Cuba y los millones del Medicare

El caso de Sánchez es el primero en que los fiscales estadounidense habrían podido documentar que fondos robados del sistema de Medicare fueron transferidos a bancos del régimen comunista de Cuba.
En 2008 la prensa daba cuenta ya sobre la existencia de 56 fugitivos de la justicia norteamericana acusados de facturar fraudulentamente al menos $272 millones al Medicare antes de desaparecer y que, en conjunto, los facinerosos del fraude se llevaron por lo menos $142 millones en dinero de los contribuyentes estadounidenses.

Pero lo interesante del asunto es que 33 de los 36 fugitivos cuyos nombres las autoridades han revelado, son nada menos que inmigrantes cubanos y que, más interesante aún, en su mayoría habían arribado a Estados Unidos en los últimos quince años anteriores a 2008, según documentos del FBI, Inmigración y los tribunales.

Por otra parte, según esos mismo documentos del FBI, Inmigración y los tribunales, la mitad de ellos regresó inmediatamente a Cuba tras ser acusados, información fidedigna basada en archivos de viaje, aduana, pasaportes, bancos y computadoras.

La interrogante que surge acá es, dada la facilidad con que regresaron a la isla sin pagar consecuencia alguna, ¿son ellos estafadores independientes o venían a Estados Unidos entrenados y mandados por los servicios secretos del régimen militar cubano con el objeto último de estafar al Medicare y obtener divisas fuertes y fáciles?

O, quizás, vinieron a Estados Unidos, como viene la mayoría, en busca de nuevas oportunidades y, por esas cosas del azar concurrente, se hicieron estafadores independientes y después terminaron trabajando, presionados u obnubilados por la cierta seguridad que puede otorgar el trabajar para un Estado, más si es un Estado totalitario, para los servicios secretos del régimen militar cubano con el objeto último de, dividiendo ganancias, estafar al Medicare y obtener divisas fuertes y fáciles.

Al menos a esta circunstancia es a la que parece apuntar la historia de Oscar Sánchez, arribado de Cuba a través del éxodo del Mariel en 1980, quien, después de delitos de poca monta y de trasmutarse en millonario, según récord público, se encuentra ahora enfrentando una condena de hasta 20 años si es hallado culpable de conspirar para lavar millones de dólares desde su diminuta oficina de cambio de cheques en Naples en un caso que, según dicen los fiscales federales, sería el primero en que han podido documentar que fondos robados del sistema de Medicare fueron transferidos a bancos del régimen comunista de Cuba.

La acusación no aclara la manera en que Sánchez entró en contacto con la mafia de estafadores al Medicare pero, no obstante, dice que en el período comprendido entre 2005 y 2009, el presunto estafador usó su posición para encabezar un grupo de lavadores de dinero mediante el oscuro esquema de las compañías fantasmas.

Las dichas compañías del mundo de lo inasible, montadas por una red sustentada en Miami, habrían reclamado unos $374 millones del programa federal del Medicare y recibieron más de $70 millones en reembolsos.

Así, asegura la acusación, Sánchez cambiaba los cheques del Medicare y transfería el dinero a Canadá, al Caribe y, aleluya, al paraíso de los proletarios que es la Cuba del general Raúl Castro, formando parte importante, según los fiscales federales, de un conglomerado de lavadores de dinero responsables por mandar $31 millones a bancos en La Habana. A Sánchez, quien se ha declarado inocente, se le ha negado el derecho a fianza por presentar un alto riesgo de fuga pues, según la fiscalía, en la última década había viajado decenas de veces fuera del país, entre ellas unos 61 vuelos a Cancún.

Recién arrestado Sánchez, el régimen militar de la isla negó airadamente, como suele hacer, las acusaciones de que haya sido utilizado como sitio de lavado de dinero por estafadores del sistema de salud Medicare de La Florida y dijo, además, que vigila de cerca las operaciones bancarias nacionales y extranjeras en la isla. "No es Cuba sino los Estados Unidos el país centro del lavado de dinero en el mundo", declaró Johana Tablada, subdirectora de América del Norte del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba en un comunicado.

