Cabrera Infante escribió este libro antes de 1968, cuando tuvo lugar la ruptura pública del escritor con el régimen cubano.
En 1965, Guillermo Cabrera Infante regresó a Cuba para asistir al entierro de su madre y, cuando trató de salir de la isla, lo retuvieron durante cuatro meses sin darle explicaciones. La crónica amarga de aquel tiempo la narró en "Mapa dibujado por un espía", una obra que por fin ve la luz. "Ese libro fue como una descarga enorme de todo lo que le sucedió a Guillermo en aquellos meses. Fue una catarsis", aseguraba Miriam Gómez, la viuda del gran escritor cubano, en una entrevista con Efe con motivo de la publicación de este libro, en el que Cabrera Infante refleja la decadencia de su país y la evolución del régimen castrista hacia el totalitarismo.
Con otras palabras lo dice en la introducción Antoni Munné, el editor de las obras completas de Cabrera Infante: "Mapa dibujado por un espía" es un libro "triste, melancólico. La historia de un gran desengaño, el espectáculo de la delación permanente". Un "testimonio demoledor del desengaño y la decepción" que se configura como "la cartografía íntima de una despedida".
Editado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, el libro sorprende al lector por la profusión de datos, nombres y detalles de todo tipo que contiene, y es que, explica Miriam Gómez, su marido "no quería que se le olvidaran las cosas que le habían pasado" y lo anotaba todo. "Es un libro que no tiene literatura, un libro desnudo, una memoria total", afirma la compañera inseparable de Cabrera Infante, que ha tenido serias dudas sobre si convenía o no publicar esta obra, pero finalmente decidió hacerlo ocho años después de la muerte del escritor, porque es "importante para conocer qué pasó en Cuba en aquellos años y para comprender la obra de Guillermo".
Y es importante a pesar de su imperfección y de su ausencia de estilo, ya que, como dice Munné, el texto que ahora se publica "jamás habría visto la luz exactamente así", si el escritor hubiera llegado a completar la reescritura de esa primera versión que ahora llega a manos del lector.
El propio Cabrera Infante, según le decía a su biógrafo Raymond L. Souza, no estaba contento con la narración del libro, porque el estilo era "demasiado directo y tal vez demasiado denso". Quería cambiarlo, pero no encontraba tiempo para hacerlo. Tras el cierre en 1961 de Lunes de Revolución, el escritor cubano, director del tabloide literaria, fue "alejado" de Cuba y enviado a Bruselas como agregado cultural de la embajada cubana.
En la capital belga escribió "Tres tristes tigres", una de las novelas fundamentales del "boom" latinoamericano, ganadora del Premio Biblioteca Breve. En 1965, cuando se enteró de que su madre estaba muy grave, Cabrera Infante volvió a La Habana, pero no llegó a tiempo de verla viva. Asistió al entierro y una semana después intentó volver a Bélgica llevándose consigo a sus dos hijas.
Cuando estaban en el aeropuerto, el escritor recibió la orden de no subirse al avión y de regresar para entrevistarse, al día siguiente, con el ministro de Relaciones Exteriores. Así comenzó "la pesadilla kafkiana" que Cabrera Infante vivió
durante los cuatro meses largos en que estuvo retenido en la isla y en los que nunca le dijeron por qué no lo dejaban salir. Cuando lo logró, el gran novelista cubano sabía que ya no volvería jamás a su país. Había comenzado su largo exilio.
Según su viuda, Cabrera Infante escribió este libro antes de 1968, cuando tuvo lugar la ruptura pública del escritor con el régimen cubano a raíz de la entrevista que le concedió a Tomás Eloy Martínez para el semanario argentino Primera Plana.
El autor de "La Habana para un infante difunto" le pidió a su mujer que guardara el manuscrito en un sobre y que no lo leyera, porque sabía que algunas de las cosas que contaba le iban a doler, entre otras la relación amorosa que mantuvo el escritor con Silvia, una joven cubana, en aquellos meses y que narra con todo lujo de detalles.
"Guillermo siempre que tenía problemas se agarraba a las mujeres. Era muy varonil y encantador; sabía tratar a las mujeres", decía hoy Miriam Gómez, quien, tras leer "Mapa dibujado por un espía", se dio cuenta de que la relación con Silvia "lo salvó en cierta forma durante aquellos meses tan duros. Le alivió un lado de su vida y volvió a ser el cazador que él era".
Políticos, artistas y escritores como Alejo Carpentier y Nicolás Guillén desfilan por este libro en el que Cabrera Infante refleja la pobreza que había en Cuba, el desánimo de sus habitantes y la falta creciente de libertad que se respiraba en la isla. Y el peligro de que lo delataran a uno por cualquier cosa. Aquellos meses que estuvo retenido en La Habana "los agradeció siempre, porque le dio tiempo a ver qué estaba pasando en el país y lo que él sin saber estaba apoyando. Vio el horror que era Cuba, cómo se estaba destruyendo todo, y él no quería ser cómplice del régimen", comenta Miriam Gómez, muy crítica con Fidel Castro y con su hermano Raúl, el actual presidente.
