Cuba y EEUU reabrieron sus respectivas embajadas hoy hace dos años, un aniversario que se cumple en medio de un retroceso en la relación que ha reavivado la vieja retórica beligerante y en un momento de alta tensión en la región, marcado por la grave crisis en Venezuela, principal aliado de la isla.
El 20 de julio de 2015, Cuba y EEUU restablecieron formalmente sus relaciones y reabrieron sus legaciones en La Habana y Washington tras la decisión del gobernante Raúl Castro y el presidente estadounidense Barack Obama de poner fin a cincuenta años de enemistad.
Ese acercamiento diplomático -que se tradujo en la flexibilización del embargo, viajes de estadounidenses a la isla y una veintena de acuerdos bilaterales en áreas como la lucha contra las drogas, la trata o la protección del medio ambiente- está ahora amenazado tras la decisión anunciada en junio por el actual presidente, Donald Trump, de revertir esa política.
Ante el núcleo duro del anticastrismo en Miami, Trump supeditó los vínculos con la isla al respeto de los derechos humanos, la celebración de elecciones libres y la liberación de presos políticos.
"Aunque Trump anunció una cancelación y una reversión de las políticas de Obama, es obvio que fue mucho menos que eso. Se mantienen las relaciones diplomáticas, siguen en vigor los 22 acuerdos rubricados entre ambas partes y continúan los intercambios intergubernamentales, aunque quizá con menos intensidad y premura", explicó a Efe el exdiplomático cubano Carlos Alzugaray.
Trump también dijo que limitará los viajes de estadounidenses a Cuba -que son ya el segundo mercado emisor de visitantes- y prohibirá hacer negocios directos con Gaesa, un conglomerado empresarial estatal vinculado a las Fuerzas Armadas.
"Alienarse del sector llamado militar es alienarse de un sector importante que es uno de los mejores clientes del sector privado. Hay mucha gente que dice que los negocios los quiere hacer con Gaesa porque pagan bien y están bien organizados", explicó.
A juicio de este analista, Trump lo único que hizo fue "recuperar una vieja retórica de enemistad", que en la práctica cambia pocas cosas y cuyo único objetivo era contentar al sector duro del exilio cubano en Florida y cumplir una promesa al senador Marco Rubio, principal defensor de la ruptura de relaciones con Cuba.
A pesar de este "raro impasse", el exdiplomático recordó que el Gobierno cubano ha criticado el discurso de Trump, pero al mismo tiempo ha dejado clara su intención de seguir cooperando como lo hizo con la administración Obama.
Ese impasse entre Cuba y EEUU se produce en medio de la tensión en Venezuela, donde los enfrentamientos violentos entre chavistas y oposición se han saldado con más de 90 muertos, conflicto en el que la isla, principal aliado de ese país, puede jugar un importante rol de mediador, que a la larga puede interesar a EEUU.
"Creo que es posible que Cuba pueda participar en cualquier solución negociada junto con otros gobiernos del continente siempre que no signifique la salida del presidente Nicolás Maduro", aclaró.
Aunque Trump dice que quiere incentivar el sector privado de Cuba, su cambio de política tampoco ha gustado a los emprendedores cubanos, hasta el punto de que esta semana una representación de ellos ha viajado a Washington, donde se han reunido con congresistas y funcionarios del Departamento de Estado para exponer sus preocupaciones.
Temen que la disminución de visitantes estadounidenses, con fines lúdicos o laborales, perjudique a negocios privados como restaurantes, casas de alojamiento o proyectos culturales conjuntos.
"El visitante americano es el que mejor paga y el que más propinas deja, esa es la verdad, también es el que mas exige y el que hace que se mejoren y desarrollen los negocios y servicios en Cuba", afirmó a Efe Reymel Delgado, fundador de la productora audiovisual Estudio 50 que integró esa misión.
Para el disidente cubano Manuel Cuesta-Morúa, las medidas de Trump "no han sido tan drásticas", aunque cree que la recuperación del "relato de la Guerra Fría solo estimula el inmovilismo de aquellos sectores dentro de Cuba más reacios al cambio".
"Ese sector va a tratar de utilizar esa retórica de Trump como pretexto para congelar los cambios que deben darse en la isla", explicó Cuesta Morúa, portavoz de la iniciativa #Otro18, que promueve candidatos independientes, ajenos al Partido Comunista, en las próximas elecciones municipales de octubre.
Esos comicios son el pistoletazo de salida de un proceso electoral que culminará con el relevo presidencial de Raúl Castro, en febrero de 2018, cuando previsiblemente tomará el testigo el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel.
Ante esa transición, según Cuesta Morúa, el Gobierno está tratando de "legitimar a esa nueva generación que asumirá el mando", pero apunta que tienen miedo de las nuevas voces que están surgiendo fuera del aparato de poder, "con cada vez más seguidores entre la ciudadanía", a lo que están respondiendo con "represión" e "inacción ante cambios necesarios".
El activista Gorki Águila es más radical. El cantautor dijo a Radio Martí que siempre estuvo en contra de las negociaciones con el régimen de Castro.
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En opinión de Águila el deshielo solo ha cambiado a Cuba "para peor", por eso respalda "la posición del nuevo presidente (Donald Trump), una perspectiva que nos da esperanzas", señaló.
(Con información de EFE y reporte de Ivette Pacheco)