Un 70 u 80 % de los cubanos viven actualmente en la pobreza y ciertos fenómenos sociales, como el aumento de la prostitución, la mendicidad, y las personas sin hogar, dan fe de lo anterior.
Debido a varias de las características de la economía y las estadísticas cubanas, con frecuencia se les torna difícil a analistas y organismos internacionales la tarea de comparar el desempeño de la isla con los estándares comúnmente aceptados. Así ha sucedido, por ejemplo, con el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
A partir del año 2003 se consideró por el Ministerio cubano de Economía y Planificación que el PIB de la isla estaba subestimado porque no tomaba en cuenta el valor de los servicios sociales gratuitos ni los subsidios de precios al consumidor. Lo anterior, unido a la avalancha de exportaciones de servicios profesionales a Venezuela y otras naciones del ALBA, llevó a las autoridades cubanas a anunciar crecimientos significativos del PIB que a veces superaron los dos dígitos.
Sin embargo, organismos como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que reconocen una metodología para calcular el PIB que no incluye las gratuidades ni las subvenciones, siempre pusieron en tela de juicio las estadísticas oficiales anunciadas en la isla.
Otro tanto ocurre con el ingreso mínimo de una persona que marca el nivel de pobreza. La mayoría de los organismos y agencias internacionales que se ocupan de este indicador, insisten en que toda persona que subsista con menos de un dólar por día debe de ser considerada como pobre. Las autoridades cubanas siempre argumentaron que dicho indicador no era aplicable a la realidad nacional, pues la libreta de racionamiento garantizaba la denominada canasta básica, a precios subsidiados que nada tenían que ver con los vaivenes de la oferta y la demanda.
Semejante razonamiento tenía cierta validez antes de los años noventa, cuando no existía la doble circulación monetaria, y mediante la libreta podían adquirirse, de una manera más o menos estable, los artículos que garantizaban la diaria existencia. Ahora, además de considerar la apreciable merma en la canasta básica que propició la debacle del período especial, se añade el anuncio de la paulatina venta liberada, a precios cercanos a la oferta y la demanda, de determinados productos de primera necesidad--- como los artículos de aseo personal--- que antes se compraban a precios sumamente bajos.
Entonces, si tomamos en cuenta el tipo de cambio en la CADECA del peso cubano contra el dólar o el peso convertible, y el indicador recomendado internacionalmente de la posesión de un dólar por día para fijar el nivel de pobreza, nos acercamos al momento de poder afirmar que cualquier cubano que perciba mensualmente un ingreso inferior a los 700 pesos cubanos--- aproximadamente--- deba de ser considerado como pobre. Y qué decir de aquellas personas jubiladas u ocupadas en categorías laborales que devengan salarios que no rebasan los 300 pesos al mes. Sencillamente habría que calificarlas como de pobreza extrema.
Lo anterior cobra mayor importancia si observamos cómo se ha comportado el salario medio mensual en Cuba durante los últimos años. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, el salario medio mensual en el año 2004 fue de 284 pesos; en el 2005 subió a 330 pesos; para el 2006 era de 387 pesos; en el 2007 ascendió a 408 pesos; en el 2008 fue de 415 pesos; y, finalmente, en el 2009 había alcanzado los 429 pesos. Ahora, con el objetivo de fijar el impuesto a los cuentapropistas por el uso de la fuerza de trabajo, cada municipio del país ha calculado su salario medio mensual, y en la mayoría de los casos oscila alrededor de los 445 pesos. Es decir, que a pesar del incremento de este indicador en los últimos años, aún permanece muy por debajo del umbral que marca la pobreza.
Es cierto que la recepción de remesas provenientes del exterior por parte de numerosas familias, o el cobro de estimulación en CUC de algunos trabajadores estatales, o los ingresos superiores que se perciben en determinados sectores--- por ejemplo músicos y artistas---, y ahora lo que devenguen los cuentapropistas, pudieran amortiguar en parte el no acceso de cada cubano a la cifra de los 700 pesos mensuales. No obstante, esos segmentos poblacionales constituyen una minoría de la población cubana. Por tanto, no sería aventurado afirmar que entre un 70 u 80 % de los cubanos viven actualmente en la pobreza. Ciertos fenómenos sociales que se observan últimamente, como el aumento de la prostitución, la mendicidad, y las personas sin hogar, dan fe de lo anterior.
