Muy distante a la imagen de hombre familiar que exhibe el general de ejército Raúl Castro, y mientras duren las sesiones del Congreso del Partido, la seguridad del país (que en el caso Cuba es sinónimo de seguridad personal) no descansa sobre los hombros de Mariela, ni de Alejandro, ni del nieto-escolta Raúl Guillermo, tampoco en ninguno de los miembros de su discordante prole.
La seguridad nacional descansa en las manos del vicealmirante y viceministro del MININT Julio César Gandarilla Bermejo, exjefe de la Contrainteligencia Militar de las FAR, y del actual secretario del Consejo de Estado, el abogado Homero Acosta Álvarez.
Este VII Congreso del Partido Comunista es la enjundia para encontrar respuesta a la pregunta del millón.
Desde el sábado 16 hasta el martes 19, el Gobierno cubano se enfrenta a una situación poco usual, por lo tanto, y de forma discreta, va soltando pistas; algunas para despistar y otras para medir alcance. Sólo hay que escoger la pared donde pegar la oreja para saber cuál o cuáles son los fiables destinatarios de tanto poder; algo que sin lugar a dudas, resulta una prueba importante o un ensayo general de la gran puesta en escena anunciada para febrero de 2018.
Los jefes del país se reúnen en el Palacio de Convenciones de La Habana y, durante el tiempo que dura el concilio, toman distancia de las decisiones urgentes y, como parte de un plan, previamente concebido, delegan poder y funciones.
Nadie puede interferir el más importante cónclave de los comunistas cubanos para consultar al general Raúl Castro sobre qué decisión tomar ante una situación imponderable. Por ejemplo, cómo aplacar o reprimir un brote aislado de sedición o protesta popular, o un ataque aéreo del supuesto "enemigo".
No hay tiempo para preguntar y por eso, mientras los líderes del Gobierno se mantienen reunidos, la solución, por disposición presidencial, en lo que a política concierne corre a cargo de Homero y, las de orden interior, de Gandarilla.
Por cierto, y aunque poco venga al caso, o quizás sí, me pareció harto curioso escuchar que durante la cita partidista no es ninguno de los disidentes sino las unidades militares quienes permanecen bajo la más estricta vigilancia, al punto que hasta los MIG y los helicópteros, que tienen la misión de custodiar el cielo isleño, se mantienen en alerta de combate, sin estar artillados.
Todos los funcionarios sobre los cuales descansa la responsabilidad temporal de los ministerios, la defensa del país, la vida social y empresarial, tienen la orden de, en caso de enfrentarse a alguna eventualidad inaplazable, consultar a estos dos hombres a quienes se les confía, aunque sea por minutos, las riendas de todo el país.
Parafraseando al aviador, escritor y autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry, este detalle esencial, parece pasar inadvertido a la mirada de estudiosos y analistas del complicado entramado del poder cubano.