Terminó la clase magistral, pero los alumnos del equipo Cuba desaprobaron el examen: los universitarios de EE.UU. los derrotaron por quinta y última vez.
Terminó la clase magistral, pero los alumnos del equipo Cuba desaprobaron el examen: los universitarios de Estados Unidos los derrotaron por quinta y última vez, cinco carreras por tres, al concluir el tope internacional de béisbol en la Unión.
Otra vez el zurdo Carlos Rodon se trepó en el box de las barras y las estrellas, y fue tanto su dominio que llegué a sentir lástima por mis compatriotas, pues el muchacho les hizo 81 lanzamientos --nada menos que 62 strikes-- en 6,2 innings, repartiéndoles 11 ponches.
Hubo una ventaja temprana de los colegiales ante el veterano Vladimir García, de Ciego de Ávila, después de dos outs en la primera entrada. Schwarber ganó pasaporte, robó y ´se fue a la goma con el doble de Michael Conforto.
El manager Víctor Mesa movió de inmediato su bull pen, pero no pudo evitar más carreras a cuentagotas, en el quinto --fly de sacrificio de Bregman-- y en el sexto, con imparable de Sparks, ambas al expediente de Noelvis Entenza pero una de ellas sucia.
Dos rayitas más, en el séptimo e inmerecidas a la cuenta de Diosdani Castillo, marcarían el derrotero del encuentro, propulsadas por cohete de Schwarber y un texas de Chapman, detrás del primer colchón.
Aliviada del puño de hierro de Rodon, y ante dos relevistas, Cuba mostró estertores de vida con tres anotaciones en el octavo --dos sencillos y jonronazo de Lázaro Herrera (como emergente por Andy Sarduy), único bambinazo de la serie, plasmando lo que sería la pizarra final de 5-3.
Estados Unidos acumuló 10 hits, el doble que sus visitantes, que cometieron dos pifias al campo; los norteños robaron otras tres bases, y el matancero Ariel Sánchez fue en cambio enfriado en su intento.
Así el cerrojo de Ryan Burr, en el noveno, hermético y con otros dos ponches --fueron 14 los que dibujó el pitcheo colegial en la despedida-- sería el último clavo en el ataúd del elenco de Víctor Mesa, barrido en cinco jornadas.
Solo desde el montículo los peloteros de la Isla alcanzaron buenas notas, pero reprobaron en la defensa del campo, la oportunidad ofensiva, el corrido de las bases y la custodia de los corredores rivales, que hicieron lo que antes parecía potestad de la pimienta antillana, robarse alegre --e impunemente-- más y más almohadillas. Se echó de menos, seguramente, la maestría del receptor Ariel Pestano, despedido hace unos meses del equipo Cuba.
Otra vez el zurdo Carlos Rodon se trepó en el box de las barras y las estrellas, y fue tanto su dominio que llegué a sentir lástima por mis compatriotas, pues el muchacho les hizo 81 lanzamientos --nada menos que 62 strikes-- en 6,2 innings, repartiéndoles 11 ponches.
Hubo una ventaja temprana de los colegiales ante el veterano Vladimir García, de Ciego de Ávila, después de dos outs en la primera entrada. Schwarber ganó pasaporte, robó y ´se fue a la goma con el doble de Michael Conforto.
El manager Víctor Mesa movió de inmediato su bull pen, pero no pudo evitar más carreras a cuentagotas, en el quinto --fly de sacrificio de Bregman-- y en el sexto, con imparable de Sparks, ambas al expediente de Noelvis Entenza pero una de ellas sucia.
Dos rayitas más, en el séptimo e inmerecidas a la cuenta de Diosdani Castillo, marcarían el derrotero del encuentro, propulsadas por cohete de Schwarber y un texas de Chapman, detrás del primer colchón.
Aliviada del puño de hierro de Rodon, y ante dos relevistas, Cuba mostró estertores de vida con tres anotaciones en el octavo --dos sencillos y jonronazo de Lázaro Herrera (como emergente por Andy Sarduy), único bambinazo de la serie, plasmando lo que sería la pizarra final de 5-3.
Estados Unidos acumuló 10 hits, el doble que sus visitantes, que cometieron dos pifias al campo; los norteños robaron otras tres bases, y el matancero Ariel Sánchez fue en cambio enfriado en su intento.
Así el cerrojo de Ryan Burr, en el noveno, hermético y con otros dos ponches --fueron 14 los que dibujó el pitcheo colegial en la despedida-- sería el último clavo en el ataúd del elenco de Víctor Mesa, barrido en cinco jornadas.
Solo desde el montículo los peloteros de la Isla alcanzaron buenas notas, pero reprobaron en la defensa del campo, la oportunidad ofensiva, el corrido de las bases y la custodia de los corredores rivales, que hicieron lo que antes parecía potestad de la pimienta antillana, robarse alegre --e impunemente-- más y más almohadillas. Se echó de menos, seguramente, la maestría del receptor Ariel Pestano, despedido hace unos meses del equipo Cuba.