Por primera vez los hombres de la Isla batearon con cierta holgura ante un serpentinero rival, Erick Fedde.
El equipo universitario de Estados Unidos derrotó por cuarta oportunidad a la selección nacional de Cuba, tres carreras por dos, y amenaza con propinar una pollona en el dual meet que concluye esta noche en otro estadio de la Unión.
Por primera vez los hombres de la Isla batearon con cierta holgura ante un serpentinero rival, Erick Fedde. Así tomaron ventaja de 2-0 en el tercer inning, con boleto a Lázaro Herrera, un roletazo que lo adelantó, doble impulsor de Irait Chirino por el jardín central, y --tras un out por el cuadro-- sencillo productivo de José Miguel Fernández.
Mientras tanto, Joel Suárez mantenía en un puño al equipo de barras y estrellas, apoyado sobre todo en sus lanzamientos en curva, sin permitir hits en cuatro innings, aunque embasó a cuatro hombres por boletos y uno por pelotazo. Pero abrió el quinto con dos pasaportes gratis, y los dos corredores le robaron almohadillas al receptor Herrera, que tuvo una jornada infeliz, con dos errores.
El remedio de traer como relevista al experimentado Ismel Jiménez, con dos rivales en posición anotadora, fue peor que la enfermedad: triple de Alex Bregman por el medio del terreno --el batazo más contundente de la serie, para empatar 2-2--, y al cabo de un ponche al siguiente jugador, un lanzamiento wild que abrió las puertas a la tercera y decisiva rayita.
En lo delante Jiménez permitió apenas los imparables 2 y 3 de Estados Unidos en todo el pleito; Raciel Iglesias completó el noveno capítulo.
Pero el esfuerzo era inútil, ya que con excepción del episodio de las carreras, los colegiales yanquis --pese a su corpulencia se robaron seis almohadillas-- fueron dominantes en línea general, en el montículo y en la defensa del campo. Hicieron inclusive tres jugadas de doble play propiciadas por los batazos de Ariel Sánchez (primera entrada), Yulieski Gourriel (cuarta) y William Luis Campillo --emergente por Yasmany Tomás-- en el quinto acto.
Después de cuatro relevistas intermedios, el matador --y es la primera vez que empleo esta palabra en una reseña-- Riley Ferrell se hizo cargo --en el noveno-- del box de la Unión. El gigante hizo de su anatomía una catapulta para disparar bolas rápidas, y ponchó por su orden a Lorenzo Quintana, Yordan Manduley e Irait Chirino, autor de dos hits en la noche norteamericana.
Ferrell, literalmente, ahogó las esperanzas cubanas de ganar los dos pleitos finales y abandonar así el escenario rival con una serie más o menos equilibrada en los cinco partidos.
Por primera vez los hombres de la Isla batearon con cierta holgura ante un serpentinero rival, Erick Fedde. Así tomaron ventaja de 2-0 en el tercer inning, con boleto a Lázaro Herrera, un roletazo que lo adelantó, doble impulsor de Irait Chirino por el jardín central, y --tras un out por el cuadro-- sencillo productivo de José Miguel Fernández.
Mientras tanto, Joel Suárez mantenía en un puño al equipo de barras y estrellas, apoyado sobre todo en sus lanzamientos en curva, sin permitir hits en cuatro innings, aunque embasó a cuatro hombres por boletos y uno por pelotazo. Pero abrió el quinto con dos pasaportes gratis, y los dos corredores le robaron almohadillas al receptor Herrera, que tuvo una jornada infeliz, con dos errores.
El remedio de traer como relevista al experimentado Ismel Jiménez, con dos rivales en posición anotadora, fue peor que la enfermedad: triple de Alex Bregman por el medio del terreno --el batazo más contundente de la serie, para empatar 2-2--, y al cabo de un ponche al siguiente jugador, un lanzamiento wild que abrió las puertas a la tercera y decisiva rayita.
En lo delante Jiménez permitió apenas los imparables 2 y 3 de Estados Unidos en todo el pleito; Raciel Iglesias completó el noveno capítulo.
Pero el esfuerzo era inútil, ya que con excepción del episodio de las carreras, los colegiales yanquis --pese a su corpulencia se robaron seis almohadillas-- fueron dominantes en línea general, en el montículo y en la defensa del campo. Hicieron inclusive tres jugadas de doble play propiciadas por los batazos de Ariel Sánchez (primera entrada), Yulieski Gourriel (cuarta) y William Luis Campillo --emergente por Yasmany Tomás-- en el quinto acto.
Después de cuatro relevistas intermedios, el matador --y es la primera vez que empleo esta palabra en una reseña-- Riley Ferrell se hizo cargo --en el noveno-- del box de la Unión. El gigante hizo de su anatomía una catapulta para disparar bolas rápidas, y ponchó por su orden a Lorenzo Quintana, Yordan Manduley e Irait Chirino, autor de dos hits en la noche norteamericana.
Ferrell, literalmente, ahogó las esperanzas cubanas de ganar los dos pleitos finales y abandonar así el escenario rival con una serie más o menos equilibrada en los cinco partidos.