secretario de la Unasur.
Pero ahora le ha llegado el relevo. Un político a la cañona, de origen humilde y con un pasado de barricada. Buen alumno de la “Ñico López” y guatacón, todas ellas cualidades que encantan a los Castro a la hora de definir a sus fichas.
Ahora, Capriles aseguró que al mandatario, Nicolás Maduro, le “dijeron en Cuba que no permita la auditoría” de los comicios del 14 de abril. “Lo que está claro es que al Enchufado Mayor (como llama a Maduro) le dijeron que jamás permita la auditoría! Que los cuadernos de votación son su sentencia”, comentó Capriles en Twitter. El gobernador del estado Miranda criticó el primer viaje de Maduro a Cuba, y se preguntó: “¿Cuáles habrán sido las órdenes por parte de su Jefe al Enchufado Mayor en visita a la Habana?”. “Regaló 2 mil millones de dólares más de los venezolanos”, afirmó.
Lo cierto es que cada vez a Maduro le cuesta más trabajo (y parece que ni le interesa hacerlo) desligarse del concepto de marioneta del castrismo que le han endilgado. Lo único que le interesa al gris líder sindical y chofer del metro de Caracas convertido primero en diputado y presidente de la Asamblea, después en canciller, vicepresidente y ahora presidente, es mantenerse en el poder. Y para eso -lo sabe- necesita el apoyo irrestricto de La Habana, de su mentor, Raúl Castro.
Según declaraciones de un antiguo agente de inteligencia de Cuba -alias ‘Hernando’- el vínculo de Nicolás Maduro con el gobierno cubano (y sus servicios de espionaje) datan de mucho antes a los contactos entre el castrismo y Chávez. Según esta fuente, Maduro habría sido uno de los “cuadros” formados en la “Escuela Ñico López”, del Partido Comunista de Cuba, a fines de los años ochenta.
A esa información le dio veracidad el Diario del Huila, de Colombia -el 19 de marzo- al publicar el testimonio de Israel Silva quien aseguró que entre 1986 y 1987 había estudiado con Maduro en esa escuela cubana, inclusive facilitó fotos de aquella época.
“A juzgar por esta información”, dice el analista Carlos Alberto Montaner, “Nicolás Maduro es mucho más que un simpatizante de la revolución cubana o un trasnochado marxista radical, platónicamente enamorado del comunismo: es un viejo colaborador de la inteligencia castrista. Por eso Raúl Castro convenció a Hugo Chávez de que éste era su heredero natural. Maduro formaba parte del grupo. Era uno de ellos”.
La gran paradoja es que Maduro -nacido el 23 de noviembre de 1962, en Caracas- fue un ‘tirapiedras’ en los años setenta, tras ser expulsado del liceo y un joven vinculado a los grupos agitadores que se aglutinaban en la Universidad Central de Venezuela. Como era tan alto y corpulento (Capriles lo comparó con un ‘toripollo’: cuerpo de toro y cerebro de pollo) sus compañeros de barricada lo utilizaban de ‘campanero’ en los enfrentamientos con la Policía. Y hoy, ya apoltronado en el poder, llama a los universitarios fascistas y golpistas.
Pero de eso no hay que asombrarse. Lo mismo hizo Fidel Castro en Cuba, quien después de valerse de la escalinata de la Universidad de La Habana como trinchera eficaz, y muy barata, para sus escaramuzas políticas, acabaría prohibiendo después cualquier tipo de manifestación pública allí. Y a los universitarios cubanos de hoy, tan mansos, nunca se les ha ocurrido devolverle su antiguo papel agitador.
Lo mismo hizo Rafael Correa en Ecuador. Después de haber combatido al gobierno de Lucio Gutiérrez en las calles (hasta el punto de que el ex presidente los bautizó como los ‘forajidos’), hoy procesa a estudiantes y dirigentes sindicales como “terroristas”.
En el año 2003 Nicolás Maduro confesó al diario Últimas Noticias que en los años 80 había colaborado con una banda de rock llamada Enigma. Resulta curioso y más curioso (como diría Alicia la del País de las Maravillas) que en esa misma década el compañerito rockero también haya sido alumno de la “Ñico López”, escuela oficiosa que graduaba sin mayores exigencias a los dirigentes de la Central de Trabajadores de Cuba, CTC, del torpe Roberto Veiga para abajo.
¿Es que acaso la timorata Seguridad del Estado cubana nunca le advirtió a Maduro que el rock y la revolución no se llevaban bien? A no ser que Enigma fuera el Grupo de Experimentación Sonora de Caracas, y que tuviera en su repertorio canciones de protesta, como el insufrible Pueblo Nuevo de Ecuador, resulta algo difícil de entender.
El carcomido castrismo depende de los 13 mil millones de dólares anuales que Cuba recibe de Venezuela. Por eso Raúl Castro no arriesgó la transición, y por eso intervino tan descaradamente en las elecciones de Venezuela. Y lo hizo desde la enfermedad de Chávez, con el secretismo que la manejó, después con el show del multitudinario sepelio (probablemente con ataúd vacío). Y lo hace ahora con la recomendación de que no se lleve a cabo el reconteo de votos.
Por eso Maduro logró desbancar a Diosdado Cabello como sucesor natural de Hugo Chávez. Lo explicó Heinz Dieterich, creador del embeleco del socialismo dl siglo XXI, al decir que era el delfín que con mayor fidelidad continuaría con el proyecto chavista.
Desde siempre el hombre de confianza de Cuba en Caracas fue el ex guerrillero Alí Rodríguez Araque, quien fuera embajador en La Habana, presidente de PDVSA y Ministro de Energía y Secretario de la Unasur.
Pero ahora le ha llegado el relevo. Un político a la cañona, de origen humilde y con un pasado de barricada. Buen alumno de la “Ñico López” y guatacón, todas ellas cualidades que encantan a los Castro a la hora de definir a sus fichas.