Pero, como vemos desde el inicio del artículo, Sánchez es sólo el último caso de acusaciones por fraudes al Medicare en que sale relacionado el régimen de Cuba, con la importante peculariedad de que sería el primero en que los fiscales dicen que han podido documentar que fondos robados del sistema de Medicare fueron transferidos a bancos del régimen. Así, ya en diciembre del 2007, se acusó a Eugenio R. Hernández, a Maricel B. Hernández y a Jorge Ramírez de haber hecho fraude al sistema de salud y de lavado de dinero. Los tres eran dueños de clínicas en Miami que facturaron al Medicare la suma de $110 millones entre abril y diciembre del 2005 por servicios que nunca ofrecieron. Eugenio y Maricel Hernández huyeron de Estados Unidos y las autoridades estiman que actualmente viven tranquilamente en Cuba.

Por esa misma fecha el cubano Eduardo Moreno, quien arribó a Estados Unidos nada menos que en 1997, llevaba una red de oficinas para operar equipos médicos y transfusiones ficticias contra el VIH en Miami-Dade, pero estafó al Medicare $7.2 millones con facturas falsas, según documentos judiciales y, ni corto ni perezoso, se compró una casa de $445,000 en el suroeste de Miami-Dade y un Rolls-Royce Phantom de $200,000. Pero, ay, cuando los sabuesos del FBI lo atraparon por cargos de fraude, pagó una fianza de $250,000 y regresó a La Habana donde vive; allí paz y en el cielo gloria.

Un caso que hizo titulares en la prensa del sur de la Florida y en República Dominicana, es el de Carlos, Luis y José Benítez, nombrados los hermanos Benítez, quienes están acusados de estafar $110 millones al Medicare. Los hermanos invirtieron en mansiones estilo mediterráneo, apartamentos, hoteles, helicópteros y embarcaciones en República Dominicana; donde además, dicen, construyeron una especie de Disney World a la criolla.

Los bienes confiscados a los hermanos en Santo Domingo fueron subastados, y entre ellos había cuatro moteles, un hotel en construcción en la zona de Bávaro con unas 100 habitaciones y un parque acuático de alrededor de una hectárea, también en esa región turística.

Carlos, Luis y José Benítez usaron sus pasaportes cubanos para escapar de Miami a República Dominicana y, cómo no, también hay fuertes sospechas de que permanecen tranquila y revolucionariamente en Cuba.

Evidentemente el fraude al Medicare no es nada nuevo en el sur floridano, ahora, lo que sí evidenciaría novedad es, primero, la variación en el objeto primordial a la hora de fundar una clínica u oficina para funcionar con fondos gubernamentales, pues si en el pasado quizá se montaba una clínica para atender pacientes y de paso, si se daba la ocasión (que como se sabe la pintan calva), y tras años de servicio, ambición inescrupulosa por medio, defraudar al seguro médico, al presente las evidencias mostrarían una tendencia hacia la fundación de clínicas u oficinas cuyo único objetivo es, precisamente, estafar al seguro médico, y, segundo, si en el pasado los facinerosos del fraude al seguro médico, una vez acusados, no tenían mucho espacio hacia no donde escapar, al presente parece ser que escapan con relativa facilidad hacia una suerte de santuario seguro noventa millas al sur.

Otra peculariedad a tener en cuenta al presente es la rapidez con que nuevos inmigrantes, a veces con dos o tres años de permanencia en el país, aparecen encabezando complicados esquemas de fraude, un aprendizaje que normalmente demoraría años, y que ellos aparentarían haber adquirido en menos de lo que canta un gallo; todo lo que apuntalaría las sospechas de muchos exiliados en el sentido de que el régimen militar cubano estaría haciendo una especie de segunda zafra azucarera con el entrenamiento de sus muchachos en las oscuras artes del fraude al Medicare.