Las fuerzas políticas que se opusieron al totalitarismo nunca tuvieron oportunidad de asociar sus propuestas de cambio con las necesidades de la población.
La oposición a los hermanos Castro siempre ha tenido como meta el cambio político, un objetivo valido y trascendental, para cualquier persona o entidad que está a favor de construir una sociedad que respete los derechos ciudadanos, pero quizás hubiera sido más efectivo haber logrado vincular esa gestión a un trabajo comunitario intenso que expusiera en toda su crudeza los abusos sociales y económicos que la dictadura cargó a la ciudadanía.
Pero la realidad es que las fuerzas políticas que se opusieron al totalitarismo nunca tuvieron oportunidad de asociar sus propuestas de cambio con las necesidades de la población, porque el régimen estableció un control absoluto sobre los gremios, colegios profesionales y sindicatos, aún más, creó nuevas organizaciones que como correas de transmisión, hicieron posible que las disposiciones gubernamentales llegaran hasta el último rincón de la isla.
Las grandes limitaciones con las que ha operado la oposición por décadas le han impedido desarrollar junto a la lucha política, una paralela que tuviera como meta denunciar y conciencizar a la ciudadanía sobre los derechos sociales y económicos que les eran violentados.
El gobierno con zanahoria y garrote sedujo a un amplio sector de la población. La gente perdió la conciencia de sus derechos y con los años y las inagotables cosechas de fracasos que sumían cada día más en la miseria al individuo, se fue desarrollando una masa indiferente en todo lo que no fuera satisfacer sus propios intereses.
Una vanguardia que nunca dejó de estar, pero que se hizo pública cuando fue oportuno, apartó en alguna medida el cambio de régimen de sus objetivos primarios, y se abocó a una campaña a favor de los derechos humanos, pero con valoración política.
Posteriormente los objetivos de esa avanzada fueron evolucionando y progresando para constituir grupos especializados que tenían objetivos más definidos y concretos, como fue la constitución del periodismo y el sindicalismo independiente entre otras vertientes, actividades que no impidieron que se gestaran agrupaciones estrictamente políticas de carácter contestario que proclamaban el objetivo de cambiar el régimen.
Estas actividades fueron reprimidas, y a pesar de las protestas y el descontento creciente entre antiguos partidarios, el régimen mantuvo el control de todas las entidades de la sociedad civil.
La incapacidad del gobierno para encontrar soluciones a las demandas naturales de una sociedad moderna, le paralizaba todavía más, la improductividad y corrupción azotó el país. El desencanto cundió, la oposición creció, y la represión se incrementó.
Si el fin de la Unión Soviética fue un severo golpe para la dictadura en el aspecto económico, también lo fue para la imagen pública de la nomenclatura que no cesó de afirmar durante décadas que el futuro del mundo era del socialismo.
Este porrazo afectó negativamente a un sector de la clase dirigente cubana. La fe de muchos de los conversos se quebró cuando vieron a las repúblicas soviéticas caer por ineficiencia e incapacidad, pero aunque las contradicciones internas se multiplicaron, hasta ahora no han sido suficientes como para afectar el control que ejerce la nomenclatura sobre el país.
El periodo especial precisó a la dictadura a replantearse algunas de sus tácticas de gobierno, entre ellas la legalización del dólar y el trabajo por cuenta propia, que fueron en cierta medida el acicate para enterrar al régimen en un círculo vicioso de obligadas reformas que demandan constantes reajustes que afectan su control sobre la sociedad civil.
La falta de voluntad de los gobernantes para introducir cambios estructurales ha hecho que los fracasos se acumulen junto a una espiral ascendente de ineficiencia y corrupción, lacras que hacen cada vez más inviable la dictadura, determinaron nuevas reformas como fueron el cambio de relaciones con la iglesia, una reforma migratoria, reajustes en la represión, y flexibilización de algunas de las regulaciones que habían limitado el hacer individual por décadas.
Todas estas disposiciones han dejado fisuras en el control del estado sobre la sociedad, grietas que algunos sectores de la oposición han ido ocupando paulatinamente, lo que ha hecho posible una aproximación e identificación entre los que ya tienen conciencia ciudadana, la oposición, y los que están asumiendo, aunque sea lentamente, conocimiento de sus derechos.
Una de las tareas que ya cumple la oposición ha sido ir identificando los problemas del ciudadano con la ineficiencia y el abuso de poder de los gobernantes, a la vez que los asocia con la falta de derechos políticos.