"Son verdaderos monstruos. Todo lo que tocan lo destruyen", asegura. "Los cubanos no tienen derecho a nada. No tienen mañana, tienen presente; sólo están pendientes de sobrevivir, del día a día. Y eso es terrible para un país", dice la viuda de Cabrera Infante.
Con otras palabras lo dice en la introducción Antoni Munné, el editor de las obras completas de Cabrera Infante: "Mapa dibujado por un espía" es un libro "triste, melancólico. La historia de un gran desengaño, el espectáculo de la delación permanente". Un "testimonio demoledor del desengaño y la decepción" que se configura como "la cartografía íntima de una despedida".
Editado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, el libro sorprende al lector por la profusión de datos, nombres y detalles de todo tipo que contiene, y es que, explica Miriam Gómez, su marido "no quería que se le olvidaran las cosas que le habían pasado" y lo anotaba todo. "Es un libro que no tiene literatura, un libro desnudo, una memoria total", afirma la compañera inseparable de Cabrera Infante, que ha tenido serias dudas sobre si convenía o no publicar esta obra, pero finalmente decidió hacerlo ocho años después de la muerte del escritor, porque es "importante para conocer qué pasó en Cuba en aquellos años y para comprender la obra de Guillermo".
Y es importante a pesar de su imperfección y de su ausencia de estilo, ya que, como dice Munné, el texto que ahora se publica "jamás habría visto la luz exactamente así", si el escritor hubiera llegado a completar la reescritura de esa primera versión que ahora llega a manos del lector.
El propio Cabrera Infante, según le decía a su biógrafo Raymond L. Souza, no estaba contento con la narración del libro, porque el estilo era "demasiado directo y tal vez demasiado denso". Quería cambiarlo, pero no encontraba tiempo para hacerlo. Tras el cierre en 1961 de Lunes de Revolución, el escritor cubano, director del tabloide literaria, fue "alejado" de Cuba y enviado a Bruselas como agregado cultural de la embajada cubana.
En la capital belga escribió "Tres tristes tigres", una de las novelas fundamentales del "boom" latinoamericano, ganadora del Premio Biblioteca Breve. En 1965, cuando se enteró de que su madre estaba muy grave, Cabrera Infante volvió a La Habana, pero no llegó a tiempo de verla viva. Asistió al entierro y una semana después intentó volver a Bélgica llevándose consigo a sus dos hijas.
Cuando estaban en el aeropuerto, el escritor recibió la orden de no subirse al avión y de regresar para entrevistarse, al día siguiente, con el ministro de Relaciones Exteriores. Así comenzó "la pesadilla kafkiana" que Cabrera Infante vivió
durante los cuatro meses largos en que estuvo retenido en la isla y en los que nunca le dijeron por qué no lo dejaban salir. Cuando lo logró, el gran novelista cubano sabía que ya no volvería jamás a su país. Había comenzado su largo exilio.
El autor de "La Habana para un infante difunto" le pidió a su mujer que guardara el manuscrito en un sobre y que no lo leyera, porque sabía que algunas de las cosas que contaba le iban a doler, entre otras la relación amorosa que mantuvo el escritor con Silvia, una joven cubana, en aquellos meses y que narra con todo lujo de detalles.
"Guillermo siempre que tenía problemas se agarraba a las mujeres. Era muy varonil y encantador; sabía tratar a las mujeres", decía hoy Miriam Gómez, quien, tras leer "Mapa dibujado por un espía", se dio cuenta de que la relación con Silvia "lo salvó en cierta forma durante aquellos meses tan duros. Le alivió un lado de su vida y volvió a ser el cazador que él era".
Políticos, artistas y escritores como Alejo Carpentier y Nicolás Guillén desfilan por este libro en el que Cabrera Infante refleja la pobreza que había en Cuba, el desánimo de sus habitantes y la falta creciente de libertad que se respiraba en la isla. Y el peligro de que lo delataran a uno por cualquier cosa. Aquellos meses que estuvo retenido en La Habana "los agradeció siempre, porque le dio tiempo a ver qué estaba pasando en el país y lo que él sin saber estaba apoyando. Vio el horror que era Cuba, cómo se estaba destruyendo todo, y él no quería ser cómplice del régimen", comenta Miriam Gómez, muy crítica con Fidel Castro y con su hermano Raúl, el actual presidente.
"Son verdaderos monstruos. Todo lo que tocan lo destruyen", asegura. "Los cubanos no tienen derecho a nada. No tienen mañana, tienen presente; sólo están pendientes de sobrevivir, del día a día. Y eso es terrible para un país", dice la viuda de Cabrera Infante.