─¡Oye! ¡Te escuché!...
Así me dijo en voz baja un vecino, después de asegurarse de que era yo y no otro aquel que caminaba por la dilapidada acera de la cuadra donde vivíamos, en el barrio de La Ceiba (Playa), al doblar del paradero de la ruta 20. Y luego, como preguntando, agregó:
─Pero yo pensé que tú estabas preso…
Era el 5 de febrero de 1988 y los dos acabábamos de escuchar por Radio Martí, cada uno en su casa, interferencia mediante, la primera mesa redonda grabada en Cuba por activistas del pequeño, pero inquieto Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH) fundado 12 años antes en la isla por Ricardo Bofill, Martha Frayde y otros.
Confieso que salí a la calle con una mezcla de euforia y escalofríos. Yo había propuesto la idea; Bofill, como de costumbre, la apoyó; pero sabíamos que era temeraria. Quizás, más que todo lo que habíamos venido haciendo en 1987: Entrevistas con periodistas extranjeros, entrega de denuncias y pruebas a miembros de organizaciones internacionales, un acusador manifiesto titulado "Llamamiento de La Habana" distribuido a periodistas y diplomáticos en la Iglesia de San Juan de Letrán, durante una misa pedida en memoria del asesinado sacerdote polaco Jerzy Popieluszko…
Todas esas noticias Radio Martí las había recibido y rebotado a Cuba. Pero una cosa era escribir una denuncia o firmar un documento y otra contarla en tu voz por "la radio enemiga". De eso no había antecedentes.
Desde su salida al aire el 20 de mayo de 1985 la emisora venía alterando la ecuación informativa cubana. El régimen llevaba casi tres años viendo cómo se le escapaban el monopolio y la impunidad de la cortina de silencio. Los niveles de audiencia de RM eran entonces altísimos; uno podía recorrer cuadras escuchando casa por casa la novela Esmeralda o la Clave a Martí que identificaba a "la radio enemiga".
En la primavera de 1987 el Gobierno de Cuba había estado en Ginebra a un voto de caer bajo el escrutinio de la antigua Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Una discreta tolerancia empezó a sentirse en el opresivo ambiente de la isla. Y Radio Martí le seguía los pasos al hombre que, en Cuba, le estaba volteando las mesas al Gobierno.
Fue gracias a Radio Martí que lo conocí. Aunque había coincidido con Bofill en 1980 en Villa Marista, adonde fui a parar tras denunciar en una carta como fascistas los actos de repudio del Mariel, nunca coincidí con él en el presidio. Pero sí conocí en La Cabaña a uno de sus compañeros, el profesor Elizardo Sánchez, de quien a mediados de 1987 supe, por Radio Martí, que había sido excarcelado. En su casa del reparto La Sierra conocí al escritor Rafael Saumell. Y Saumell me presentó a Bofill durante una misa pascual en la Catedral de La Habana. Por la misma vía se unió también al CCPDH el escritor Reinaldo Bragado, mi excompañero de presidio en La Cabaña.
Mi padre, un ingeniero agrónomo desencantado que empezó a prestar su Fiat argentino para las necesidades del Comité, me sugirió un día que entrevistara a Bofill y enviara la entrevista a Radio Martí. Pensé que, si íbamos a tener una única oportunidad (uno sentía siempre que pisaba sobre terreno minado) sería mejor que pudiéramos hablar de la situación en Cuba en general. Y en el Comité había de todo para eso: Escritores como Saumell, Bragado y Tania Díaz Castro, científicos como Enrique Hernández, exdiplomáticos como Edmigio López Castillo, religiosos como Raúl Montesinos…
Ernesto López Fundora –un extécnico de la televisión cubana, esposo de la actriz Barbarita Jover, ambos miembros del Comité– sería el grabador. El "equipo" que conseguimos era tan rústico como las balsas: Una grabadora tipo boombox con micrófono incorporado (Ernesto tendría que moverse con ella de uno a otro participante para tratar de lograr el mejor sonido posible).
Tania prestó su casa, situada en la calle Lealtad #365 (a veces, de fondo se escuchaban los ladridos de sus perros). La apuesta era tan riesgosa que algunos compañeros prefirieron "pasarse con ficha", y se entendió. Al final, participaron Bofill, Eddy López, Bragado, Saumell, Enrique Hernández, Montesinos, Tania y este moderador. Acordamos una fecha: El 10 de diciembre de 1987, Día Internacional de los Derechos Humanos.
"Estamos reunidos aquí, a unos kilómetros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y esto en sí mismo es un hecho sin precedentes", enfaticé en la introducción, antes de preguntarle a Bofill qué, si algo, había cambiado en nuestro país.
A partir de ahí quedó expuesta a lo largo de hora y media la Cuba en la que vivíamos: La de las violaciones de derechos justificadas por la Constitución y el Código Penal; la de los presos políticos golpeados y confinados en celdas de castigo (algunos, condenados a muerte); la de la Ley de Peligrosidad que enviaba a cientos de personas cuatro años a la cárcel sin haber cometido ningún delito; la del hostigamiento a todos los religiosos, y con particular saña, a los Testigos de Jehová; la de las prohibiciones kafkianas de salida del país, y las cárceles llenas de "lancheros"; la de los escritores condenados por Propaganda Enemiga; la de la efervescencia creada por el glasnost y la perestroika en la Unión Soviética…
Tania Díaz Castro puso el colofón al luego llamado "Coloquio en La Habana" con unos bellos versos de amor a un preso político. He aquí algunos:
He despertado con tu cabeza entre mis manos mientras el enemigo se muere en el espejo.
Robé la llave al carcelero, abrí tus rejas, porque quise despertar con tu cabeza entre mis manos.
Hasta me puse a cantar dentro de tu boca, a mirar el cielo al alcance de tus ojos, a escuchar el sonido de la libertad en el tambor del poniente.
Por último, coloqué tu cabeza entre mis manos, y todas las rejas de mi país se abrieron.
Después de esto, quedó lista la parte A del proyecto. Pero todo habría quedado ahí sin la parte B: Lograr que la grabación llegara a Radio Martí. Se hicieron varias copias y una de ellas llegó a su destino, a través de un diplomático amigo, a quien se le insistió en que, si decidían radiarlo, lo hicieran cuando estuviera sesionando la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra.
El programa especial salió al aire el 5 de febrero de 1988, y se repitió al día siguiente y al otro. Y aunque teníamos listas las "jabitas de aseo" para que nuestros familiares nos las llevaran a "Villa", nada pasó (o al menos, presos no fuimos).
"Enviaron cassettes a la Oficina de Intereses", escribió Fidel Castro en un editorial de Granma contra el Comité.
Conocíamos bien las posibles consecuencias de estas rabietas dictatoriales. Pero la presencia de Radio Martí en el éter actuaba como un disuasivo: Si antes muchos cubanos pensaban que era más conveniente quedarse callados, a partir de la salida al aire de la emisora, promovida con éxito en el Congreso de Estados Unidos por Jorge Más Canosa y su Fundación Nacional Cubano Americana, se empezó a entender que lo mejor era hablar. Hasta por los codos.
Bofill nos dijo una vez que la historia reciente de Cuba podía dividirse en antes y después de Radio Martí. Hoy, cuando un cubano tiene una queja y se da cuenta, desesperado, de que no le van a resolver su problema, se va a buscar a "la gente de los Derechos Humanos" para que le den curso. "Tú verás cuando lo escuchen por Radio Martí".