La Habana.- Si la Unión Soviética hubiera permitido a Cuba participar en las negociaciones con Estados Unidos por la "crisis de los misiles" de cuyo salto a las portadas se cumplen 55 años este domingo, la isla habría tenido una oportunidad de oro para zanjar entonces con su vecino del norte diferencias aún vigentes en 2017.
"Se perdió un momento histórico", afirmó a Efe el investigador del Instituto de Historia de Cuba Tomás Díez Acosta, considerado en la isla el mayor conocedor de un episodio de tensión que puso al mundo al borde de una guerra nuclear entre el 15 y el 28 de octubre de 1962.
La "crisis de los misiles", conocida en Cuba como la "crisis de octubre", tuvo lugar en octubre de 1962: EEUU descubrió el 15 de ese mes que la URSS había instalado en Cuba 42 misiles con ojivas nucleares de alcance medio apuntando a su territorio, y el entonces presidente John F. Kennedy lo denunció públicamente el día 22.
La devolución de la base de Guantánamo, el levantamiento del embargo financiero y el fin de las acciones de subversión ideológica y propaganda, actos de piratería en las costas cubanas y sabotajes eran los puntos que el entonces gobernante Fidel Castro -fallecido en 2016- habría llevado a la negociación.
Los tres primeros aún encabezan la lista de reivindicaciones de Cuba a EEUU en el proceso de deshielo iniciado en diciembre del 2014, tras cinco décadas de enconada enemistad.
El propio Castro aventuraba que otro gallo habría cantado si el entonces líder soviético Nikita Jrushov hubiera dado voz a Cuba en los tensos intercambios con el presidente de EEUU John F. Kennedy que frenaron la crisis.
"Si hubiéramos participado en las negociaciones, lo hubiéramos hecho de forma constructiva. Quizás se hubiera entablado un diálogo, un intercambio de impresiones que hubiera podido evitar muchos de los problemas que nuestros países han enfrentado después", consideró el gobernante en entrevista con el periodista Ignacio Ramonet.
Al límite de un enfrentamiento nuclear, Kennedy y Jrushov negociaron a contrarreloj una solución para la crisis mediante un cruce de cartas entre el 25 y 28 de octubre de 1962.
Los cubanos prácticamente se enteraron del acuerdo por la prensa, a pesar de que la entente incluía el desmantelamiento y salida de los misiles de su territorio -junto con la retirada de 56 misiles estadounidenses situados en Irán y Turquía, cercanos a la frontera sur de la URSS.
La actuación soviética sentó fatal al Gobierno cubano, pero este "nunca quiso llegar a un enfrentamiento mayor con Rusia por agradecimiento", matiza Díez Acosta, aunque los vínculos sí se enfriaron a partir de ese punto o, en palabras de Castro: "eso influyó en nuestras relaciones durante años".
Y a pesar de que la isla y la URSS mantuvieron su alianza varias décadas, "cuestionábamos, dudábamos de que fueran a intervenir en caso de agresión a Cuba", asegura por su parte el historiador.
Lo único que ganó el país caribeño en ese episodio, dice, fue "que desde ese momento todo el armamento que entró en Cuba entró gratis" y fue usado por la isla en sus "misiones internacionalistas" en países como Angola.
También sostiene que la isla nunca pidió misiles sino "armas para defenderse" de una potencial invasión estadounidense y que Castro lo que quería era amparar todo el asunto en un tratado militar con la URSS que se hiciera público.
"Pero el secretismo soviético nos trajo muchos problemas", aduce Díez.
Un secretismo que en la isla no escapó al choteo cubano. A los misiles rusos los llamaban "los etcéteras de Fidel", porque cuando éste advertía públicamente a EEUU de que no se lanzara a invadir Cuba, solía añadir: "porque tenemos armas, artillería, tanques, etcétera, etcétera".
Hoy, irónicamente, ese acercamiento pospuesto medio siglo por los superiores intereses de la Guerra Fría está de nuevo en punto muerto por la entrada en escena de Donald Trump y la ocurrencia de misteriosos "ataques acústicos" contra diplomáticos de EEUU en Cuba, que a muchos les han hecho evocar las enrevesadas tramas de espionaje de aquellos años.
Y en este escenario, los datos indican que desde hace unos meses en la isla se intensifican a buena marcha las relaciones económicas con los antiguos aliados rusos, sin que en este caso parezca que pueda interferir un teléfono rojo.