Convencer a Cuba de que se reintegre en la Organización de Estados Americanos (OEA) es uno de los principales retos de Luis Almagro, que asume el martes la Secretaría General del organismo.
Almagro, que forjó una buena relación con el Gobierno de Raúl Castro en su época de canciller uruguayo (2010-2015), está bien posicionado para conversar con Cuba. Pero no se espera que a corto plazo la isla vuelva a ser miembro activo de la OEA, según las fuentes diplomáticas y expertos consultados por Efe.
"Se trata de un proceso que tiene sus propios tiempos, nosotros trataremos de impulsar un curso de acción para el pleno ingreso, sin violentar los intereses de los actores involucrados", explicó a Efe una fuente del equipo de transición de Almagro.
La tesis general en la OEA es que no se puede ir de la nada al todo, por lo que la estrategia podría ser buscar proyectos concretos de colaboración que allanen el camino hacia el posterior reingreso de Cuba, el único país del continente que no participa en el organismo.
El secretario general saliente, José Miguel Insulza, se va "habiendo dejado la puerta abierta" para la vuelta de Cuba a la organización y reclama crédito por el papel de la OEA en el deshielo entre Estados Unidos y la isla.
Bajo su mandato se produjeron tres hitos en las relaciones entre la OEA y La Habana: en 2009 se levantó la suspensión de Cuba; en 2014, el chileno se convirtió en el primer Secretario General en viajar a la isla en cinco décadas; y en 2015 el país caribeño participó por primera vez en una Cumbre de las Américas.
Carlos Sánchez Verzaín, ex ministro boliviano y especialista en temas latinoamericanos dijo a Martí Noticias que el periodo de José Miguel Insulza al frente de la OEA que "ha estado marcado por el irrespeto absoluto a los principios democráticos".
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Cuba, miembro de la OEA desde su creación en 1948, fue suspendida en 1962 tras el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro debido a su adhesión al marxismo-leninismo en el marco de la Guerra Fría entre el bloque capitalista encabezado por Estados Unidos y el comunista dirigido por la Unión Soviética.
"Esa suspensión fue un castigo al Gobierno de Cuba, pero no al pueblo cubano. Por eso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha seguido atendiendo casos de la isla durante todos estos años", explicó a Efe una fuente de ese organismo autónomo de la OEA.
Cuba lleva así medio siglo en una suerte de limbo dentro del organismo continental, ya que la CIDH ha denunciado continuamente las violaciones de Derechos Humanos en la isla sin obtener respuesta alguna del Gobierno, tampoco después de levantarse la suspensión.
"El mayor obstáculo para la reintegración de Cuba en la OEA es que deberá aceptar todo el Sistema Interamericano de Derechos Humanos y firmar la Carta Democrática y, si lo acepta, tiene que cambiar su sistema político", comentó a Efe una fuente diplomática.
La Carta Democrática Interamericana, aprobada en 2001 por la Asamblea General de la OEA en Perú, establece que la ruptura del orden democrático o su alteración en un Estado miembro constituye "un obstáculo insuperable" para la participación de su Gobierno en las diversas instancias del organismo.
"Las dictaduras militares del pasado (en América Latina) nunca fueron excluidas de la OEA. Yo creo que el mejor camino es aceptar que Cuba está en una transición y que involucrar a Cuba en todos los frentes es la mejor manera de alentar a la isla en una dirección democrática con respeto a los Derechos Humanos", dijo a Efe Peter Hakim, presidente emérito y experto en Cuba del centro de estudios Diálogo Interamericano.
"Lo más reconocido de la OEA son su Corte y Comisión de Derechos Humanos y sus misiones de observación electoral. Nada de todo eso es cómodo para Cuba, que tendría que ver cómo lidiar con ello si se convierte en miembro pleno", añadió.
El texto aprobado en la Asamblea General de San Pedro Sula (Honduras) de 2009, por el que se levantó la suspensión, se limita a decir que "la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la OEA".
"Conscientes de las reticencias de Cuba en el tema, se estableció que si su Gobierno deseaba reincorporarse a la Organización debería manifestar su voluntad de llevar un diálogo con el Consejo Permanente (de la OEA) sobre los temas de la agenda de la región y los acuerdos alcanzados en el medio siglo en que Cuba había estado excluida", relata Insulza en Gobernabilidad democrática, un libro presentado esta semana en el que hace balance de su gestión.
Cuando se levantó su suspensión del organismo, el Gobierno cubano dejó claro inmediatamente que ni había pedido ni quería regresar a la OEA, a la que acusa de estar al servicio de los intereses de Estados Unidos con "una historia tenebrosa y entreguista", según dijeron entonces las autoridades de la isla.
Desde entonces, La Habana no se ha movido de esa posición de absoluto desinterés hacia un organismo muy cuestionado también por otros países de la Alianza Bolivariana (ALBA) que sí son miembros plenos, como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Almagro, que llega a la Secretaría General con el aval de sus buenas relaciones en el continente fraguadas en su época de canciller de José Mujica, tiene por delante el reto de pacificar la organización y, como dijo en su campaña, "dejar atrás la OEA de la Guerra Fría".