Los gobernantes de la isla son conscientes de que se impone cuanto antes el establecimiento de un mecanismo que subsidie a las personas de bajos ingresos, que serían las más afectadas por una pobreza que amenaza con volverse consustancial al futuro modelo económico cubano. Máxime si se trata de un país que acostumbra ver la paja en el ojo ajeno, pero no en el suyo propio.
A partir del año 2003 se consideró por el Ministerio cubano de Economía y Planificación que el PIB de la isla estaba subestimado porque no tomaba en cuenta el valor de los servicios sociales gratuitos ni los subsidios de precios al consumidor. Lo anterior, unido a la avalancha de exportaciones de servicios profesionales a Venezuela y otras naciones del ALBA, llevó a las autoridades cubanas a anunciar crecimientos significativos del PIB que a veces superaron los dos dígitos.
Sin embargo, organismos como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que reconocen una metodología para calcular el PIB que no incluye las gratuidades ni las subvenciones, siempre pusieron en tela de juicio las estadísticas oficiales anunciadas en la isla.
Otro tanto ocurre con el ingreso mínimo de una persona que marca el nivel de pobreza. La mayoría de los organismos y agencias internacionales que se ocupan de este indicador, insisten en que toda persona que subsista con menos de un dólar por día debe de ser considerada como pobre. Las autoridades cubanas siempre argumentaron que dicho indicador no era aplicable a la realidad nacional, pues la libreta de racionamiento garantizaba la denominada canasta básica, a precios subsidiados que nada tenían que ver con los vaivenes de la oferta y la demanda.
Semejante razonamiento tenía cierta validez antes de los años noventa, cuando no existía la doble circulación monetaria, y mediante la libreta podían adquirirse, de una manera más o menos estable, los artículos que garantizaban la diaria existencia. Ahora, además de considerar la apreciable merma en la canasta básica que propició la debacle del período especial, se añade el anuncio de la paulatina venta liberada, a precios cercanos a la oferta y la demanda, de determinados productos de primera necesidad--- como los artículos de aseo personal--- que antes se compraban a precios sumamente bajos.
Entonces, si tomamos en cuenta el tipo de cambio en la CADECA del peso cubano contra el dólar o el peso convertible, y el indicador recomendado internacionalmente de la posesión de un dólar por día para fijar el nivel de pobreza, nos acercamos al momento de poder afirmar que cualquier cubano que perciba mensualmente un ingreso inferior a los 700 pesos cubanos--- aproximadamente--- deba de ser considerado como pobre. Y qué decir de aquellas personas jubiladas u ocupadas en categorías laborales que devengan salarios que no rebasan los 300 pesos al mes. Sencillamente habría que calificarlas como de pobreza extrema.
Lo anterior cobra mayor importancia si observamos cómo se ha comportado el salario medio mensual en Cuba durante los últimos años. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, el salario medio mensual en el año 2004 fue de 284 pesos; en el 2005 subió a 330 pesos; para el 2006 era de 387 pesos; en el 2007 ascendió a 408 pesos; en el 2008 fue de 415 pesos; y, finalmente, en el 2009 había alcanzado los 429 pesos. Ahora, con el objetivo de fijar el impuesto a los cuentapropistas por el uso de la fuerza de trabajo, cada municipio del país ha calculado su salario medio mensual, y en la mayoría de los casos oscila alrededor de los 445 pesos. Es decir, que a pesar del incremento de este indicador en los últimos años, aún permanece muy por debajo del umbral que marca la pobreza.
Es cierto que la recepción de remesas provenientes del exterior por parte de numerosas familias, o el cobro de estimulación en CUC de algunos trabajadores estatales, o los ingresos superiores que se perciben en determinados sectores--- por ejemplo músicos y artistas---, y ahora lo que devenguen los cuentapropistas, pudieran amortiguar en parte el no acceso de cada cubano a la cifra de los 700 pesos mensuales. No obstante, esos segmentos poblacionales constituyen una minoría de la población cubana. Por tanto, no sería aventurado afirmar que entre un 70 u 80 % de los cubanos viven actualmente en la pobreza. Ciertos fenómenos sociales que se observan últimamente, como el aumento de la prostitución, la mendicidad, y las personas sin hogar, dan fe de lo anterior.
Los gobernantes de la isla son conscientes de que se impone cuanto antes el establecimiento de un mecanismo que subsidie a las personas de bajos ingresos, que serían las más afectadas por una pobreza que amenaza con volverse consustancial al futuro modelo económico cubano. Máxime si se trata de un país que acostumbra ver la paja en el ojo ajeno, pero no en el suyo propio.