El camino de las reivindicaciones sociales, individuales y colectivas, es una de las rutas por las que se asfixiará a la dictadura, en consecuencia, la oposición tiene la posibilidad de vincular las necesidades generales de la sociedad y las demandas ciudadanas, a su objetivo de llevar la democracia a Cuba.
Pero la realidad es que las fuerzas políticas que se opusieron al totalitarismo nunca tuvieron oportunidad de asociar sus propuestas de cambio con las necesidades de la población, porque el régimen estableció un control absoluto sobre los gremios, colegios profesionales y sindicatos, aún más, creó nuevas organizaciones que como correas de transmisión, hicieron posible que las disposiciones gubernamentales llegaran hasta el último rincón de la isla.
Las grandes limitaciones con las que ha operado la oposición por décadas le han impedido desarrollar junto a la lucha política, una paralela que tuviera como meta denunciar y conciencizar a la ciudadanía sobre los derechos sociales y económicos que les eran violentados.
El gobierno con zanahoria y garrote sedujo a un amplio sector de la población. La gente perdió la conciencia de sus derechos y con los años y las inagotables cosechas de fracasos que sumían cada día más en la miseria al individuo, se fue desarrollando una masa indiferente en todo lo que no fuera satisfacer sus propios intereses.
Una vanguardia que nunca dejó de estar, pero que se hizo pública cuando fue oportuno, apartó en alguna medida el cambio de régimen de sus objetivos primarios, y se abocó a una campaña a favor de los derechos humanos, pero con valoración política.
Posteriormente los objetivos de esa avanzada fueron evolucionando y progresando para constituir grupos especializados que tenían objetivos más definidos y concretos, como fue la constitución del periodismo y el sindicalismo independiente entre otras vertientes, actividades que no impidieron que se gestaran agrupaciones estrictamente políticas de carácter contestario que proclamaban el objetivo de cambiar el régimen.
Estas actividades fueron reprimidas, y a pesar de las protestas y el descontento creciente entre antiguos partidarios, el régimen mantuvo el control de todas las entidades de la sociedad civil.
La incapacidad del gobierno para encontrar soluciones a las demandas naturales de una sociedad moderna, le paralizaba todavía más, la improductividad y corrupción azotó el país. El desencanto cundió, la oposición creció, y la represión se incrementó.
Si el fin de la Unión Soviética fue un severo golpe para la dictadura en el aspecto económico, también lo fue para la imagen pública de la nomenclatura que no cesó de afirmar durante décadas que el futuro del mundo era del socialismo.
Este porrazo afectó negativamente a un sector de la clase dirigente cubana. La fe de muchos de los conversos se quebró cuando vieron a las repúblicas soviéticas caer por ineficiencia e incapacidad, pero aunque las contradicciones internas se multiplicaron, hasta ahora no han sido suficientes como para afectar el control que ejerce la nomenclatura sobre el país.
El periodo especial precisó a la dictadura a replantearse algunas de sus tácticas de gobierno, entre ellas la legalización del dólar y el trabajo por cuenta propia, que fueron en cierta medida el acicate para enterrar al régimen en un círculo vicioso de obligadas reformas que demandan constantes reajustes que afectan su control sobre la sociedad civil.
La falta de voluntad de los gobernantes para introducir cambios estructurales ha hecho que los fracasos se acumulen junto a una espiral ascendente de ineficiencia y corrupción, lacras que hacen cada vez más inviable la dictadura, determinaron nuevas reformas como fueron el cambio de relaciones con la iglesia, una reforma migratoria, reajustes en la represión, y flexibilización de algunas de las regulaciones que habían limitado el hacer individual por décadas.
Todas estas disposiciones han dejado fisuras en el control del estado sobre la sociedad, grietas que algunos sectores de la oposición han ido ocupando paulatinamente, lo que ha hecho posible una aproximación e identificación entre los que ya tienen conciencia ciudadana, la oposición, y los que están asumiendo, aunque sea lentamente, conocimiento de sus derechos.
Una de las tareas que ya cumple la oposición ha sido ir identificando los problemas del ciudadano con la ineficiencia y el abuso de poder de los gobernantes, a la vez que los asocia con la falta de derechos políticos.
El camino de las reivindicaciones sociales, individuales y colectivas, es una de las rutas por las que se asfixiará a la dictadura, en consecuencia, la oposición tiene la posibilidad de vincular las necesidades generales de la sociedad y las demandas ciudadanas, a su objetivo de llevar la democracia a Cuba.